Miguel Ángel Ordóñez
George Pal ha sido para el cine fantástico lo que Cecil B. De Mille para el histórico. Un visionario empeñado en crear mundos de fantasía al que transportar al sorprendido espectador de mitad del siglo pasado, ajeno a realidades cada vez mas cercanas. Húngaro de nacimiento, se trasladó a Alemania para ingresar en los estudios UFA como diseñador de producción y de ahí, con la llegada de la Segunda Guerra Mundial, a Inglaterra hasta su salto definitivo a Hollywood en 1943. Antes de su labor como director y productor de filmes fantásticos, Pal se inició en la animación con sus famosos Puppetoons. Técnica que le valió un Oscar honorífico y que suponía capturar 30.000 fotografías de muñecos (usualmente de madera) para lograr cortos de 8 minutos desarrollando las posibilidades del 3D.
Al inicio de los 50 movilizó sus energías al campo de la ficción, produciendo filmes que se convirtieron en un éxito rotundo, en especial “La guerra de los mundos” y “Destino: La luna”. En 1958 da el salto a la dirección con “Tom Thumb” realizada en Inglaterra, para dos años mas tarde firmar su película más recordada: “The Time Machine”. Basada en la obra de otro visionario, H. G. Wells (del que ya había adaptado “La guerra de los mundos”) es una fantasía victoriana donde un hombre (sin nombre en la novela de Wells, el propio H. G. Wells en el filme de Pal, como homenaje a su prolífica inventiva) construye una máquina del tiempo donde avanza en un futuro amenazador de guerras y conflictos hasta recalar en un mundo donde dos razas (los pacíficos Eloi y los caníbales Morlocks) demuestran la encrucijada a la que acaba conducida la raza humana. Ingenuo en resultados, “The Time Machine” es un filme agradable que destaca por su interesante ritmo narrativo y por unos adorables efectos especiales al mando de sus colaboradores más estrechos: Gene Warren y Wah Chang.
Russell Garcia estudió composición con nombres de la talla de Ernest Toch y Mario Castelnuovo-Tedesco antes de enrolarse en una banda de bailes de salón como trompetista. Tras un inicio desalentador en el cine en una película de cuarta categoría llamada “Radal secret service”, su participación como músico y arreglista en “The Glenn Miller Story” en 1952 va a ser providencial para su establecimiento en el medio. Apadrinado por Henry Mancini en 1953 firma un contrato con la Universal por un período de 15 años. En realidad Garcia trabajó en numerosos proyectos donde casi nunca era acreditado. Sus inquietudes modernistas provocaron que en 1958 lanzara con el sello Liberty Records un álbum conceptual llamado: “Fantastica: Music from outer space”, donde mezclaba sinfonismo y efectos de sonido. Este referente llama la atención de Pal que decide contratarle para “The Time Machine”, donde pensaba no solo en el poder evocador de la música, sino en su unión con efectos y ruidos que la dotaran de un plus realista.
Sin embargo Garcia comprobó bien pronto que sus demos no eran lo que buscaba Pal. Su tendencia al modernismo, sus piezas avant-gardé no le entusiasmaban hasta que decidió cambiar de táctica y ofrecer sencillas piezas folk que despertaron la admiración del director. Un contrasentido si en realidad había sido contratado por su vanguardista álbum conceptual. Tras ese entusiasmo el trabajo de Garcia fue completamente libre por lo que el resultado final conjuga tanto el convencionalismo deseado por Pal como las texturas más modernas buscadas por Garcia.
El score se construye en base a siete secciones temáticas esenciales. El motivo asociado a Wells (Robert Taylor) es una rica melodía noble y exuberante que oiremos durante los créditos (“Credits”) y que muestra toda su ceremoniosidad en “Time Return”. Lo cierto es que se trata del tema más recurrente de la edición, adquiriendo su mayor peso cuando el protagonista encuentra en el mundo futuro a su media naranja, Weena (Yvette Mimieux), convirtiéndose en tema de amor donde el empleo fluido de cuerdas románticas redefinen su significado (“Weena”, “Reminiscing”, “The Time Traveler” en su más adusta rendición con contrapunto de cello). Wells y su máquina del tiempo quedan unidos bajo el mismo material temático, salvo la introducción de una idea para la puesta en marcha de la maquinaria, donde Garcia acude a un motivo de tres notas a la celesta (“All the Time in the World”) que ofrece una variación para orquesta durante el corte “The Time Machine” simulando el potencial necesario para el viaje más longevo en el tiempo.
El amigo mas incondicional de Wells, Fillby (Alan Young) queda asociado a una delicada pieza victoriana de aire folk, que ejemplariza la amistad de ambos en la maravillosa “Warm Friends” fusionada sobre el tema de Wells. La pieza adquiere protagonismo durante la partitura emergiendo a modo réquiem y con carácter funesto en “A Good Friend Gone”, evocador al inicio del “End Title”.
La temática más convencional asociada a los personajes principales da paso a un marcado acento modernista cuando Garcia aplica estructuras complejas en la orquestación alrededor de los momentos oscuros del filme. Para los Morlocks el acercamiento es nervioso y tenso como reflejo de su canibalismo, aplicando el compositor un ostinato a la cuerda con contrapunto de metal (“Morlocks”). La temática de acción asociada a estos malvados mutantes suponen el momento mas imaginativo y violento de la partitura, un enérgico muestrario de ritmos sincopados donde la introducción de los timbales genera fiereza y angustia (“Rescue”, “Fight/Escape”).
Por último el diseño de ruidos y efectos dotan al trabajo de un sorprendente toque realista (“Main Title”), buscando momentos cómicos y bufos (“People Scurry/Fast Change”) o aderezando el mejor corte de la edición, “Beautiful Forest/Fear” donde una idílica melodía impresionista para oboe y cuerda da paso a un vibrante ostinato de tres notas que aprovecha Garcia como punto de partida para acelerar el ritmo frenético de la orquesta incluyendo staccatos al metal.
“The Time Machine” es un delicioso trabajo de un compositor que abandonó los sinsabores de una industria, que nunca confió en él, para encontrar sentido a su existencia en los paraísos terrenales de la lejana Nueva Zelanda. Un viaje en el tiempo donde este eloi dejaba atrás a los morlocks que manejan el cine.
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