José-Vidal Rodriguez
Cuando en 1984 Wes Craven puso su buen hacer al servicio de un proyecto llamado a ser serie B pura y dura, no imaginó que su película abriría una de las sagas más fructíferas del cine de terror, sólo superada en número de entregas por otra mítica franquicia que fue "Viernes 13". Precisamente, siguiendo la moda iniciada por el asesino Jason, Craven escribió un guión repleto de todos los tópicos del género pero a la vez favorecido por ciertas dosis de originalidad. De esta forma, aún rodeándose del inevitable reparto juvenil que sería asediado por el típico asesino en serie, la trama introducía una importante novedad que a la postre fue clave para el enorme éxito del filme: este serial killer no era en principio real, sino tan solo parte del subconsciente de un grupo de jovenes que se revela en forma de sangrientas pesadillas nocturnas convertidas en reales al despertar. Es decir, estamos ante el perfecto asesino que no deja rastro ni huellas porque en principio no existe fuera de la mente de los protagonistas.
Con las dosis justas de gore y con un reparto en el que debutó como secundario un jovencísimo Johnny Deep, "Pesadilla en Elm Street" cosechó unos resultados en taquilla ciertamente asombrosos, viendo el exiguo presupuesto con que fue rodada. El "boca a boca" funcionó a la perfección, y prácticamente hoy en día no habrá nadie que desconozca la peculiar estética del personaje de Freddy Krueger, con ese letal guante de cuchillos y el jersey a rayas que ocultaba su cuerpo desfigurado. Una película menor pero sumamente entretenida, que a más de uno provocó una larga temporada de insomnio y que originó 5 secuelas de mucha menor trascendencia, amén de un reciente filme que reunía a los dos asesinos más famosos del cine moderno bajo un inquietante título, "Freddy contra Jason". Asimismo, Craven rodaría un remake en 1994 al margen de dichas secuelas ("La nueva pesadilla"), intentando sin éxito levantar el escaso nivel artístico al que se vio abocada la saga.
En lo referente a la música, el filme cuenta con el trabajo de un Charles Bernstein enrolado otra vez en un proyecto de terror después de escribir "Cujo", quizás su score más conocido entre los aficionados. Un autor que lograría con menos medios, mejores resultados a la postre que los conseguidos por músicos más notorios como Angelo Badalamenti o Chistopher Young contratados para las secuelas.
La partitura que escribe Bernstein se ve condicionada inevitablemente por la escasez de presupuesto, razón por la que la misma es absolutamente electrónica e interpretada incluso por el propio autor. Desde esta premisa, se justifica que gran parte de los temas adolezcan del clásico handicap de su escucha aislada, más que nada por su carácter ambiental y lo básico de sus formas. No obstante lo anterior, por fortuna Bernstein no se limita a planificar un score electrónico como éste en base únicamente a efectos de sonido, algo demasiado habitual en estos casos. Y no porque no los haya (baste solo echar un vistazo al "School Terror / Stay Awake" o el "Final Search"), sino porque su acercamiento es, en términos generales, más musical que efectista, incluso en ocasiones con una leve intencionalidad melódica, intentando así otorgar mayor expresividad a un encargo deslucido hoy en día por los trasnochados teclados de los 80.
Ejemplo de lo anterior lo encontramos en el retentivo tema central, convertido al igual que el filme en todo un clásico del terror contemporáneo. En cierta forma, se empareja con aquél que escribiera John Carpenter para "Halloween", no tanto por sus posibles similitudes melódicas sino por su peso específico en la historia y lo rápidamente reconocible de sus acordes. Interpretado a piano y coros sintetizados en el breve "Opening", ha quedado con el tiempo como el leitmotiv del personaje de Freddy Krueger, cuando la intención inicial de Bernstein debió ser sin duda la de asociar el tema al onírico momento del sueño que precede a la pesadilla, lo que explicaría el hecho de que sus notas aparezcan en escenas no necesariamente presididas (aunque sí sugeridas) por la figura de Krueger (el "Lurking" o el "Sleep Clinic", todo un ejemplo de tema descriptivo).
No cabe duda que los fragmentos más destacados del trabajo son aquellos en los que hacen acto de presencia las inquietantes notas de aquél tema central, principalmente porque el resto del disco depara, sobre todo para oídos más clásicos, intervalos ciertamente duros de escuchar. Duros, que no desacertados, porque al autor no se le puede discutir la tremenda eficacia de sus propuestas, funcionales pero asentadas en un perfecto conocimiento del terreno musical por donde ha de guiarse el filme. Virtud que en parte, también merece apuntarse Craven. Particularmente efectivos son los cortes que recrean los enfrentamientos directos de los jóvenes con Freddy Krueger. Momentos de gran agresividad visual en los que Bernstein acude a interesantes recursos rítmicos para sobresaltar al espectador; pero cómo carece del peso sonoro de una orquesta real, se las ingenia para dar protagonismo sobre todo a la percusión sintetizada, a modo de énfasis musical, logrando que estos temas se amolden como un guante (y nunca mejor dicho) a lo requerido por cada escena: Así, el "Laying The Traps" es un corte desarrollado por la guitarra eléctrica sobre ritmo pop, asociado a la preparación de trampas a lo Macauley Culkin en casa de la protagonista Nancy, instantes antes de enfrentarse cara a cara con Freddy en el plano real. Igualmente rítmico pero de cadencia más atropellada es el "Dream Attack", que reserva el momento musical más feroz de la partitura en forma de motivo de acción reutilizado en otras piezas como el "Terror in the Tub". Y el machacón compás del "Fountain of Blood" imprime las justas dosis de angustia a la escena del manantial de sangre en el que se convierte el personaje de Johnny Deep por obra y gracia de Mr. Krueger.
En definitiva, no sólo la partitura esconde temas sugerentes, sino que incluso las partes más insustanciales de la misma tienen un significado y un sentido musical que van más allá del nivel medio de este tipo de encargos, algo ya de por sí digno de destacarse en un género tan complicado y poco agradecido como el de terror. Para finalizar, no podemos dejar de mencionar la curiosa práctica del sello Varese en esta nueva reedición: ofrecer menos material del que había antes, pues el CD original de 1986 incluía también el score de Chris Young para "Pesadilla en Elm Street 2". Chocante.
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