Miguel Ángel Ordóñez
El guionista Shane Black (“El último Boy Scout”, “Arma letal”) homenajea, en esta su primera experiencia en las labores de dirección, las novelas baratas de detectives que leía en su infancia. Una constante que ha intentado reflejar de manera soterrada en su precedente labor de guionista pero que en esta ocasión adquiere una perfecta dimensión con las desventuras de un ladrón de poca monta, Harry Lockhart (Robert Downey Jr) que por azares del destino se ve envuelto en el casting de un thriller de detectives de próximo rodaje. Vuela a Los Ángeles y allí es asignado al detective privado gay Perry Van Shrike (Val Kilmer) para aprender de su rudo comportamiento. El destino, como en las novelas baratas en las que se centra el relato, provoca su reencuentro con Harmony Lane (Michelle Monaghan), amiga de la infancia que superada la treintena parece haber perdido el último tren de su vida. El oscuro suicidio de la hermana de Harmony involucrará a todos ellos en una verdadera trama novelesca donde una exhaustiva investigación se impone como la única forma de driblar a la pertinaz muerte oculta en los callejones de una ciudad sin lustre referente del desgastado sueño americano.
El paulatino encasillamiento del compositor John Ottman en géneros como el terror, el thriller o el cómic fantástico han lastrado una carrera forjada de esperanzadores inicios (“Usual Suspects”, “Incognito”, “Snow White…”, “Apt Pupil”) sobre los que se han cernido amenazadoras sombras (“Trapped”, “Ghotika”, “Hide and Seek”) que muestran su anquilosamiento en unas constantes musicales que aún dotándole de una personalidad especial, encierran una procaz tendencia al apunte sin desarrollo, a esquemáticas texturas que dejan al desnudo una cierta incapacidad melódica, un desarrollo temático efectivo y eficiente. Al contrario de las numerosas voces que denuncian problemas no solo de fondo sino de forma en los dos últimos trabajos de Ottman (“House of Wax”, “Fantastic Four”), me adscribo a los que piensan que ambos suponen un pequeño paso hacia delante por la sana intención de abandonar fórmulas repetidas en su tendencia al apunte sonoro, por dejar atrás un cierto aire autocomplaciente en su abotargados ejercicios de estilo, mas teóricos que emocionantes.
En “Kiss Kiss Bang Bang”, a pesar de que la historia centra su atención en las figuras del ladrón de medio pelo metido a actor y el rudo pero homosexual detective privado, Ottman apuesta por subrayar sutilmente las esperanzas e ilusiones de la desgastada Harmony, ofreciendo a través de la visión de esta la descripción ficticia de los otros dos. Así, su pasión por las novelas del detective Jonny Gossamer y por defecto su impresión sobre la figura de Perry Van Shrike son capturadas por un tema que incide en el misterio, deudor de los clichés asumidos por el film noir al emplear saxo y trompeta. El motivo de cuatro notas asociado al misterio es entregado a la madera (“Main Titles”) y se ve revestido de numerosas variaciones que potencian una cierta sensualidad con medido uso del silencio (“Surveillance Lesson”), obtiene arreglos funkys y urbanos (“They Took My Crickets”) o bien se asocia a los gags inevitables en la relación de los dos personajes masculinos haciendo tender la historia hacia la comedia (“Harry Smartens Up”, “Doggie Treat/First Kill”).
El otro tema principal se conecta con los recuerdos de Harmony, con la tristeza por la muerte de su hermana, por su apego al pasado y también por defecto a su visión sobre la figura de Harry Lockhart. El mejor corte de la edición, “The Fair”, presenta su tema de manera ingenua, infantil y dulce con empleo de coros, tras un inicio que recuerda al “Sneakers” de Horner y con un desarrollo final rudo y violento con empleo de staccatos al metal. Repetido casi sin variaciones en el corte “Whoa, Who´s This?”, este tema obtiene connotaciones románticas con el uso del piano en “Innocent Times”, se muestra ambiguo y frío con “Harmony Is Dead?”, trágico con empleo de cello y coro durante “Painful Pieces” o queda enfrentado a la tensión presente con la introducción de trémolos a la cuerda en “Harmony Sees a Clue”.
El tratamiento que Ottman da a la acción no se centra en orquestaciones rotundas sino mas bien en un ejercicio de constricción, discreto y tenso. Tras un breve homenaje a su score para “Usual Suspects” (“Dead Girl in Shower”), en el extenso corte “Saving Perry” el compositor denota especial interés por jugar con el misterio en la introducción de los metales y con el paso del tiempo en el uso de la percusión, semejando el avance de un reloj. Una cierta agresividad en el empleo de un ostinato en los trombones incide en el peligro al que se ven enfrentados los protagonistas, elemento que se desarrolla con mayor amplitud en “Harry´s Rage”, en especial por el empleo de disonancias al metal.
“Kiss Kiss Bang Bang” se presenta como un trabajo a medio camino evolutivo entre la frialdad de las constantes de estilo en Ottman y el intento por asumir posturas orquestales mas cálidas. Análisis clínicos con cierto compromiso pasional frente a un aburrido glosario de piezas de transición deudoras de la impronta mas autocomplaciente del compositor. En eso anda Ottman y cuanto antes se decida por una evolución definitiva en su estilo antes se liberará de ciertas dudas y clichés que afloran en la mayoría de sus trabajos de estos últimos años.
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