Pablo Nieto
1.- Reflexiones
Hay tragedias que por mucho tiempo que pase, permanecerán en la memoria no sólo de quienes las vivieron en sus propias carnes, sino también de sus descendientes. La Segunda Guerra Mundial marcó el devenir de la civilización moderna. Una guerra marcada a sangre y fuego en el corazón del pueblo alemán. Un pueblo hundido, economicamente arruinado y humillado tras el nefasto y vengativo Tratado de Versalles.
Las duras condiciones de ese tratado levantaron fuertes críticas en Alemania, lo que dió lugar a la aparición de numerosos grupos nacionalistas que demandaban la revisión del mismo, y que servirían de soporte para el ascenso al poder en la década de 1930 del Partido Nacionalsocialista, y por supuesto de Adolf Hitler.
No hace falta a estas alturas, enumerar los “méritos” de uno de los seres más repugnantes de la historia de la humanidad (perteneciente al mismo club de asesinos en Masa que coetáneos suyos como Ho-Chi-Min o Josef Stalin), pues por todos son conocidos. Sin embargo, y ya hablo sólo a nivel cinematográfico, si que era necesario un film que nos presentara las dos caras del líder que levantó y hundió a Alemania. Acostumbrados a visiones caricaturescas del personaje, a historias donde el ejercito alemán siempre es presentado como una indestructible maquina de matar, con soldados bien adiestrados y poseedor del armamento más moderno, era necesario un film como este que ha dirigido el alemán Oliver Hirschbiegel.
Un film valiente pero también controvertido, si optamos por realizar un visión profunda de lo que se nos cuenta. Seguramente, una película que jamás habría podido ser realizada en Hollywood.
La derrota de Alemania (nunca vendida como tal, sino como victoria de los otros), la destrucción de Berlín, los sentimientos de sus gentes, y por supuesto, un acercamiento frío y distante, pero a fin de cuentas acercamiento a las dos caras de Hitler. Esto jamás ha interesado, nunca se ha intentado mostrar al menos de una manera tan directa y clara el dolor del vencido...
De la Alemania Nazi sabemos que todos querían matar judíos, que querían conquistar Europa, y que allí todos rendían pleitesía a su Führer. Esto era así, pero no siempre. Dentro de ese Imperio tiránico y sanguinario, también había un pueblo, un pueblo abocado a obedecer y rendir pleitesía a sus líderes... un pueblo que sufrió como el que más, y cuyo único error fue confiar en la política la solución de sus problemas. Ellos, que encumbraron a los Nazis al poder, también pagaron las consecuencias.
Precisamente por eso, desde aquí no sólo no debo criticar la visión de Hirschbiegel, sino que quiero aplaudirla. Tomando como base las memorias de la secretaria de Hitler, Traudl Junge, una joven provinciana que vivirá muy de cerca los episodios más importantes de Alemania y de su líder. El film, se fija especialmente en los últimos días del dictador y de Alemania, durante el asedio de Berlín por las tropas Rusas. Ella será la excusa perfecta para mostrarnos lo que nunca habríamos imaginado ver: un Hitler humano, respetuoso y educado. Cómo el mismo dice en el film, una cosa es el Führer y otra cosa es Adolf.
Todo un contraste, con el Führer fuera de sí a la hora de dar órdenes ilógicas y sin sentido, con un parkinson que le consume, y decidido a no rendirse importándole bien poco que todo su pueblo sea aniquilado. He ahí donde emerge el Monstruo. Un monstruo que descoloca a Junge, quien no puede creerse que la persona que minutos antes se ha mostrado cariñoso con ella, sea capaz de afirmar que si su pueblo muere es porque lo merece (convencido que este es su justo castigo, por no haber podido imponer su superioridad), capaz de sacrificar a niños por un honor inexistente, de ratificar su odio y su satisfacción por la elmininación de los judíos.
“El Hundimiento” sin embargo va más allá de la mera descripción de las últimas horas de Hitler en su bunker. Nos muestra el sentimiento de culpa, derrota, humillación y dolor del pueblo alemán. No todos apoyaba las tesis Nazis, no todos los militares pertenecían a ese partido, no todos estaban de acuerdo con el suicidio colectivo que Hitler estaba planeando para su pueblo. No todo es como se ha contado... o por lo menos, por fin tenemos otro punto de vista, siempre necesario pero no menos crítico con lo ocurrido.
Que nadie busque en este film filigranas visuales, planos espectaculares o morbo sanguinario. Es una película apreciable no sólo por su ejercicio de autocrítica, pero también de reivindicación del dolor de un pueblo, y por supuesto por la memorable interpretación de Bruno Ganz como Hitler. Sin embargo, su estética en ocasiones cercana al telefilm, muy poco ayudada por una fotografía que peca de simplista, le hace perder muchos puntos y la aleja de la calificación de obra maestra que quizás, por el enfoque argumental debería haber obtenido.
Quizás por eso tampoco ganó el óscar como mejor película extranjera. “Mar Adentro” es una historia muchísimo menos interesante que ésta, pero es ahí donde radica el talento de un director, y es que Amenábar saca petróleo de donde no lo hay, y Hirschbiegel, quizás preocupado más de no implicar emocionalmente al espectador más de lo necesario, no sabe sacarle todo el jugo a una propuesta única.
2.- La Música
Musicalmente hablando, la partitura del alemán Stephan Zacharias es todo un ejemplo de profesionalidad y trabajo bien hecho. Un score de elegante presentación, y con un empaque que nos invita a pensar en Zacharias para retos mayores. Y es que, poner música a dramas es muy sencillo pero ¿qué pasa cuando ese drama tiene a Adolf Hitler y su Alemania como protagonista? Aquí la cosa cambia, pues la música puede ser en ocasiones tendenciosamente manipuladora.
Este film necesita contención musical, sin renunciar en ningún momento a mostrar el drama existe. Zacharias logra conseguir el equilibrio de una manera admirable. Su música, al igual que el film, aboga por presentar la humillación del pueblo, ese sentimiento del culpa que les invade, la perdida de la razón del ser humano, el miedo.... sin embargo, no es la primera vez que musicalmente un film y su banda sonora defienden estos valores. En 1998, otro compositor alemán llamado Hans Zimmer hizo exactamente lo mismo con “La Delgada Línea Roja”. De nuevo, la influencia de esta obra maestra de la música de cine contemporanea, vuelve a ser clave en el devenir musical de un film.
Zacharias, bien por condicionamientos de unos temp tracks que lógicamente incluyen los pasajes más relevantes de “La Delgada Línea Roja”, o bien de motu propio, escribe un score que homenajea la partitura de su compatriota para el film de Malick.
La partitura de Zacharias, presenta una mayor contención orquestal, menos riqueza instrumental y una definición melódica no tan marcada, pero aún así la influencia antes mencionada es innegable. No debemos tampoco ignorar la coherencia musical de toda la música, donde la ausencia de un tema central delimitado es suplida por una composición sólida y compacta, donde se insertan sin problemas, adaptándose a la dinámica del score de tristes pasajes del genial compositor inglés del siglo XVII, Henry Purcell, así como otras piezas diegéticas que nada desentonan.
El disco comienza (“Des Führers Sekretärin”) y finaliza (“Späte Einsicht”), al igual que el film, con un hermoso tema de aire nostálgico y evocador asociado a Traudl Junge, que aparece en la pantalla narrando a modo de flashback su primer encuentro con Hitler 50 años antes, así como su reflexión al final de la película tras haber acabado todo. Zacharias trata con cariño al personaje con esta hermosa pieza, aunque ella misma se auto inculpa por no haberse preocupado de investigar más profundamente que estaba pasando realmente, en relación al genocidio judío. “Ser joven no debía ser una excusa” sentencia Junge.
Interesante el segundo corte del film “Professor Schenck hält die Stellung”, con un anticipo de la trabajada elegía para cuerdas de “Exodus” (quizás uno de los mejores cortes del film), y que aparece asociado a la figura del Professor Schenck, un investigador del ejercito, que se ve abocado a actuar como médico en las trincheras berlinesas, y que observa con horror, estupor y casi indignación lo que está pasando. Es la mirada pura y limpia del alemán de a pie, que ha luchado por su país, pero no por esa abominable ideología pregonada por los nazis.
El turno para “La Delgada Línea Roja”, lo tendremos en cortes como “General Weidling macht Meldung” y “Peter im Nebel”. En ambos el “Joruney to the Line” absolutamente presente, un tema también protagonista, aunque con ligeras variaciones como la introducción de un piano para marcar ritmicamente la pieza así como un mayor desarrollo orquestal, en “Der Krieg ist aus” y ”Hoffnung am Ende der Welt”. Pasajes de la cinta de Malick, como el de los cortes titulados “Beam”, “The Lagoon” o “The Coral Atoll” influyen notablemente en la atmósfera, instrumentación y desarrollo orquestal de momentos musicales como los reflejados en “Die Giftkapseln” y “Verloren im Stillstand”.
No podemos olvidar, otros memorables pasajes del score como el solo de piano interpretado por el propio Zacharias de “In Hof der Reichskanzlei”, el opresivo, oscuro y deprimente “Gute Nacht, Kinder”, utilizado para la secuencia en la que la esposa de Goebbels suministra un veneno a sus seis hijos, antes de suicidarse junto a su marido (este la dispara primero a ella, y luego hace lo propio consigo mismo).
Las convicciones políticas llevadas hasta la esquizofrenia más absoluta. Una actitud justificada en su decisión de impedir que sus hijos crezcan en un mundo sin nacionalsocialismo.
"When I Am Laid In Earth" Y "Dido And Aeneas" serán las dos piezas de Purcell que arroparan el trabajo de Zacharias. Las mismas las podemos encontrar en cortes como “Eva Brauns letzter Brief”, “Albert Speers Abschied” y “Evas Blick in den Spiegel”. Y ya que estamos con música diegética destacar la polonesa de “Davon geht die Welt nicht unter”, la canción tradicional rusa “Jablotschko”, la alemana interpretada por los hijos de Goebbells “Kein schöner Land”, y por supuesto el tema a lo Marlene Dietrich “Blutrote Rosen”.
Siempre se ha dicho, que nada mejor para reflejar el espíritu y las ambiciones de la Alemania de Hitler que recurrir a cualquier pieza escrita por Richard Wagner. Evidentemente Zacharias no es Wagner, pero ni falta que le hace, pues “El Hundimiento” no es un film de victoria, sino de derrota. Tampoco de orgullo, sino de humillación. No nos habla de la gran Alemania, sino simplemente de Alemania. Y es teniendo en cuenta esto como Zacharias consigue encontrar la llave musical del film. Eso sí, con la inestimable ayudada del omnipresente Zimmer.
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