Miguel Ángel Ordóñez
En una decisión casi sin precedentes, la Iglesia Católica aceptó como posesión demoníaca la oscura historia que rodeó a la estudiante americana de 19 años, Emily Rose. En cierto modo la intención era aceptar su exorcismo como prueba de la inocencia del acusado por homicidio culposo, el sacerdote Moore, oficiante de la ceremonia de redención. Un juicio que dio que hablar. Una prueba de fuego que dividió a los creyentes de los científicos, los cuales aducían una rara epilepsia psicótica que incurría en contradicciones.
El director Scott Derrickson realiza un filme de ambiente judicial que con contados flashbacks nos relata la pavorosa posesión sufrida por Emily. Que nadie se lleve a engaño. Los trailers inciden en una historia a tiempo real que omite cualquier referencia a un juicio, base principal sobre la que se cimienta la narración de la historia. De hecho Derrickson peca de introducir arquetipos tales como la abogada defensora agnóstica y el fiscal devoto, con el fin de urdir una trama que deriva a un estudio antropológico de la fe. Un filme que se contradice por defecto y por exceso, comercial e impostor, lleno de lagunas y de momentos vistos con anterioridad, en una palabra oportunista. Las campañas de marketing tienen estas cosas.
El que parece haberse tomado la película muy en serio es Christopher Young, un compositor comprometido con la imagen que ha regalado al género de terror momentos inolvidables. Su trabajo en “El exorcismo de Emily Rose” es absolutamente ejemplar. Ceñido a la imagen logra generar tensión, misterio y grandes dosis de horror. Cuando el filme lo requiere Young pone los pelos de punta sin alardes efectistas, sin sobresaltos y lo mas importante, consigue innovar el género con una partitura etérea, mágica, de todo punto mística en contraposición a los escalofriantes efectos que arranca de su paleta orquestal. Con ello intenta reflejar la evolución de una Emily que bascula entre el miedo a lo desconocido y una sumisión final aceptada como martirio, frente a lo brutal escondido en el mas allá, en lo intangible.
Young nos propone pues iniciar un viaje hacia el horror partiendo de la inocencia expuesta en “Prologue”, una pieza obsesiva que describe un mundo no natural, potenciado por el sintetizador y por el empleo de una voz femenina a cargo de Sara Niemietz que asocia al adolescente personaje sin intención por definirlo. Con “Emily Rose”, Young evoca una atmósfera insana, introduciendo quizás el único leitmotiv de la partitura, una serie de notas descendentes al piano que se ven asociadas con la aparición del elemento desconocido, de la propia posesión. No identifica al demonio, sino que funciona como aviso de la presencia sobrenatural. Con esos dos elementos, la figura al piano y el empleo de la voz, Young muestra la lucha interior del personaje, conectándolo al de la abogada defensora (“Interlude #1”) e identifica el sometimiento final que acontece con “First Possession”, donde la voz inocente da paso a los lamentos. Corte de pequeños detalles, donde los arpegios y trémolos a la cuerda generan angustia, el empleo de ecos brutalidad, en un crescendo continuo donde las voces se apagan entre acordes tensos. Lo brutal, lo desconocido acaba por engullir la inocencia del personaje, mientras unos glissandos finales dan paso a un breve motivo de cinco notas a la cuerda que definen por única vez la presencia corpórea demoníaca.
Con “Second Possession” la voz ya no se muestra inocente sino dolorida. Queda sepultada junto a otras, en un corte dominado por el misterio, por el sometimiento irremediable. Sin embargo la violencia se impone cuando el rastro de lo que fue Emily apenas se percibe en un ocupado ocupado por la entidad maléfica. Así en “Third Possession” la música es desasosegadora, la figura descendente al piano emerge mas explícitamente configurando la posesión definitiva, aquella que supone el final de cualquier vestigio de libertad en Emily. “The Exorcism” es el corte mas violento de la edición. Supone la lucha del mal por quedarse en el cuerpo de la protagonista. Consciente de ello, la figura al piano desaparece para siempre, mientras aterradores efectos dominan una orquesta en continuo caos.
Emily es consciente de su posesión y el score gira aún mas al misticismo. La protagonista cree ser una enviada de Dios para certificar la presencia del demonio en la Tierra. Delirios que Young convierte en sometimiento a la fé. “Interlude #3” evoca un motivo triste de tres notas al piano que reaparece en el corte final “For Anneliese Michel”, que junto a la funesta elegía de “Martyrdom”, suponen los únicos momentos donde el compositor concede agarre melódico al oyente.
El score es ejemplar en su ceñimiento a la acción, en la sutil introducción de metáforas narrativas. Ahora bien si de lo que se trata es de analizar una edición discográfica, “The Exorcism of Emily Rose” no puede ser un disco recomendable, puesto que no posee vida mas allá de las imágenes. Extenso, agobiante, fatigoso, atmosférico, su escucha aislada puede convertirse en ejercicio reservado a masoquistas o a admiradores de la generación de ambientes. Con esa dificultad añadida resulta muy difícil encontrar una valoración justa que aúne las virtudes y defectos del score. Según dicen, en el centro se encuentra el equilibrio.
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