Jesús Hernández
La enésima adaptación de una obra shakesperiana supone la segunda colaboración entre el director Michael Radford (“Il Postino”, 1994) y la compositora Jocelyn Pook tras el segmento con el que participaron en la película colectiva sobre el paso del tiempo “Ten Minutes Older” (2002).
La carrera cinematográfica de la compositora británica, que saltó a la palestra tras componer apenas diez minutos para el testamento visual de Stanley Kubrick “Eyes Wide Shut” (1999), se ha movido siempre en los círculos independientes del cine europeo (“´L´Emploi du Temps”, 2001, o “Wild Sides”,2004) Y es que Jocelyn Pook no es una compositora de bandas sonoras al uso. Pook pertenece a ese grupo de compositores (Michael Nyman, Philip Glass…) que han obtenido un respetable estatus con obras extracinematográficas (como el teatro o la danza) y que se acercan al cine más como una experiencia que como una dedicación profesional.
Como los compositores antes citados, Jocelyn Pook posee un estilo propio y distintivo que adapta a los films donde participa, nunca al revés. Unas composiciones fuertemente influenciadas por la música de cámara, los pasajes minimalistas y la música de culturas orientales o africanas. Todo esto se aglutina en sus dos discos de estudio: “Flood” (1999), trabajo que enamoró a Kubrick (a este disco pertenece la música que suena en la polémica orgía de “Eyes Wide Shut”) o su última obra “Untold Things” (2001) donde trabaja de manera más específica las texturas vocales y la música étnica.
Estos antecedentes hacían de Pook una compositora por lo menos sorprendente para esta coproducción “euroamericana” con grandes estrellas como Al Pacino o Jeremy Irons; pero tanto musical como cinematográficamente, este film va por otros derroteros. “El Mercader de Venecia” no es una adaptación made in Hollywood, sino que se adentra en la parte más sombría y psicológica de una época donde la conspiración, la enfermedad y la muerte acechaban en cualquier rincón. Es por eso que Jocelyn Pook realiza una minuciosa reconstrucción de un periodo oscuro y decadente, rechazando una música majestuosa y épica para contextualizar la tragedia de Shakespeare de manera sobria y realista. Un trabajo de documentación adaptando su personal estilo a la música medieval y renacentista.
Para ello, estructura esta banda sonora sobre tres pilares básicos. Por un lado, un apoyo en las texturas vocales inusual en la música de cine actual. Pasajes incluso a capella interpretados por un coro o un solista escritos en latín o influenciados por las melodías de Oriente Medio (con ellas personifica a la cultura Judía) que cargan de espiritualidad las inmensas catedrales y palacetes italianos. Por otro, composiciones atmosféricas donde las cuerdas poseen protagonismo absoluto (no hay que olvidar que Jocelyn Pook es la directora de Elektra Strings donde interpreta la viola). Podríamos considerar esta parte como la más “cinematográfica” donde, sobre un ensamble de cuerda, instrumentos como el arpa o el laúd desarrollan los arpegios. Y, por último, la música diegética que aparece integrada en las secuencias del film. Aquí es donde la británica nos otorga una muestra de sabiduría musical al construir piezas que podrían ser confundidas con composiciones tradicionales del medioevo o el renacimiento.
En definitiva, ”El Mercader de Venecia” supone una verdadera joya que se sale de la tendencia actual de la música de cine y que, si bien en su parte negativa puede aburrir un poco su escucha discográfica por su sobriedad, nos deja otra muestra de calidad de una compositora que debería dejarse ver más a menudo por el terreno de las bandas sonoras.
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