Pablo Nieto
Tras la extraordinaria propuesta musical de “Sin City”, la nueva colaboración del trío: Rodríguez, Debney y Revell era esperada con enorme interés. Sin embargo, “The Adventures of Shark Boy and Lavagirl in 3-D” no puede ser más decepcionante. Un score de saldo, construido sobre horrorosos samplers orquestales que atentan contra el buen gusto.
La verdad es que no se sabe muy bien de doónde viene la obsesión de Rodríguez por este tipo de “pelis” de niños superhéroes. Si bien hay que reconocer que “Spy Kids” era un divertimento original, tanto sus continuaciones como este híbrido galáctico de estética hortera, para lo único que sirven es para manchar, innecesariamente, el expediente su director. Más “Sin City” y menos 3-D casposo.
Tanto el score, como la película son malos con ganas, insufribles de principio a fin, irritantemente pretenciosos. Musicalmente hablando, nos encontramos dos machacones temas centrales, el de Shark Boy y el de Lava Girl, que sirven para abrir el disco. Dos motivos claves en el posterior desarrollo de la partitura. El primero, un burdo tema con pretensiones heroicas de cuatro notas interpretadas por unos metales que parecen sacados del casio pt-82; el segundo, el típico motivo para pizzicato y contrapunto de voz femenina, que parece más bien un unused track de “Spy Kids”. Son tan cargantes, que las tentaciones por poner fin a la tortura serán constantes durante toda la reproducción del disco.
En serio, parece mentira que después de una banda sonora tan extraordinaria como “Sin City”, estos compositores hayan perpetrado semejante score.
Sólo cortes como “Train of Thought”, donde el buen hacer de Debney en la música de acción nos ayudan a sobrellevar un poco mejor el trance. También a destacar el evocador aire “espacial” de “Sea of Confusion”, y el intimismo de “The Day Dreamer”, donde los coros (el único sampler realista del score), aportan calma y serenidad a la composición.
El resto de la banda sonora, pues casi podríamos enviarla directamente a la papelera de reciclaje, incluyendo las canciones con que se nos obsequia (escritas por Rodríguez). ¡Con la cantidad de obras maestras que están sin editar! Tener que conformarnos con esto es absolutamente patético.
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