Pablo Nieto
Hace ya algunos años que cada nuevo trabajo de Danny Elfman, plantea una serie de estériles debates alrededor de su carrera, su estilo, y su pasado. Sorprendente e inexplicable es la manía por comparar cada cosa nueva que hace, con esas obras maestras suyas de principios de los 90, como “Eduardo Manostijeras”, “Pesadilla Antes de Navidad” o “Batman”. A los nostálgicos se les perdona todo, pero a los pesados ni una concesión. Sí quieres escuchar “Pesadilla Antes de Navidad” introduce el CD en tú reproductor y disfrútalo; si quieres “Eduardo Manostijeras” haz lo propio. Pero si pretendes que “Spiderman”, “Big Fish” o “Sleepy Hollow” se conviertan por arte de magia en aquellos trabajos, ves olvidándote salvo que seas amigo de Johnny Depp y te vayan los fumaderos de opio.
Que nadie me malinterprete, pero la propia dinámica musical de Elfman en los últimos diez años hace bastante improbable que vuelva a escribir una obra maestra como aquéllas. El gran revolucionario de la música de cine ha sentado la cabeza. Ahora disfruta más potenciando la percusión por encima de la melodía, buscando los límites de los Protools más que los de la propia orquesta, y mejorando la dinámica de su música dentro de unos límites que el mismo se ha auto impuesto. Danny Elfman ya no es el enfant terrible de las bandas sonoras, sino un ejemplar profesional del medio. Un compositor consciente de sus limitaciones, pero también sabedor del enorme caudal de emociones que su música proporciona a las películas para las que trabaja. Ya no es un compositor cinco estrellas, sino un cuatro estrellas con enormes prestaciones.
“Charlie and the Chocolate Factory” es la última prueba de esto que estoy comentado, pero también un aviso a navegantes, entre los que debo incluirme, y es que en esta banda sonora hay elementos que harían felices a los vecinos de Suburbia, a Jack Skelleton e incluso a la mismísima Catwoman...¿Y sí el pelirrojo volviera a escribir una obra maestra? Por elucubrar que no quede. Las verdades absolutas no existen. En esta ocasión, sin embargo, hay que reconocer que ha estado muy cerca, aunque seguramente más cerca estará de acariciar con sus propios dedos, la tan merecida estatuilla dorada bautizada como “Óscar”... y curiosamente todo por recuperar de su baúl de los recuerdos los viejos ritmos rockeros de su grupo Oingo Boingo.
Cinco son las canciones escritas e interpretadas por el propio Elfman (demostrando una capacidad de registros de voz asombrosa, y un conocimiento del medio magistral) para ilustrar el surrealista universo de Willy Wonka, pintado por el “Dalí del Séptimo Arte”, su gran amigo Tim Burton. Tomando como referencias textos de Roal Dahl, el autor del libro, Elfman compone unos originales “lamentos” para los niños protagonistas de las aventuras y desdichas de la Factoría de Chocolate. Lamentos interpretados en el film por el Oompa Loompa, un extraño personaje de esos que tanto suele gustar a Tim Burton introducir en sus films. “Augustus Gloop”, “Veruca Salt”, “Violet Beauregarde”y “Mike Teavee”, son los nombres de los cuatro niños, y a su vez, de las cuatro canciones de este homenaje “bollywoodiense” del amigo Elfman. Una balada sureña por aquí, una de rock psicodélico por allá, y un par de rapsodias divertidamente paródicas, aunque no histriónicas y delirantes como lo es la canción de obertura, la sintonía del mundo de Willy Wonka “Wonka´s Welcome Song”. El único que no tiene canción propia es Charlie Buckett... pero en esta vida no hay que pretender acapararlo todo, y es que para Charlie, Danny reserva la práctica totalidad del score, y en parte, el mensaje subliminal de cada una de las canciones.
Como no podía ser de otra manera, los “Main Titles” son uno de los puntos álgidos de la partitura. Una genial obertura, de incomparable sentido del ritmo, con esas percusiones mini que tanto le gustan, sustentada en originales coros a diferentes escalas y a medio camino entre la bufa de “Mars Attack!”, el heroísmo de “Spiderman” y la magia de “Big Fish”. Sin duda, uno de esos geniales temas centrales a los que nos tiene acostumbrados Elfman, con el que logra el equilibrio entre orquesta y sintetizadores, y donde los contrapuntos son utilizados en el momento oportuno, sin saturar, y si para completar la construcción orquestal.
El espíritu dulce e ingenuo de “Eduardo Manostijeras” tiene reflejo en “Wonka´s First Shop”, donde de nuevo estará presente el tema central, destacando la gradiosa conclusión con coros, órgano y orquesta. Sorprendente es el corte “The Indian Palace”, con la introducción de sítares y melodías indias, volviendo a remitirnos al espíritu de Bollywood que reina en todo el score. Un corte eso sí, no exento de cierta oscuridad.
No será el único momento en que las referencias “orientales” hagan acto de presencia, y sino detengámonos en “Wheels in Motion”, de arranque delicado, y posterior transformación en un híbrido de música de bazar turco y sonoridades made in “Spiderman”.
Cortes como “Charlie´s Birthday Bar”, “The Golden Ticket/Factory”, “First Candy” y “Charlie Denies”, son la demostración del talento de Elfman para dotar de música a los cuentos de hadas. Las cuerdas, arpas, glokenspiel y coros femeninos crean una atmósfera de belleza contenida e hipnótica atracción.
Sin embargo, al igual que el universo de Willy Wonka, la partitura de Elfman no deja de sorprendernos con cada nuevo corte. Y sino, ahí tenemos los ejemplos de cortes como “Loompa Land”, con ritmos semi-africanos y un cierto parecido melódico con su score para “Shruken Heads”. Coros y tambores serán repetidos en los excepcionales “The Boat Arrives” y “The River Cruise”, cortes que nos introducen en un mundo de aventuras y desafíos, con especial mención a la inserción de la orquesta como complemento, de la en principio árida y simple base coral y percusiva.
Todas estas ideas serán repetidas en “The River Cruise Part 2”, pero en esta ocasión con una original variación melódica, que nos ayuda a situar, por un lado las referencias añejas de estas piezas en el Jerry Goldsmith de “No Matarás al Vecino” (secuencia del sueño de Tom Hanks, mientras se imagina siendo cocinado por sus vecinos) y por el otro, referencias más actuales como la ejemplar construcción orquestal y coral de James Newton Howard para “Mensajero del Futuro”.
Tres son los cortes que ayudan a construir el clímax final de la música. Comenzando por “Up and Out”, el único corte de acción del score, para el que Elfman da rienda suelta a toda su capacidad orquestal descriptiva. A este le seguirá “Finale”, donde de nuevo Danny se pone melancólico y romántico remitiéndonos a su más reciente “Big Fish”, y porque no, también a “Eduardo Manostijeras”; y luego la extraordinaria suite de los “End Credits”, un alocado repaso por todos las canciones de la banda sonora, pero en esta canción sin letra, con la única excepción de la canción de bienvenida al mundo de Willy Wonka, utilizada para abrir este recopilatorio ideal para amantes del karaoke “elfmaniaco”.
Merece la pena dejarse guiar por Danny Elfman en la Fábrica de Chocolate de Willy Wonka, aunque más plantearse la posibilidad de una nueva revolución musical comandada por el pelirrojo más famoso de la música de cine.
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