Miguel Ángel Ordóñez
La realidad enfrentada al concepto de mito. La búsqueda de la propia identidad enfrentando al hombre moderno y a las sociedades incivilizadas en los albores del siglo XX. Los caudillos explotadores que asumen el rol de dios-hombre. Temas recurrentes en las dos novelas-ensayo mas personales de ese genio de la literatura conocido como Joseph Conrad: “El corazón de las tinieblas” y “Lord Jim”. En realidad este polaco, nacionalizado británico, refleja parte de su vida, de su propia lucha personal, desde que huérfano a los diez años se enfrenta a un mundo hostil y emprende, tiempo después, un viaje iniciático de 20 años enrolado en un barco. Sus héroes solitarios que necesitan de un impulso vital que de sentido a su existencia, Benjamín Willard en “El corazón de las tinieblas” y el propio Lord Jim, inician un viaje río arriba (como Conrad en sus años en el Congo) donde descubren el deseo del hombre blanco por alcanzar el estatus de mito: el Coronel Kurtz en “El corazón de las tinieblas”, el General a secas en “Lord Jim”, semidioses que hay que cercenar en una actitud contestataria entroncada con la lucha propia del autor durante la revolución rusa.
Apasionado de la literatura conradiana, Richard Brooks realiza “Lord Jim” haciendo hincapié mas en los elementos aventureros del relato (localizado en el archipiélago malayo) que en sus premisas existencialistas. Un cierto contrasentido que se desvanece teniendo en cuenta la fecha de producción del filme, un 1965 donde cierto liberalismo triunfa sobre las mentes más conservadoras del universo fílmico americano, y en cuyo visionado pausado se adivina gran parte de la simbología de Conrad, algo sobre lo que se centró mucho más explícitamente Francis Coppola en “Apocalypse now”, adaptación que traslada el África indeterminado de “El corazón de las tinieblas” al Vietman de los 70.
En una de sus últimas obras para el cine (tan sólo la entretenida “Camino de Oregón” y “Tobruk” tienen cierto relieve en el crepúsculo de su carrera), Bronislau Kaper, que había dejado la MGM años atrás siendo reclamado por el propio Brooks para este “Lord Jim” gracias a la buena relación mantenida por ambos durante la postproducción de “Los hermanos Karamazov”, realiza un score de solvencia que se circunscribe a ciertos pasajes convencionales en su acercamiento a la acción pero con un excelso tratamiento de los dos temas centrales del filme abandonando las posiciones conformistas imperantes en el cine de aventuras de la época y encontrando vías alternativas donde realizar una reflexión mas espiritual del personaje central en función de su propio idealismo, gracias al empleo del gamelán y al uso de texturas romantizadas en la cuerda. Así queda expuesto en el maravilloso “Main Title” donde la melodía asociada a Peter O’Toole aparece en todo su esplendor, sirviendo de base para analizar las diferentes fases del viaje iniciado por el protagonista: se muestra heroico y excitante en su despertar al mundo (“The Fire”), agresivo y contradictorio en su enfrentamiento con el caudillo (“Sunrise, Victory and Celebration”), o consigo mismo en el reflexivo y delicioso “A Man in Search”.
Kaper dosifica ejemplarmente ciertos elementos de tensión dentro de una partitura que se mueve entre luces y sombras. La oscuridad del personaje se hace patente en un corte de fuerte raíz psicológica donde prevalece un uso musical etéreo y disonante emparentado a sus deseos por desertar (“Patna”), mientras el inicio de su viaje conjuga atmosféricos cantos balineses junto a formas tensas y estructuras piramidales al metal puestas de moda por los dodecafonistas, en especial por su máximo exponente cinematográfico: Leonard Rosenman (“River Journey”).
Los momentos de luz se circunscriben a una bellísima elegía reservada para las esperanzas y sueños de Jim (“Compassion”) y a la introducción del segundo motivo en importancia del filme, el tema de amor que ilustra la relación de Jim y una nativa de las islas. El hallazgo de Kaper se centra en dotar a esta bellísima melodía de un claro aire occidental buscando mostrar mas que un sentimiento de amor, un evocador recuerdo al lugar de nacimiento de Jim (Islas Británicas), acordes de una tierra que como la chica constituyen su único momento de paz interior dentro de una existencia llevada al límite. Melodía que se presenta noble y triste (“The Girl From Patusan”) y que obtiene una rendición completa en el corte “The Color of Love”, de menor intensidad lírica, presagiando el funesto destino del personaje.
Junto a este admirable trabajo, FSM acompaña la edición con la partitura de aventuras “The Long Ships”. Dirigida por Jack Cardiff, esta coproducción americana-británica-yugoslava obedecía al intento de obtener el mismo éxito recaudatorio que años antes había conseguido el film de Fleischer “Los vikingos”. De temática similar el filme yerra en su intento por hacer creíble un viaje oceánico desde tierras nórdicas hasta el exótico Marruecos. Protagonizada por Richard Widmark y Sydney Portier, la única presencia yugoslava como cuota parte de su coproducción es la del compositor Dusan Radic. Con otro score realizado para una película de habla inglesa, la endeble “Genghis Kahn”, la carrera de Radic se circunscribe a su país natal, lo que no debe entenderse reñido con su alta preparación musical gracias a sus estudios con los grandes Darius Milhaud y Olivier Messiaen. Lo cierto es que el trabajo de Radic para “The Long Ships” puede considerarse como plano referido a un nivel dramático. El agresivo tema central, una marcha de cinco notas, se asocia a los vikingos en su sofisticado empleo de las trompas sobre cierto primitivismo expresado con trémolos en la cuerda (“Main Title”), mostrándose triunfante en el corte “In Search of Golden Bell”.
Más interesante aún, una serie de cortes nos remiten a la música de Korsakov y en especial al monte pelado de Mussorgsky. Acordes frenéticos que ejercen de contrapunto al tema central pueblan “Testing the Long Ships”, acudiendo a las mismas estructuras musicales rusas que muchos años más tarde adoptará Danny Elfman en su “Bitelchus”. Esta misma melodía pero con tono más dramático puede observarse en “The Golden Bell”, sufriendo variaciones en un aire más festivo con “The Mare of Steel”.
Hasta aquí lo interesante de un trabajo que se vuelve anodino en su obsesivo aire procesional asociado al personaje de El Mansuh (Portier) y monótono en las partes donde se potencia la tensión y la mera descripción de situaciones.
Acudiendo al catálogo Colpix, FSM presenta dos obras de desigual valor: la espléndida “Lord Jim” junto a la interesante por momentos “The Long Ships”. Frente al sonido nítido de la primera, el falso estéreo y el molesto ruido de fondo de la segunda resultan poco entendibles teniendo en cuenta que dichos defectos no eran tan visibles en la edición realizada por la fantasma Ticker Tape luxemburguesa hace unos años, CD que realmente alcanzaba su verdadero interés por la inclusión de la última partitura del maestro Victor Young, “Omar Khayyam”.
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