Ignacio Garrido
Resulta curioso comprobar como el nombre de Brian Tyler, inicialmente prometedor gracias a trabajos como la estupenda “Timeline” o la correcta aunque sobrevalorada “Frailty” ha preferido seguir derroteros mucho menos interesantes y en líneas generales casi totalmente insípidos (véanse las muy escasas “Godsend” o “Darkness Falls”), cuando no optar por trabajos a medio camino entre el acierto y el error como “Paparazzi” o “The Hunted”. En cualquier caso la apreciación de bandas sonoras cuya base y grueso de composición viene dada por un temp-track tan reconocible que casi causa la confusión en el oyente, tienen difícil el superar los requisitos mínimos teniendo en cuenta que la integridad y talento del creador deberían superar las limitaciones de una orientación audiovisual exacta.
No obstante si ni siquiera los grandes autores de la música cinematográfica son capaces de burlar las exigencias de lo impuesto por los productores ni escapar del yugo de la facilidad de lo previamente imaginado (recordemos los casos de Trevor Jones y su olvidable “Around the World in 80 Days”, Newton Howard en los temas centrales de “Emperor´s Club” o “Treasure Planet” e incluso el maestro Williams en “Revenge of the Sith” donde incomprensiblemente bebía de las fuentes estilísticas de Howard Shore para “El señor de los anillos” en uno de los momentos tan decisivos del score como "Anakin´s Dark Deeds"), no habremos de escandalizarnos si un compositor de segunda fila venido a menos como Tyler, abraza sin concesiones la transformación del temp-track de esta “Memoria de los muertos” (cuyo título en español por una vez mejora el original) en un recorrido de corta y pega por nombres tan populares como el insigne John Williams, Danny Elfman o James Newton Howard, pasando a referencias a obras menos populares, pero igualmente expoliadas sin escrúpulos por el compositor como nuevamente y al igual que en “Paparazzi” la banda sonora de “The Insider”, aunque en esta ocasión el plagio se centre en la música original de Lisa Gerrard y Pieter Bourke.
Quizás no merezca la pena pasar revista a todos y cada uno de los elementos de “The final cut” en los que se pueden hallar similitudes a otras composiciones cinematográficas, ya no solo por lo innecesario de la maniobra para evidenciar las carencias de Tyler y los defectos de este trabajo en particular una vez citado su gran lastre, sino porque el hacerlo corte por corte supondría un recorrido demasiado largo por la reiteración de la misma idea y podría con ello además darse pié a criticar de esta forma cada nuevo trabajo de todo autor y no siempre sería acertado (véase que esto mismo en el caso de Horner y la música clásica nos llevaría al suicidio). No obstante, a continuación sí me gustaría destacar las obras de más evidente calado en la “Memoria de Tyler” para este film y que podemos escuchar claramente una vez que nos hemos aventurado en su audición.
La referencia fundamental para este trabajo es sin ninguna duda John Williams y concretamente dos de sus más recientes trabajos de los últimos años, tan excelente y sorprendente uno como pobre e irregular el otro. Se tratan de la sobrevaloradísima, decepcionante y francamente floja “Minority Report” y de su delicada, imaginativa y exquisita composición para “Inteligencia Artificial”, ambas acreedoras eso sí de esa sonoridad williamsiana (que diría mi amigo David Rodríguez Cerdán) que tan bien les vienen a ambos films, extraordinarios lo dos cada uno en su vertiente, y que entrando en materia en el caso del corte “The Final Cut Main Title”, se puede apreciar sin esfuerzo concretando el corte de “Minority Report” (“Precrime to the Rescue”), cuyo motivo circular (con el estilo inconfundible y sello del señor Williams) es calcado y estirado por Tyler hasta desarrollar una especie de overtura que se repetirá en varias ocasiones a lo largo del score. No contento con “tomar prestado” este elemento, un segundo motivo de la partitura hace su aparición en el tema “Fletcher the Cutter" y posteriormente en “Rememory” adaptando en este caso el tempo, sonoridad y cadencia del tema central de “Inteligencia artificial”, especialmente en su aparición en el corte “Where Dreams Are Born” al que evoca sobremanera y sin dejar lugar a dudas de la fuente, aunque sin llegar a plagiar también la melodía (¡eso ya habría sido el colmo debió pensar el señor Tyler!).
No contento con semejante demostración de creatividad y talento (el compositor eso sí varía la orquestación e introduce ocasionales elementos electrónicos que dan cierto colorido a la obra, así como solventes variaciones en las codas de los temas y similares maniobras), pasa a continuación a puntear pasajes de obras tan dispares como “Flatliners” de Newton Howard o “Nightbreed” de Elfman y de nuevo a calcar otro tema de “The Insider”, en ese caso “Dawn of the Truth” de Gerrard y Bourke como se mencionó antes en el corte “Tattoo Parlor”.
Asimismo y pese a mostrarse efectivo en la transformación de dichos temas hasta convertirlos en parte de un todo sin nada que les de cohesión con coherencia, Tyler no puede sino claudicar en la inutilidad musical del resto no plagiado de la partitura, tanto por lo repetitivo de los momentos de suspense (mil veces repetidos ya en “Godsend” o en “Darkness Falls”) como en lo pobre de su propuesta melódica, donde por salvar solo podría salvarse algún momento como “Violation” (probablemente el mejor tema de la banda sonora y el único salvable). Incluso por momentos la audacia sonora de Jon Brion parece hacerse eco en el juego de referencias de Tyler en su experimental uso de los teclados, aunque este es un espejismo que desaparece pronto.
Igual de innecesarias se antojan las canciones compuestas por el compositor para el film y que operan de música diegética en diversos pasajes del film, cuya trama debía haber inspirado mucho más a Tyler y a cualquier otro compositor, al desgranar la posibilidad de realizar un trailer montado a base de recortes de los recuerdos de toda la vida de los muertos recientes y que gracias a un maestro del montaje y la tecnología (el protagonista Robin Williams), Fletcher, se ha convertido en un arte, tan solicitado que le obliga a aislarse del resto de seres humanos descubriendo un oscuro secreto en su último cliente. Por desgracia esta interesante premisa no parece ser suficiente reto para un Tyler que se limita a seguir como un zombie las directrices del temp-track y del director, que en un arrebato de desidia se atreve a empeorar la opinión sobre esta partitura al dedicarle en la carpetilla interior del booklet unas patéticas palabras que no logran sino acrecentar hasta casi lo imposible la sensación de timo.
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