Miguel Ángel Ordóñez
Avalada como la película oriental con más presupuesto del año, “Qi Jian” narra la ascensión al poder de los manchúes durante el siglo XVII en China, instaurando la dinastía Ching. Los focos nacionalistas rebeldes se concentran en la última frontera: la Villa Marcial, donde van a parar siete hábiles espadachines que defienden el último bastión de la identidad de un pueblo en extinción. Dirigida por el vietnamita Tsui Hark, que cuenta con 40 películas en su haber, la cinta se presentó en nuestro país durante el último Festival de Sitges.
Para esta superproducción se ha contado en la realización de la banda sonora con el músico japonés Kenji Kawai. Conocido por sus aproximaciones electrónicas y ambientales, Kawai saltó a la fama con su etérea composición para la fábula futurista “Ghost in the Shell”, donde sentaba las bases de su universo onírico particular en el empleo de sintetizadores y voces. De mayor interés, “Avalon” le permitía demostrar cierta destreza en el empleo de una orquesta sinfónica, en este caso la Filarmónica de Varsovia, aún manteniendo un excesivo apego a concepciones musicales propias del new age. Estilo musical del que ha sabido sacar partido con las desconcertantes “The Ring” e “Innocence” realizando ejercicios narrativos planos que funcionan con imágenes que provocan desasosiego, llegando a alcanzar sus mejores logros en la serie “WXIII Partlabor” al crear un universo opresivo en el que cabía destacar el maravilloso tema compuesto para sus créditos finales, en gran medida gracias a la aportación del Uchida Group a la cuerda.
Con estos antecedentes resultaba curioso observar como Kawai redefiniría su estilo en un filme de samurais fechado tres siglos atrás. Lo cierto es que no observamos avances sustanciales, puesto que ha continuado confiando en los elementos electrónicos, aderezados con una reducida orquesta de cuerda y metales, la ilustración de gran parte de su trabajo en “Seven Swords”, si bien es cierto que apostando por la melodía y alejándose, en cierta medida, de las asfixiantes atmósferas que hasta ahora había transitado.
Kawai divide la partitura en tres segmentos diferenciados. El primero en importancia es el referido a la temática de acción. Aquí, combina un pretencioso apoyo percusivo electrónico con scherzos a la cuerda dinámicos y vivaces. A pesar del fuerte dinamismo inspirador de cortes como “Massacre Raphsody”, “Trial and Conquest”, “The Attack Aftermath” o “The Final Sword Battle/The Dragon vs. the Transience”, el anacronismo abusivo impuesto por Hans Zimmer y sus chicos, los Mediaventures, en sus acercamientos al cine histórico son la fuente real que utiliza Kawai para crear un universo musical exento de dramatismo, plano en su continuidad narrativa pero poderoso y retentivo gracias a su simplicidad. Así, el tema central del filme, un motivo de dos notas (“The Spirit of the Swords”, “Seven Swords´ Victory”), se adscribe a estas constantes simples pero agradables, exentas de complejidad y destinadas al mero entretenimiento.
Un segundo bloque, el más deudor a su estilo, lo constituye el empleo de una música etérea, mágica, que funciona como elemento místico del relato. “Woman from Yonder” abona el terreno al uso de instrumentación étnica, mientras “Fire from Heaven/Mount Heaven Serenade” se apoya en el empleo de una voz femenina para generar una cierta ambientación contemplativa que acaba por estancarse en sus débiles propuestas. En ocasiones, Kawai acude a la generación de ambientes tensos donde muestra defectos de forma al entregarlos al simple empleo de acordes misteriosos, mostrando su incapacidad para construir temas de transición (“Ambush in the Mist”).
Por último, el elemento romántico nos muestra a un Kawai poco comedido pero emocionante. Primero con la elegía de “In Search of Beauty in Life”, un bello tema donde se acerca a la tragedia con una melodía simple pero eficaz, mas tarde con la brevísima “Going Home” donde crea una delicada pieza étnica de indudable romanticismo. Los mejores momentos del score aparecen con “Setting the Horses Free”, donde una triste y bella melodía conducida por voz sampleada desencadena un arrebatador y hasta pretencioso empleo de la cuerda, y en “Children at Dawn”, donde tanto los coros infantiles como la flauta desarrollan un bellísimo corte bucólico que sirve de ejemplo del interés primordial de Kawai por construir piezas que funcionan al margen de las imágenes, a costa de eliminar la verdadera función dramática de la música cinematográfica.
No cabe duda de que “Seven Swords” es un disco agradable y entretenido, deudor de un compositor que se siente músico más que compositor de cine.
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