Pablo Nieto
En los tiempos que corren, la originalidad no es una de las virtudes más apreciables en el campo de la música de cine. En el Imperio de los temp tracks, el conservadurismo temático, la economía de medios, y la continua amenaza del despido, no es fácil moverse. No es momento para experimentos, y sí para solventar con profesionalismo cada encargo. Es aquí donde James Horner sigue siendo uno de los mejores.
Un compositor con una carrera musical tan brillante, a estas alturas no debería sufrir un juicio sumarísimo cada vez que se estrena su último trabajo. Pero si incluso John Williams ha de pasar por el aro, lo de Horner no debería extrañar. El problema es que con Horner hace tiempo que se pasaron los límites de la crítica constructiva, entrando directamente en el campo del descrédito, la mofa, e incluso el insulto. Aunque, haya cada uno con sus actos. El punto más álgido de la hipocresía anti-horneriana, se alcanza con “La Leyenda del Zorro”, criticando que el compositor haya reusado los dos temas principales de “La Máscara del Zorro”, el del Zorro y el tema de amor (tema central). Nos debemos estar volviendo todos los locos.
En fin, cambiando de tema, pero no de protagonista, tratemos de diseccionar un poco está secuela tan deseada, pero al mismo tiempo tan forzada. Deseada, porque el duelo interpretativo entre Catherine Zeta Jones y Antonio Banderas de la primera parte es de los que hacen época, y se echaba de menos. Forzada, porque el despido de los geniales guionistas Terry Rossio y Ted Elliot ("La Máscara del Zorro", "Shrek", "La Ruta Hacia el Dorado", "Piratas del Caribe") ha mermado y mucho la credibilidad de la cinta. Se esperaba una “Leyenda del Zorro” más carismática, con un guión que terminara de atar cabos, que mitificara la figura del heroe enmascarado de California, que ensalzara aún más la belleza de la siempre radiante Zeta Jones. El resultado es un film ideal para pasar una tarde en el cine, pero insuficiente y en ocasiones hasta ridículo. Es más, el cambio generacional de Diego de Ribera (Anthony Hopkins) por el hijo del Zorro, Joaquín es un absoluto fiasco.
No extraña que Horner optara por omitir cualquier tipo de referencia a nivel temático con relación a dicho nuevo personaje (como tampoco hiciera en la primera parte con el personaje de Hopkins, algo quizás si más cuestionable). James decide contar su propia historia, ayudar al film desde la evocación, y qué mejor evocación que la multiplicación de referencias temáticas a “La Máscara del Zorro”, para que el espectador se sienta cómodo escuchando el tema del Zorro o el tema de amor, incluso en aquellas situaciones en las que podría haberse optado por un mero subrayado descriptivo o algo más sofisticado. Pero he ahí el oficio y el saber hacer de un excelente compositor. El aficionado a la música de cine seguro que habría esperado algo más, y a buen seguro que lo podría haber ofrecido, pero de haberlo hecho la película se habría terminado de ir al garete. La música de Horner ayuda a mantener viva la llama del recuerdo de “La Máscara”, haciendo realidad “La Leyenda”.
El tema de amor de Alejandro y Elena (también tema central, y en ocasiones separando sus tres melodías principales, para utilizarlas por separado), y el tema del Zorro (esa “malagueña” reconstruida, claro homenaje a la tierra natal de Banderas) son dos de los motivos más inspirados y memorables de la carrera del compositor californiano. Y si antaño le sirvieron para agrandar su fama, ahora le han servido para conservarla.
A nivel de estructura musical en sentido estricto, si que podemos encontrar los necesarios factores de diferenciación respecto a su precedente. Este score es menos contundente y complejo, pero mucho más directo, dinámico y ligero. La influencia hispana en la música se multiplica, pero aquí consigue reconducirla integrándola como un elemento natural e inherente a la propia partitura orquestal, y no como un recurso meramente ambiental y curioso, y lo que es peor, desligado del resto del conjunto.
La necesidad de exprimir el tema del Zorro y de engañar con el tema de amor (utilizado incluso como tema de despecho), terminan por convertir a esta banda sonora en un señuelo para reivindicar la figura de Horner más allá de sus detractores, para alivio de sus numerosos seguidores.
“Collecting the Ballots”, primera pieza del film engarza con el ya mítico “The Plaza of Execution”. Evidentemente, arranca con la presentación de los metales interpretando el tema del Zorro, entre fuertes percusiones, palmeos, castañuelas, guitarras españolas, flautas de pan y sobretodo gran aparatosidad orquestal. De aquí pasaremos a un tema que mantiene la tónica de acción, “Stolen Votes”, en cierto modo emparentado estructuralmente con “The Ride” o “Tornado in the Barracks” de “La Máscara”
Aún así, que nadie se equivoque, las variaciones, los guiños de Horner son continuos tratando de romper un poco la monotonía temática y esa sensación de repetición, que podría ser confundida con falta de ideas o interés. “To the Governor´s… and then Elena” y “This is Who I Am”, potencian el lado romántico, pero también dramático de la historia. La ruptura del matrimonio, primero buscada y luego forzada por la gran conspiración que se cierne sobre California. La evocación del amor perdido. Todo ello es perfectamente indicado por Horner, potenciando las cuerdas, y evidentemente el tema de amor. Seguro que los que en el pasado disfrutaron con “Elena and Esperanza” o “Elena´s Truth”, no se podrán quejar de la potenciación del dramatismo introducido por Horner.
“Joaquin´s Capture and Zorro´s Rescue” es un universo de contrastes; primero un ejemplar pasaje de acción, de poderosas percusiones y agresiva utilización de la orquesta, y luego un suave pasaje con referencias al tema de amor, aquí usado como metáfora del amor fraternal. Y es que, aunque muchos alegaban que Joaquín habría necesitado un tema, ya hemos comentado en párrafos anteriores, que tematicamente habría roto la línea argumental de la partitura de Horner, y la coherencia con su predecesora (en cuanto a la ausencia de un tema para el personaje de Anthony Hopkins).
El elemento humorístico de la historia, la búsqueda del gag fácil de esta secuela (inteligente en su predecesora), puede tener reflejos musicales en cortes como “Proposal with Pearls/Perilous Times” o “Jailbreak/Reunited”, y entre medias de otras partes mucho más descriptivas, o meramente de acción.
“Dinner of Pigeon/Settling the Explosives” es una de las grandes sorpresas del score, manteniendo el tono de subrayado y tensión buscado en “Cortez Ranch” (un corte no exento de dramatismo), Horner construye una pieza ejemplar para describir la subtrama, introduciendo un nuevo motivo antagonista, de arranque contenido, pero que ira “creciendo”.
Tras la transición musical de “Mad Dash/Zorro Unmasked” y “Just One Drop of Nitro”, necesarios pero sin elementos nuevos a destacar con respecto a lo visto hasta ahora, nos adentramos en el clímax de la película, destacando especialmente “Train”, un antológico corte de 11 minutos, donde Horner vuelve a reivindicarse como el grandísimo compositor que siempre ha sido, escribiendo una pieza acción memorable, fresca, intensa, de ritmo prodigioso. Posiblemente de lo mejorcito de toda su carrera, con un predominio de la trompeta solista a lo Morricone, y unos giros korngoldianos que ya habría firmado el mismísimo John Williams. Sin duda, infinitamente mejor que los machacones 13 minutos del gran tema de acción de su predecesora: “Leave No Witnesses…”. Un tema apreciable, pero algo cansino. Todo lo contrario que este “Train”.
Para recuperarnos un poco del subidón de adrenalina musical, están “Statehood Proclaimed”, con una nueva reinvidicación del tema de amor, contenido y elegante (lógico, pues estamos en la secuencia en la que se proclama la anexión de California a los Estados Unidos), y los end titles aquí reconvertidos bajo el título “My Family is my Life…”; que arrancan con el aire desenfadado e hispano del tema del Zorro para posteriormente transformarse en el tema de amor, también central, de la película que llevará la voz cantante antes de entrar en el vertiginoso finale de palmeos y crescendo orquestal con la reaparición del tema del Zorro.
Los que disfrutaron con “La Máscara del Zorro” y se quedaron con ganas de más, más desarrollo y variaciones de los temas principales, más cohesión del conjunto, y sobre todo más frescura y dinamismo, ya saben que “La Leyenda del Zorro” les espera. Es difícil decir que es mejor que su predecesora, en parte eso sería tremendamente injusto pues esta juega con ventaja, pero si podemos afirmar sin tapujos que puede llegar a ser mucho más disfrutable. Lástima que de la película no podamos decir lo mismo.
|