José-Vidal Rodriguez
No cabe duda que el 2005 está siendo un año productivo para el compositor John Debney. La nominación al Oscar lograda con “La Pasión de Cristo”, parece haber sido el punto de inflexión para darle los frutos laborales que hasta ahora se le resistían. Ni más ni menos que ocho partituras ha escrito el californiano, más otras cinco ya firmadas para el próximo 2006. Un número a todas luces excesivo, que quizás explique la funcionalidad y tibieza con la que Debney resuelve el encargo que nos ocupa, “Zathura”.
Secuela inconfesa del “Jumanji” de Joe Johnston (no sólo comparten trama, sino también guionista), el filme narra las vivencias de tres hermanos que, pasando una tarde solos en su casa, vivirán la experiencia más alucinante de sus vidas. El aburrimiento de uno de ellos le lleva a descubrir semioculto en el desván un juego de mesa llamado “Zathura”, con un tablero que, como aquél de "Jumanji", se convertirá en real y trasladará a los tres hermanos, junto con la casa entera a modo de improvisada nave, a una sorprendente aventura espacial más allá del planeta Tierra.
Dados los evidentes tintes épicos de la historia, Debney planifica su partitura como un ejercicio sinfónico atronador, con la Hollywood Symphony Orchestra desplegando todo su peso orquestal e intentando hacer pasar por grandilocuente un trabajo que, al menos temáticamente, no lo es. El tema central, introducido ya por el autor en el “Main Title”, podría definirse como una mezcla entre el “Cutthroat Island” del propio autor y el “Galaxy Quest” de David Newman. Las fanfarrias y los coros de ambos, se fusionan en un ejercicio melódico efectivo pero un tanto simple en su construcción. No obstante, no deja de ser un tema correcto porque Debney, cuando quiere escribir un motivo retentivo, lo acaba logrando con mayor o menor fortuna.
El resto de material, para desconsuelo de los fans del norteamericano, depara más fuegos de artificio que fragmentos musicales realmente notorios. Y no porque a Debney se le pueda achacar desgana, sino que sufre aquí del lógico desgaste de un año en el que ha trabajado sin descanso. Cortes pretendidamente solemnes, melodías que no acaban de culminar, malabares orquestales donde la estridencia y la sobrecarga acaban por deslucir la armonía... Un cúmulo de factores que convierten el score en un trabajo más arquetípico que atractivo a oídos del aficionado. Que me entienda el lector: es una partitura vibrante, pero al mismo tiempo algo vacía. Tan pretenciosa en sus propuestas que acaba perdiéndose en su propia aparatosidad, descuidando por ejemplo el desarrollo de leitmotivs reconocibles, tan necesarios en este tipo de cintas. No cabe duda que la música termina por funcionar en el filme, pero cuando uno se sumerge en ella fuera de las imágenes, no encuentra demasiados vestigios de un autor inspirado ni mucho menos original. Precisamente por ello, porque el compositor no está tan afortunado temáticamente como en otras ocasiones, es por lo que “disimula” aquí las carencias con un montaje orquestal pletórico de medios, pero carente de pasión. Quién sabe si este score hubiera sido otro, con un Debney menos atareado y con mayor tiempo para planificarlo.
Dentro de los defectos mencionados, no podemos obviar uno que últimamente salpica a demasiados músicos norteamericanos. Desconozco si por la odiosa práctica de los temp tracks o sencillamente por influencias directas, pero a lo largo del score Debeny acude levemente a recursos musicales más identificables en otros colegas de profesión: desde Elfman (“Astronaut´s Story”) hasta Williams (las cuerdas del “Couch Decoy”, las trompetas iniciales del “Shooting Star Card”), pasando por la influencia más clara del trabajo, la de Alan Silvestri. Precisamente, de la música de acción de Silvestri bebe mucho la partitura, circunstancia palpable en varios cortes a lo "Predator" tales como “Robot´s Revenge o ”Robot Grows / Chase / Standoff”. Incluso el “Brother To Brother” reserva un curioso cameo musical, al arrancar con los acordes iniciales del “Yoda´s Theme” de “El Imperio Contraataca”; un pequeño guiño sin mayor trascendencia, más que nada porque algo tendrá que ver el hecho de que la voz del robot protagonista sea la de Frank Oz, el doblador del famoso maestro Jedi.
Así las cosas, donde más certero se muestra Debney es curiosamente en uno de los pocos temas calmados del álbum. Tiene que ser al final del disco, concretamente el “Back Home”, en donde por fin disfrutemos de un fragmento musical comedido, asociado a las escenas de regreso a casa de los protagonistas en las que el autor no emplea mayores estridencias, sino que por el contrario acude a las agradecidas cuerdas de un motivo cuya sencillez supera con mucho lo artificioso del resto de material.
Sería injusto si dijera que “Zathura” es un mal score, porque no lo es. Resulta en términos generales más “tramposo” que deficiente. A estas alturas nadie duda de que Debney es un profesional como la copa de un pino, y aun en sus obras más irregulares ofrece muestras del buen músico que es. Sencillamente, estamos ante un trabajo que no pasa de ser una de tantas muestras de ese conformismo musical que reina hoy en día en el panorama hollywodiense. Y por ello, no es casualidad que la meca del cine esté tirando últimamente de músicos foráneos para respirar un poco de aire fresco en sus los fondos sonoros de sus películas.
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