Ignacio Garrido
Thomas Newman, parece inevitablemente abocado a un camino de perdición en cierto tipo de trabajos cinematográficos que le están llevando como el caso que nos ocupa a un paroxismo estilístico que va a ser difícilmente digerible por muchos aficionados y/o fundamentalistas de la música de cine, alegando para la ocasión (otra vez) que la aportación musical de la que el autor de “Cadena Perpetua” hace gala es ciertamente anecdótica, ya que retoma y exprime su tan particular personalidad sonora con escasas innovaciones, hasta llevarla a un límite cuasi-horneriano tanto en intenciones fílmicas como en su resultado discográfico.
El film en cuestión es “Jarhead”, tercera película de Sam Mendes y tercera colaboración conjunta del director y el compositor tras “American Beauty” y “Road to perdition”. Aquí aúnan esfuerzos en una cinta que nos cuenta la vida de un puñado de marines en el golfo pérsico poco antes del inicio del conflicto. Su título hace referencia al apodo que los soldados de cabeza rapada se dan así mismos y en cuestiones de calidad y éxito la película parece bastante bien encaminada hacia la carrera de los oscar, donde pese a las no excesivas virtudes del score, podría colarse una nominación para el compositor dada la deferencia con la que la academia suele tratarle, sin duda uno de los más mimados nombres de la industria dentro del apartado musical.
No se puede negar que Thomas Newman y su peculiar estilo marcaron desde mitad de los 90 un punto de inflexión en la música de cine americana, desde el cual no solo su creador ha sido el único en ir perfeccionando esa sonoridad y sincretismo sonoro, sino que muchos otros nombres han seguido (queriéndolo o no) esa estela, amoldando su orquestación y melodías a esos parámetros que Newman delimitó con genialidad, volcándose en una escritura melódica tan lírica y preciosista como sencilla y económica, al tiempo que aplica una anarquía instrumental y rítmica en el desarrollo de los pasajes más puramente incidentales.
En lo que respecta a “Jarhead”, el compositor olvida por completo la vertiente melódica y exprime la experimental poniendo de nuevo todo el peso de su imaginación en el orquestador habitual Thomas Pasatieri, que junto al compañero y co-productor de toda su carrera Bill Bernstein, se unen para ofrecernos una banda sonora estimulante y desafiante en relación a la música de cine actual (¿qué banda sonora de Thomas no lo es?), pero poco novedosa y de prácticamente nula aportación a la carrera de su autor. Con el tiempo se le podría llegar a tachar de ser un compositor anclado en unas formas obsoletas y manieristas, pero todavía perdura en la música de Thomas Newman ese carácter irreverente ya no en la forma (algo que muchos otros compositores han copiado o adaptado a sus necesidades y cuya audición no plantea ya esa sorpresa que se nos descubría antes en la obra del compositor), sino en el trasfondo musical e intenciones que se nos sugieren desde una perspectiva estética que permanece audaz, aun sin saber durante cuanto tiempo más lo hará.
Este autor sigue alterando la fibra psicológica e introspectiva del oyente atento, buscando y transmitiendo esa sensación, ese sentimiento de inmediatez que atraviesa a los personajes del film, sus reacciones y vivencias, lo que los cambia. Thomas Newman sigue captando eso, esa percepción existencial con maestría, aunque lo haga ya sin alardes orquestales o una especial inspiración. No obstante esa profundidad que se captaba antes con unas escasas notas de piano trasciende aquí a una imprecisión melódica y se abraza directamente a un sonido atmosférico y ambiental árido, no exento de cierta belleza desoladora. El corte donde esto se refleja mejor es “Scuds”, probablemente el más interesante de un trabajo decididamente menor de Newman y más ligado a obras como “Erin Brockovich” o “Mad City” (aun siendo inferior que estas) que a sus últimos films, donde seguía existiendo cierta variedad temática y colorido orquestal, como “Cinderella Man” o “Lemony Snicket”.
El score se vertebra en base a dos tipos de cortes, los rítmicos/irónicos y los atmosféricos/ambientales, siendo el mencionado “Scuds” el máximo exponente de estos últimos, aunque no el único, pues otros como “8 men 5 camels” o “Morning glory” ahondan en esa idea en mayor o menor medida, aunque sin llegar al desarrollo completo que se hará en el pasaje final que se ha comentado. La otra vertiente más abundante, es la rítmica, que aparecerá desde el inicio de la composición en el corte que abre el disco “Welcome to the Suck”, que hace las veces de tema central de la partitura pues aparecerá y se desarrollará en algún momento posterior como “Desert Storm”, donde surgen ya todos los instrumentos electroacústicos imaginables creando bases rítmicas acompañadas de pequeños motivos e ideas sonoras que varían con más o menos gracia, siendo muchos de ellos pasajes que parece que ya los hemos escuchado antes en otra banda sonora del compositor como “Battery Run”, casi calcado de “Unstrung Heroes” o “Full Chemical Gear” prácticamente sacado de “Mad City”. Otros son más afortunados, aportando una nueva y divertida mala leche al repertorio de su autor, como el irónico “Unsick Most Ricky-Tick” o el rítmico “Pink Mist”, aunque el mejor de estos acaba siendo “Dickskinner”. También aparece en el disco un breve y liberador momento intimista “Jarhead for Life”, que casi parece colarse entre tanta percusión y experimentación. No obstante son breves momentos que apenas consiguen elevar la media del conjunto.
Caben destacarse la inclusión de varias canciones en la excelente edición discográfica, algunas de ellas realmente memorables como “Don´t worry Be Happy” o “Bang a Gong (Get it on)” y que ofrecen por contraste mayor variedad sonora en la audición, algo que en esta ocasión se agradece. En muchos aspectos, esta banda sonora se asemeja bastante a la de “Tres reyes”, cuya estupenda partitura estaba compuesta por Carter Burwell. Este film también explotaba con sentido del humor y bastante mala uva la ocupación americana del golfo desde un punto de vista muy diferente al heroico o al panfletista. Allí precisamente acompañaban también al inspirado (y similar al de Newman para “Jarhead”) score de Burwell populares canciones rock americanas y en ciertas escenas del film se mantuvo el temp-track elegido por su director David O´Russell con (casualidades del destino) música de Thomas Newman para “Unstrung heroes” y de Graeme Revell para “The Siege”. Quizás estaba escrito que el compositor acabaría poniendo música a un film de soldados americanos en el golfo con la ironía y el discurso antibelicista como telón de fondo.
En cualquier caso esta banda sonora está delimitada a un grupo de interés y de aficionado muy concreto, los amantes y seguidores del compositor, en cuyo completismo (y quizás en el de algún despistado espectador que guste exageradamente del film) radicará el éxito de esta partitura, pues en esta ocasión, no se trata de una recomendación para todos los públicos.
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