José-Vidal Rodriguez
Otro score más de James Horner y una nueva ocasión para la polémica. Como viene sucediendo desde hace tiempo con cada nuevo trabajo suyo, los amantes y detractores del compositor californiano ya se han preocupado por colapsar los foros de internet alabando o, en su caso, denunciando, las virtudes y defectos de este ”Flightplan”.
A expensas de oir la secuela de “La Máscara del Zorro”, y muy pendientes de las desavenencias entre el músico y el director Terrence Malick en la esperada “The New World”, Horner se descuelga aquí con un trabajo de escucha difícil, alejado de su vena melódica e influenciado por el ambiente opresivo del filme.
Dirigida por Robert Schwentke, “Flightplan” narra la claustrofóbica búsqueda de una madre cuya hija ha desaparecido en pleno vuelo Berlin-Nueva York, sin dejar rastro y sin que prácticamente nadie de la tripulación crea la rocambolesca historia de que la niña podría haberse perdido a 30 mil pies de altura. Más que nada porque la cría no sólo no figura en la lista del pasaje, sino que además el piloto del avión confirma que falleció días antes junto a su padre. Jodie Foster interpreta a Kyle Pratt, la viuda y madre desesperada que empieza a dudar incluso de su propia cordura, pero cuya tenacidad le hará remover cielo y tierra para resolver este sorprendente enigma.
A la vista de tan curioso argumento, Horner basa su obra en dos premisas fundamentales: potenciar el entorno angustioso de la historia, con el reducido espacio de un avión como escenario casi exclusivo de la trama, y a la vez identificar con su música el sentimiento de ansiedad y paranoia de una Foster desbordada ante la increíble desaparición de su hija y los sucesos que la precederán. Objetivos ambos que, en términos generales, logra transmitir al espectador, pero acudiendo una vez más a las formas y tópicos que ya todos conocemos en el compositor.
Siendo justos, hay que tener en cuenta que no es ésta una obra que se preste al resurgir del mejor Horner de los 80. Un thriller opresivo, que pide a gritos una aproximación musical áspera y por momentos básicamente ambiental, no es el marco propicio para rescatar al autor jovial de los inicios. Es por ello que el oyente habrá de valorar la partitura en su justa medida, sin esperar grandes alardes líricos que no caben aquí, y teniendo en cuenta además que la oscuridad y la disonancia son las pautas sobre las que inevitablemente se asienta el score (similar a lo acontecido en su anterior “Casa de Arena y Niebla”).
En este sentido, el músico sale airoso respecto a esta recreación de “ambientes cerrados”. Las cuerdas presentan aquél entorno claustrofóbico como un escenario agobiante, hipnótico, mientras que son los golpes de percusión y un contundente piano los encargados de desarrollar los momentos agresivos del score, normalmente en forma de staccatos en la más clásica línea de suspense. Es de los pocos encargos del autor en los que no intervienen prácticamente los metales, siendo suplidos con el abundante (y en ocasiones excesivo) uso de la percusión.
Pero la sensación de cuadriculez en las formas de composición actuales de Horner impide calificar el score como algo más allá de una obra correcta y funcional, a pesar de la incuestionable complejidad de la misma. Algo que nos lleva de vuelta al eterno debate sobre la creatividad del autor: ¿estilo propio o autoplagio?. Desde luego, una cosa es la impronta identificable de cada músico, y otra muy distinta es la reiteración de esquemas rítmicos y melódicos en la que se encuentra sumido últimamente el californiano. Así las cosas, Horner tira de nuevo de hemeroteca y vuelve a reutilizar frases y recursos que nos sabemos ya de memoria; incluido ese instrumento oriental del que parece no separarse, la flauta étnica.
Las referencias a partituras anteriores no son pocas: en la fusión de cuerdas y percusión como forma de acrecentar la tensión, recuerda -y mucho- a su “Apolo XIII” (otro filme impregnado de esa atmósfera cerrada y agobiante), sobre todo en el corte “Creating Panic”; el manejo de la percusión metálica es muy similar al oído en “Aliens”; varias intervenciones del piano son calcadas a ciertos pasajes de “El Informe Pelícano” o “Sneakers”, etc. En definitiva, no es ni mucho menos un prodigio en originalidad, y sí más de lo mismo.
Además, un tema central demasiado simple, compuesto por tres notas que ya aparecen en la parte final del “Leaving Berlin”, da buena muestra de este conformismo horneriano actual que a tantos desespera. Eso sí, aun cuando la melodía es tan básica que en otro músico resultaría aburrida, Horner la sabe adornar y “estirar” como nadie para que parezca más elaborada, dotándola además de gran efectividad melódica al utilizarla como contrapunto del resto de material disonante. En el dramatismo de “Opening The Casket” y “So Vulnerable” apreciamos claramente esta técnica.
“Carlson´s Plan” deriva en un afortunado corte de acción, que por momentos nos descubre a un autor algo más fresco. Arranque musical interesante hasta que Horner, a partir del cuarto minuto de duración, vuelve por sus fueros e introduce en su parte final esa melodía dramática con acompañamiento coral tan tributaria de “Titanic”.
Nadie puede dudar a estas alturas que Mr. Horner es un espléndido músico de cine. Su curriculum le avala. No obstante, obras como la presente plantean una curiosa paradoja: aún tratándose de una aproximación musical acertada y que se amolda seguramente lo requerido por el filme, en su escucha aislada descubrimos a un autor anclado en formas musicales tan reiterativas, que no hacen sino restar interés a este tipo de trabajos. De hecho, la conclusión a la que muchos aficionados llegarán oyendo el disco es la siguiente: uno parece estar más pendiente en descubrir en qué otro filme usó el autor cada recurso, que en la propia calidad musical de la partitura.
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