José-Vidal Rodriguez
Tras esa irregular obra que es “Los Señores del Acero”, el director Paul Verhoeven y el compositor Basil Poledouris volverían a cruzar sus caminos en dos ocasiones más hasta la fecha. La última de ellas fue “Starship Troopers”, pasable filme de ciencia ficción con una sugerente banda sonora de Poledouris, famosa por dar origen a multitud de bootlegs. Pero 10 años antes, el holandés y el de Missouri disfrutaron de las mieles del éxito con una de los películas de acción más taquilleras y aclamadas de los 80, ”Robocop”. La conocida historia del policía mitad hombre-mitad máquina sirvió a Verhoeven para lanzar definitivamente su carrera en Hollywood, y le valió al compositor para escribir un acertadísimo score que cuenta, sin lugar a dudas, entre los mejores de su carrera.
El filme, imitado hasta la saciedad en posteriores producciones, es un trepidante ejercicio de cine futurista, ambientado en las calles de una decadente Detroit, regida en manos privadas por una corrupta multinacional de la tecnología, la OCP. Plagado de las abundantes dosis de violencia habituales en el cineasta, el guión se mueve entre dos temas ciertamente atemporales: el deseo de venganza y la lucha perpetua frente a la dualidad de caracteres, en este caso entre el impulsivo lado humano y el preconcebido como robot. Además, Verhoeven aprovecharía la ocasión para lanzar una crítica velada al way of life norteamericano del que tantas veces ha despotricado públicamente. Como curiosamente viene sucediendo con casi todas las películas del cineasta holandés, su banda sonora fue publicada por el sello Varèse Sarabende coincidiendo con el estreno del filme. Ya disponible en CD, ahora es reeditado para incluir cuatro breves cortes inéditos en forma de bonus tracks (la música que suena en cuatro de los pasmosos anuncios mostrados en el filme) y sobre todo, para corregir la chapuza de la anterior edición de 1987, que contaba con errorews en el tracklist y en la secuenciación de algunas pistas.
El score que escribe Poledouris es, en términos generales, vibrante y sumamente atractivo, sustentado principalmente en una dualidad de recursos adscrita a la propia historia: el lado humano es representado por el sonido orquestal, mientras que la avanzada tecnología del robot encuentra en la programación electrónica de Derek Austin su perfecta traducción. Incluso dentro de los instrumentos reales, la orquestación no queda exenta de curiosas soluciones, tales como la percusión metálica (!Across The Board”, “Robo vs. ED-209”), sonido éste logrado según cuentan, a base de golpes de martillo en el extintor del estudio de grabación.
El álbum arranca con las tres notas que representan los recuerdos del protagonista, preludio de un curioso “Main Title” en el que se incluye la sintonía del noticiario de TV que aparece en más de una ocasión. Acto seguido, la acción se apodera de las notas con el trepidante “Van Chase”, un magnífico corte rítmico donde Poledouris exprime al máximo su discurso sintético-orquestal; aún así, donde más frenético se revelará el autor es en el “Showdown”, pieza de gran dinamismo que describe el enfrentamiento final de Murphy con sus asesinos, a modo de revival de la persecución inicial del filme (y sentando así las bases del motivo dedicado al Boddicker), en la que Poledouris reutiliza por tanto parte del material del “Van Chase” subrayando aun más los paralelismos entre ambas escenas.
El rol de Robocop, entendido como la vertiente puramente tecnológica del personaje, tiene su traducción musical en el ”Rock Shop”, brutal fragmento con ciertas dosis marciales describe el asalto del policía cibernético al almacén de drogas en donde se esconde Boddicker. Un tema sencillamente soberbio (aún cuando en cierto pasaje recuerde la construcción rítmica del “Crystal Palace” de “Conan El Destructor”), y que con el tiempo se ha convertido por méritos propios en uno de los fragmentos más conocidos en la filmografía del compositor. Arranca con una sucesión de stacattos asociados a la violenta entrada a golpes de Robocop en el almacén, para después desarrollar en clave heroica el tema principal, mientras uno a uno van cayendo abatidos todos los enemigos que se interponen entre él y su asesino Clarence.
Cuando los intereses de la OCP se contraponen a un Robocop conocedor de la corrupción en la compañía, se activa de repente una 4ª Directriz programada en su memoria que le impide detener a cualquier alto cargo de la multinacional. Esta escena del robot colgándose a lo “Windows” en un error de sistema, la enfatiza Poledouris mediante un ostinato acuerdas y electrónica presidido en todo momento por la disonancia. En ese instante de debilidad del agente, el vicepresidente Dick Jones aprovechará para eliminarlo definitivamente, enfrentándole con otro poderoso engendro mecánico desarrollado por él, el “ED-209”. Una pelea de androides, espléndidamente rodada mediante las técnicas del stop-motion, que es resuelta con la música del corte 6 a base de un rítmo “mecanizado” asociado a los torpes movimientos del ED-209, de tempo mucho más pausado que en los anteriores motivos de acción.
Paralelamente a estos arranques de música frenética, las melodías de corte dramático copan también gran parte del trabajo, haciendo acto de aparición en los momentos más introspectivos del filme: en la muerte clínica del protagonista (”Murphy´ s Death”), en donde oiremos unos efectivos arpeggios de violines contrapunteando el peso de las trompas; cuando ya como robot comienza a sufrir pesadillas reveladoras de su lado humano (”Dream”); e igualmente, en aquellas escenas en las que rememora su pasado y revive alguno de los momentos de su vida en familia, como la visita a su hogar de antaño en el precioso “Home”, o incluso en el antiguo “Robo Tips His Hat”, retitulado en la presente edición como ”Care Package”, en donde el autor desarrolla una delicada elegía para la escena en que un Robocop reflexivo, se desprende de su casco y descubre lo que queda de su cráneo humano. Una secuencia que roza lo alegórico, en esa reafirmación final como hombre, para la que la música torna en sensible y cercana enfatiozando con ello este reencuentro del policía con su humanidad perdida.
Más dramática aun resulta la pista “Betrayal”, en donde Poledouris acude a los acordes del tema de Robocop mediante unas rasgadas cuerdas, para musicar las imágenes de un regimiento entero de los S.W.A.T. intentando abatir al androide bajo órdenes directas de su creador, la OCP (de ahí su título “Traición”).
Llegados a este punto, resulta inevitable hacer referencia a las polémicas manifestaciones que Leonard Roseman, autor de la música de “Robocop 2”, realizó sobre el trabajo previo de su colega Poledouris. Un Rosenman un tanto “chulesco” criticó airadamente el score por la supuesta falta de profundidad con la que el compositor afrontó el encargo, achacándole más preocupación por introducir efectos electrónicos que por dramatizar la trama como el filme requería. Algo absolutamente injusto y sorprendente, máxime comprobando los irregulares resultados de Leonard en la secuela, puesto que no en vano el gran acierto de la presente partitura radica en el uso modélico que de los sintetizadores realiza Poledouris. De este modo, aun cuando oiremos arranques electrónicos en todos y cada uno de los cortes del álbum, los teclados nunca llegan (salvo en el oscuro “Clarence Frags Bob”) a suplir a una orquesta, la Sinfonia of London, que por otra parte suena esplendorosa bajo la batuta de Howard Blake. Este uso comedido de la electrónica, como soporte de la orquesta antes que como sustituto, le acerca a la impronta del mejor Jerry Goldsmith de la época, y desde luego lo aleja de la irritante costumbre media ventures actual de incluir samplers de forma indiscriminada.
Pese a que quedan varios temas inéditos por ver la luz (sobre todo la interesante música que suena durante la primera patrulla nocturna de Robocop), la nueva edición de Varèse, corregidos los mencionados defectos de la anterior, supone una ocasión perfecta para acercarse a uno de los más sugerentes encargos escritos por el músico en la década de los 80. Así las cosas, tras el fallecimiento del maestro Goldsmith, en quien Verhoeven confiaba últimamente, esperemos que el cineasta recupere su relación con Poledouris para ofrecernos futuras colaboraciones tan inspiradas como la presente.
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