Miguel Ángel Ordóñez
El thriller político ha sido un género que los italianos han sabido explotar durante las décadas de los 60 y en especial, los 70. ”L´Ultimo uomo di Sara” es un ejemplo del desmedido abuso pertrechado por directores sin un mínimo de talento como la firmante del guión, historia y dirección de este engendro, por llamarlo de alguna manera, llamada Maria Virginia Onorato. Un filme hermético que asiste a la desintegración del matrimonio de la protagonista y que juega con su asesinato con un fuerte trasfondo político a cuestas.
En las escuetas carpetillas del CD que suelen acompañar los productos de la compañía italiana GDM, una breves palabras del maestro Morricone nos ponen sobre la pista de los largos cuarenta minutos que depara la grabación: “Este es uno de mis mayores esfuerzos a la hora de acoplar ruidos en la misma dirección de la música, puesto que yo y la directora acordamos que la música debía formar parte de la acción”.
En este tipo de experimentos donde Morricone se mueve como pez en el agua (recordemos su infumable “La propietá non e piu furto”), estas frases predisponen de manera negativa al conocedor de la amplísima obra del maestro romano. El disco se abre con la prototípica canción que durante los 70 constituía parte principal de la música ligera transalpina exportable a países como el nuestro, un tema compuesto por Morricone y con letras de M. Ligini. Carmen Villani, ligeramente desafinada, se encargaba de dotarla de cierta emoción con su indefinida voz.
A partir de aquí la experimentación se apodera del resto del trabajo. “Quasi Rock” incide en este aspecto quedándose a medio camino entre el rock y el abusivo y reiterativo acorde único, a modo percusivo, tan asociado a la figura de Morricone en filmes de este tipo, sumergiéndose entre oscilantes ruidos de fondo y efectos poco dramáticos. “Stanlio e Ollio” es un rag cómico, bufo, más cercano a mamporros del cine de Mack Sennet que a un thriller declaradamente político. A “Scale” presta incomprensiblemente su voz Edda Dell´Orso en un absurdo juego con la escala musical, sin ningún tipo de sentido. La palma a tanta estulticia la pone el corte “Topi”, con sus efectos rallantes a la cuerda que provocan auténtico daño en los oídos.
Si no fuera bastante una serie de temas que llevan el título unitario de “Informale” versionan el tema político de único acorde presentado en “Quasi Rock” abusando desmedidamente de los efectos. Primero en “Informale III” empleando un ridículo grupo de voces sobre fondo de efectos que generan pesadilla en el oyente. Peor lo tenemos en “Informale IV” donde los insoportables chillidos de una rata y unas sirenas policiales provocan un profundo malestar. La pesadilla no acaba puesto que “Informale V” juega con lo mismo pero utilizando golpes de efecto martilleantes e “Informale VIII” nos tortura con un teléfono descolgado todo el rato.
La quema total se salva ligeramente con la atonalidad atractiva en la cuerda de “Archi” y la convencional melodía religiosa para órgano y coros de “Requiescant”.
Como a este crítico no se le ocurre con qué más puede alabar este trabajo (sic), solo cabe decir que se trata de lo más espantoso compuesto por el maestro. Una desgana tan absoluta no la recordaba en su excelsa filmografía desde hacía muchísimo tiempo. Una desfachatez querellable ante una asociación de consumidores.
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