Pablo Nieto
Hastiado de las arbitriaridades de Hollywood, indefenso ante una decisión evidentemente injusta y quizás, por qué no, algo desubicado estilísticamente ante las necesidades actuales de la industria americana, Gabriel Yared decidió que durante un par de años se limitaría a trabajar sólo en producciones europeas y films independientes, con la excepción de las colaboraciones con su buen amigo Anthony Minghella.
“L´Avion” es la primera de ellas. Un film francés, dirigido por Cedric Kahn, que nos cuenta la historia de Charly, un niño que acaba de perder a su padre en un accidente, y que para superar el trauma se agarra a su tremenda imaginación. Una imaginación que le llevará a volar y a vivir fantásticas aventuras, montado en un avión... el mismo avión de juguete que le regaló su padre por Navidad.
El Yared de “L´Avion”, es el Yared de “El Paciente Inglés”, “Mensaje en una Botella” o “El Talento de Mr.Ripley”. Su música es una mezcolanza de tristeza, nostalgia y dramatismo, melodicamente muy definida y orquestalmente elegante.
Estamos ante un trabajo realmente apreciable, y que con un poco de tiempo posiblemente se sitúe a la altura de aquellas partituras, si no lo está ya. Tres de los mejores trabajos de Yared, con permiso de su rechazado para “Troya” y la que en mi opinión es su mejor y más brillante composición hasta la fecha: “Cold Mountain”.
Precedentes y referencias al margen, “L´Avion” presenta una estructura muy definida. Por un lado, un omnipresente tema central. Elegante, sobrio, sereno, evocador, presentado con una oportuna contención en “Overture”, para posteriormente desplegar las alas orquestalmente hablando en cortes como “L´Enfant et L´avion”, “L´Avion Vole”, “La Belle Équipée”, “L´Envol” o “L´Avion Fou” (que arranca a modo de pieza de acción, para posteriormente convertirse en una emocionante rendición del tema central). En todos estos cortes conviene destacar el vibrato de los violines a lo Alfred Newman. Y es que, el aire clásico de este motivo bien le habría podido servir para convertirse en la pieza central de cualquier melodrama de los años 50.
El contrapunto dramático a la fantasía de Charly, tiene dos vertientes musicales caracterizadas ambas, por una intrigante melodía de gran valor complementario al tema central, que servirá en ocasiones como anticipo a una tensa calma, representada por cortes como “Le Réveil de l´Avion”, “L´Aventure”, “Le Plague”, “La Maison Vide” o “Solitude”.
Nada que ver, eso sí, con la agitación de “Le Vertige” y “L´Avion En Danger”, dos intensísimos cortes donde los cellos, muy especialmente, se encargan de construir un dinamismo circular que tiende a desestabilizar al oyente, que es precisamente lo que busca el compositor.
Sin embargo, la partitura no acaba ahí. Aún queda lo mejor. Nos estamos refiriendo a un inspiradísimo vals presentado orquestalmente en “Le Printemps”, y mediante un solo de piano en “Le Piano”. Una melodía que poco a poco se va abriendo, hasta mostrarse completa con un preciosista motivo, perfectamente integrado en la estructura del tema, con el piano como gran protagonista. Especialmente apreciable este contraste en “Le Printemps”, pues Yared nos hipnotiza primero con las cuerdas, para de repente introducir las virtuosas notas del piano. Todo un lujo, sin lugar a dudas.
El disco finaliza, con una emocionante suite, “Le Meteorite”, que comienza con una oportuna referencia al tema central (con la misma contención que en la “Overtura”) para dar luego pasó al vals, y por supuesto a nuestro motivo para piano. Seis minutos y medio para deleitarse con el talento de uno de los compositores con mayor sensibilidad de los últimos tiempos.
|