José-Vidal Rodriguez
Corría el año 1984. En aquella época en la que los ordenadores domésticos no pasaban de meras máquinas de escribir e internet era todavía una utopía lejana, los que aun bordeamos la treintena y por aquel entonces éramos unos críos, corríamos prestos delante del televisor para ver diariamente un capitulo más de una serie llamada a convertirse en legenda, “El Coche Fantástico”.
El argumento, aún obvio y conocido por todos, no deja de ocultar un curioso paralelismo medieval. Protagonizada por David Hasselhoff antes de enfundarse el bañador de vigilante de la playa, narra las peripecias de Michael Knight, moderno caballero andante defensor del bien cuyo vestuario kitsch provocaría hoy más de una lipotimia. A su lado, como fiel montura compañera de mil batallas, estaba “KITT” (Knight Industries Two-Thousand), un automóvil futurista diseñado por la “Fundación para la Ley y el Orden” y dirigido por una computadora parlante que en más de una ocasión robaba el protagonismo al bueno de Hasselhoff. Juntos, recorrían de costa a costa las carreteras de los Estados Unidos combatiendo el mal en nombre de aquella fundación secreta, como si de templarios del siglo XX se tratara.
“Knight Rider” fue estrenada en USA en 1982, manteniéndose en antena durante más de cuatro años. Las aventuras del hortera Michael Knight y su Pontiac tuneado tuvieron rápidamente una sensacional acogida en todos y cada uno de los países donde fue emitida. No en vano, el gran éxito alcanzado originó una corriente de imitaciones de menor calado popular (“Helicóptero”, “El Halcón Callejero”) que no hicieron sino encumbrar a la original como referente de la televisión de los 80, privilegio compartido con otras producciones de culto tales como “V”, “Corrupción en Miami” o “El Equipo A”.
La banda sonora de este mito televisivo permanecía inédita hasta la fecha, si bien es cierto que durante años ha circulado algún que otro bootleg de dudosa calidad con música de Don Peake para la segunda temporada. Es ahora el sello FSM, bajo su colección Silver Age Classics, el que rescata los masters de grabación originales tanto del episodio piloto como de cuatro capítulos más, remasterizando el sonido para que por primera vez escuchemos el trabajo de Stu Phillips en un glorioso estéreo.
Teniendo en cuenta que determinados canales de televisión parecen empecinados en reponer hasta la saciedad aquellas producciones de la época, no debe haber nadie en este país que al menos no haya visto siquiera un capítulo de la misma, y que desde luego no conozca la famosísima sintonía de los créditos iniciales. Compuesta por el dúo Stu Phillips-Glen A. Larson (éste último creador y productor de la serie), fue uno de las primeras piezas de televisión escritas íntegramente para sintetizador, en una época en la que las sintonías de las series se cuidaban hasta el punto de contratar músicos de primer orden única y exclusivamente para componer dichos temas (John Addison en “Se ha Escrito un Crimen”, Henry Mancini en “Remington Steel” o Bill Conti en “Dinastia”).
Este “Main Title”, contenido en numerosos recopilatorios e incluso sampleado recientemente al estilo hip-hop, pasa por ser una dinámica melodía, de acordes básicos y sustentada por el inevitable rítmo rock tan característico de los 80, cuyo uso de la electrónica pretende evocar la tecnología futurista del inolvidable “KITT”. Al respecto, señalar que a los teclados encontramos gente de la solvencia de Ian Underwood o Mike Lang, futuros colaboradores de James Horner en varias de sus partituras. Poco más se puede decir de esta archiconocidoa sintonía que sin ser una maravilla musical ni un prodigio en originalidad, es ante todo una entrañable pieza de tremenda efectividad que siempre asociaremos a las desventuras de Michael Knight.
Si bien el tema principal es puro sintetizador (salvo por los snares de batería), Phillips utilizó, ya sin la colaboración de Glen A. Larson, una pequeña orquesta de estudio para el resto de material escrito. Ello aporta un acabado algo más sinfónico al conjunto, aunque eso sí, a años luz de la apariencia clásica de su anterior “Galáctica” en la que contó con la estupenda intervención de la Filarmónica de Los Angeles. En este sentido, y pese a que las orquestaciones no evitan ese sonido “retro” típico de la época, se agradece escuchar versiones orquestales del motivo central en cortes como “KITT to the Rescue”, “Escape from Jail” o en “Mission Begins”.
Pero la principal pega de la edición es precisamente el excesivo peso musical de este leitmotiv. Aun no apareciendo de manera íntegra salvo en los títulos, está tan presente que a mitad de disco acaba por fatigar, pues Phillips acude a él versionándolo y repitiéndolo constantemente sin ofrecer temas secundarios con los que mitigar este uso tan reiterado.
No debemos olvidar que estamos ante música para televisión, y ello provoca que las posibilidades creativas del autor estén sujetas a las limitaciones propias del medio, mucho mayores que en el cine. Esta razón explica la continua aparición de cortes breves, gran parte de ellos excesivamente incidentales (“It´s Back”, “Knocked Out”), cuyo planteamiento sólo cabe entender por la escasa duración de las escenas en el ámbito televisivo. Ello impide al autor un mayor desarrollo temático, convirtiendo el score en un trabajo algo inconexo y ciertamente tedioso por momentos.
De todas formas, aunque no vaya a pasar a la historia por su infinita calidad, el disco depara instantes cuanto menos agradables: la onírica pieza a piano del “Michael Saved / Keep Fighting”, el arranque de pasodoble taurino en “Bull / More Bull”, el curioso efecto espacial de los sintetizadores en la parte final del “KITT from Outer Space” (evidente guiño a “Encuentros en la Tercera Fase")...
Encontramos también una especie de love theme en “A Little Speak” y “Mad Love”, y vestigios de magnífica música de acción en el tema “Trough A Truck / Airport Chase”, que dicho sea de paso, incluye a partir del minuto 2:46 un duelo de cuerdas y metal a modo de ostinato que sería reutilizado por Mike Post en su score para “El Equipo A”.
Por ello, teniendo en cuenta que hay que rebuscar en el disco para encontrar temas destacados, estamos ante uno de esos casos en los que el loable afán de FSM por incluir la máxima cantidad de música posible (ni más ni menos que 79 minutos) acaba curiosamente por perjudicar al conjunto. De hecho, si su duración hubiese sido menor y se hubieran excluido aquellas pistas más insustanciales, probablemente hablaríamos de una edición mucho más atrayente.
Pasable compacto de compra obligada para todos aquellos que aun disfruten con las andanzas de Michael Knight, pero cuyo estilo musical tan “retro” no enganchará demasiado al resto de aficionados.
|