Miguel Ángel Ordóñez
El cine de Egoyan transita terrenos turbios y desolados. A ello contribuyen sus paisajes desnudos, sus personajes abandonados, enquistados en su propio dolor, su atenta mirada a unos hechos que se narran utilizando los resortes mas experimentales del lenguaje cinematográfico. Su músico, Mychael Danna, acude al exotismo, a la generación de atmósferas opresivas que rara vez se abren a una inteligible practicidad. Hermetismo, claustrofobia sonora que luce entre la melancolía y el dramatismo cotidiano de unos seres secuestrados por el destino conformista de sus ancestros y que inician una revolución silenciosa del alma. Cine poético. Cine.
El cine de Egoyan ha evolucionado como lo ha hecho la música de Danna. Partiendo de un cine cerrado, con vocación de amateur (“Next of Kin”, “Family Viewing”, “Speaking Parts”) las historias de Egoyan se han recubierto de un envoltorio más opulento (“Felicia´s Journey”, “Ararat”, y ésta “Where The Truth Lies”) donde se revisitan los mismos problemas traspasados de una generación a otra con un presupuesto más holgado. Por eso Danna, que siempre se ha mostrado sensible y tierno en su mirada a los personajes que sufren con Egoyan, ha ido paulatinamente perfeccionando su visión arrivista con la robustez que le permite una orquesta sinfónica completa. Sus ejercicios cuasi-minimalistas de inicios (“Family Viewing”, “Speaking Parts”) entregados a la Espirit Orchestra presentaban un paisaje sumamente sensitivo donde la cuerda y el piano (en especial con la segunda) acompañaban el eterno problema de las relaciones paterno-filiales o temas tan recurrentes en el cine de Egoyan como la renovación personal oculta en la memoria y el deseo. El exotismo de propuestas lanzadas como un dardo envenenado a la conciencia del espectador, como el hinduismo implícito de “Exótica” y el irlandés engañoso de “Sweet Heartafter”, han dado paso al clasicismo distante, enigmático y celta de “Felicia´s Journey” y al sinfonismo trágico, salido de las propias entrañas del subconsciente, de esa joya llamada “Ararat”. A medida que las propuestas de Egoyan se hacen más palpables, mas inteligibles, la música de Danna se hace más luminosa, más accesible.
“Where The Truth Lies” se presenta como una coproducción entre Canadá, Reino Unido y Estados Unidos. Actores como Kevin Bacon y Colin Firth allanan el camino al paso de Egoyan a un cine de distribución más comercial. Sin embargo sus propuestas difieren poco de anteriores proyectos. Aquí, es la culpa y de nuevo la memoria los temas enfrentados en una película que investiga la separación de un dúo de comediantes de éxito, asentados en la opulencia de las drogas y la buena vida, tras la misteriosa muerte de una mujer. Una mordaz visión de la maquinaria de Hollywood en una época: la de los años 50.
Mychael Danna pinta un retrato de la época elegante y glamouroso gracias a las elaboradas orquestaciones y a un uso de la cuerda eminentemente romántico. Sin embargo las atmósferas principales del score respiran misterio y sensualidad. El tema central (“Maureen”, “Forgive me”) de esta obra circular transita terrenos turbios y románticos, mostrándose en breves dosis a lo largo del trabajo.
Danna se muestra interesado en mostrar de manera elegante todo el glamour de la época con muy altas dosis de sensualidad en cortes donde la trompeta nos remite vagamente al Jerry Goldsmith de “L.A.Confidential” (“Which Floor?”) o en ejercicios magistrales de toque jazzístico (“The Chinese Restaurant”) con un Derek Watkins en estado de gracia. No es extraño, por tanto, en un músico preocupado por abarcar el mayor número de estilos posibles encontrar a Danna como pez en el agua en el manejo de las big-bands (“Palace del Sol”, compuesta con la ayuda de Rob Simonsen) o en el turbio empleo de guitarras y piano eléctrico u órgano en las elegantes “Small Scratches” y “Get Out of My Office”.
Frente a esta atractiva cohorte de temas, el compositor incide en los elementos de misterio resueltos con desconcertante sensibilidad (“This is My Daughter”) o con diabólica amenaza (magníficos glissandos en “Who’s Gonna Pay Me?”) y que dejan paso al poder de un trágico y dramático empleo de líneas descendentes al piano en cortes de aire funesto (“End of Story”, “The Truth Had Come Out”, “The Tape”), cuando no eclosionan en momentos de contenida violencia con empleo de descarnados metales y percusiones (“Babes on Hand”).
Obra de matices, sugerente, que te atrapa con su atractivo envoltorio de caramelo envenenado, brumosa e inquietante, maquiavélica. Una mirada hacia atrás en el tiempo, hacia los recuerdos escondidos en la memoria, esos que Egoyan habitúa a sacar a flote para más abandono de sus desgastados protagonistas, apátridas del espíritu.
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