Pablo Nieto
Billy Wilder dijo una vez que lo importante es que hablaran de ti, aunque fuera mal. Una verdad como un templo, sin embargo incompleta. Y es que, que hablen mal de uno también puede llegar a cansar. Y si no, que se lo pregunten a Trevor Rabin. Antes de que se dedicara al mundo del cine, Rabin era un artista respetado, un virtuoso solista de guitarra, interesante vocalista de rock sinfónico, uno de los miembros más admirados de Yes. Sin embargo, cansado un poco de tanta gira, Trevor decidió un buen día colgar la chupa de cuero y enfocar su carrera en otra dirección. Alejarse un poco de los escenarios, de los “directos” y buscar alternativas profesionales. Fue entonces cuando su buen amigo James Newton Howard le animó a dedicarse a la música de cine.
Sí, fue James Newton Howard el que le introdujo en este mundillo. Y así fue como empezó a trabajar, primero ofreciendo su guitarra a otro ex-Yes como Mark Mancina, en scores como “Twister” o “Con Air”, y posteriormente ganándose la confianza de todo un Jerry Bruckheimer. El hecho de trabajar con este productor, y haber compartido cartel con uno de los grandes talentos surgidos de Media Ventures, como es Harry Gregson-Williams (en concreto en “Armageddon” y “Enemigo Público”), pronto le convirtió en un cebo ideal para el ataque de los grandes detractores de Zimmer & Co.
Su estilo, poco amigo del uso de orquestas, ritmos hardrockeros, omnipresencia de guitarras, y algún que otro sampler entre medias, fue agriamente criticado. Siempre en el ojo del huracán, y continuamente sometido al calificativo despectivo de mediaventurero, poco a poco Rabin ha intentado reivindicarse, defender su estilo, y sobre todo su independencia, porque, y que quede bien claro desde ahora: Trevor Rabin nunca ha pertenecido a Media Ventures”.
A las personas hay que juzgarlas por sus actos, y no prejuzgarlas nunca por sus orígenes. En el caso de Rabin, el tema es todavía más sangrante pues sobre una mentira se han construido cientos de juicios sumarísimos contra su persona y su música. Rabin no es John Williams, tampoco Jerry Goldsmith. Simplemente un músico con buenas, malas y regulares bandas sonoras. Ni más ni menos. Hay a quienes les gusta y a quienes no, pero no por ello merece ser desterrado de la industria cinematográfica.
Bandas sonoras como “Armageddon”, “Deep Blue Sea” o “Remember the Titans”, no sólo tienen un gran número de aficionados que disfrutan sin complejos de sus particulares propuestas musicales, sino que objetivamente son scores de gran valor cinematográfico, que ayudan a la película y que funcionan a la perfección con las imágenes.
“The Great Raid” , es su último trabajo. Y sin duda, toda una reivindicación personal de Rabin. Un score enteramente orquestal, muy trabajado y mucho más complejo que cualquiera de las últimas bandas sonoras de usar y tirar en las que había estado involucrado en los últimos tiempos. Una elegíaca mirada a la Segunda Guerra Mundial, época en el que está ambientado el film.
El film, dirigido por el eficaz John Dahl (“Red Rock West”, “The Last Seduction”, “Rounders”), nos cuenta la verdadera historia de una de las operaciones de rescate más épicas, arriesgadas e imposibles llevada a cabo por el ejercito de los Estados Unidos en toda su historia. En concreto, la misión, encomendada al sexto escuadrón de los Rangers, de rescatar a 500 soldados americanos presos por el ejercito japonés en tierras filipinas. Un film realmente ambicioso, que ha colmado las expectativas de público y crítica... incluyendo la partitura de Rabin.
Sin embargo, para poder Rabin mostrar su cara musical más desconocida, tuvo que esperar a que el destino cumpliera con su parte. El compositor originalmente asignado para este proyecto fue Christopher Young (habitual en la obra de Dahl), posteriormente James Newton Howard estuvo a punto de encargarse de la música, sin embargo debido a su cargada agenda, decidió recomendar a los productores a su amigo Rabin.
El resultado lo podemos escuchar en esta estupenda y oportuna edición de Varèse Sarabande (cuyo acuerdo con Rabin, la autoriza a editar todo lo que este hombre compone). La partitura gira en torno a un inspirado tema central de aire y estructura marcial, sobretodo en cuanto a su carácter solemne, el uso de metales (trompa especialmente) y percusiones militares. Un tema espiritualmente emparentado con el “Salvar al Soldado Ryan” de Williams o cualquier pieza militar de James Horner, aunque siempre preservando el toque melódico Rabin, de obras como “Remember the Titans” o “Armageddon”.
Un tema largamente desarrollado en los nueve minutos de “The Rescue”, corte que abre el disco, aunque en realidad pertenezca al final de la película. Una pieza enteramente orquestal, que ensalza valores como el dolor y el honor, antes de entregarse por completo a un éxito sin paliativos. Este sinfónico y triunfalista arranque, no será sin embargo la tónica de la partitura. De hecho, es ahí donde radica una de las grandes virtudes de este score: la captación de la tensión contenida.
Rabin acierta por completo en la construcción de los necesarios pasajes descriptivos del film, donde se refleja la tensión que precede a la complicada misión a la que han de enfrentarse los protagonistas. Cortes como “Writting Letters”, “Rangers Stars” o “Campsite”, comparten valores armónicos muy semejantes. La orquestación en estas piezas está muy cuidada; acostumbrados a la habitual saturación instrumental de Rabin, a la poca coherencia de sus supuestos contrapuntos, aquí encontramos música descriptiva con cabeza, con un fin...
En ocasiones, toda esa contención degenera en unas interesantes elegías. En cortes como “Execute”, son coros, especialmente femeninos, muy tamizados los encargados de dar cuerpo al lamento; en otros como “The Future”, son las cuerdas las que asumen esta función.
No conviene olvidar, otros cortes como “Liberate Food”, donde tema central, elegía y tensión se dan la mano; el acertado “The Great Raid”, con repetición de los pasajes más intensos y “marciales” de “The Rescue” incluyendo revisitación del tema central, y por supuesto “Raid Begins”, el único corte de acción de todo el score. Una pieza donde la agitación es presentada en dos líneas orquestales que se contrapuntean: por un lado las cuerdas, por otro los metales, y entre medias apuradas variaciones del tema central, que como es lógico tratan de encontrar su hueco en la base rítmica que marcan las percusiones militares.
Preciosos los “Closing Titles”, donde se desarrolla a modo de elegante rendición el tema central. El mismo arranca con un progresivo crescendo orquestal y emocional, que dará paso a los coros para terminar de desarrollar la pieza. Un acertado himno a los caídos, y por supuesto a los héroes, que a fin de cuentas muchas veces son cualidades pertenecientes a la misma persona. La involución de coros y orquesta nos regala un maravilloso final pleno de fuerza y emoción de la pieza. Digno colofón a esta banda sonora. Uno de los mejores momentos musicales de la carrera de Trevor Rabin.
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