Pablo Nieto
Nacido en Tokyo en 1960, Akira Senju es uno de los compositores japoneses más interesantes que a día de hoy pueblan el panorama de la banda sonora. Quizás decir esto, no se decir mucho, sobretodo si tenemos en cuenta la enorme pujanza de la música oriental en nuestros días, y echando un vistazo a nombres como Joe Hisaishi, Kenji Kawai, Taro Iwashiro, Tan Dun e incluso Yoko Kanno. Pero a buen seguro, que mis palabras serán tenidas en cuenta por aquellos que hayan tenido el privilegio de escuchar esta joya llamada "The Last Song".
Un trabajo de una belleza casi infinita, pletórico de temas, de virtuosas interpretaciones con violin, cello, piano. De escucha obligada para nostálgicos empedernidos, optimistas sin complejos, y en definitiva, cualquier persona con un mínimo de sensibilidad. Cada tema de "The Last Song" posee valores y sentimientos propios no transmisibles a los demás. La mayor parte de los temas irradian felicidad, te llegan el alma... van más allá de lo que es la música de cine.
Por desgracia, somos muchos a los que nos habría gustado apreciar la calidad de la fusión de la música con las imágenes para la que fue concebida. Sin embargo, "The Last Song", una producción para la televisión japonesa, es casi imposible de conseguir. De todos modos, siempre nos quedará la música de Senju para hacernos soñar despiertos, para evocarnos unas imágenes que posiblemente nunca veremos, y para contarnos una historia que con toda probabilidad jamás sentiremos.
Gracias a una extraordinaria edición discográfica (en Japón tienen la buena costumbre de editarlo todo), podemos apreciar el valor de su obra, la calidad de sus temas, y su inagotable sentimiento melódico. Sólo algunos cortes aparecen en el disco en inglés, los demás necesitarían de un conocimiento avanzado de japonés, el cual no poseo. 24 cortes, entre los que se incluyen las “anecdóticas” versiones de John Lennon de las canciones “Love” y “Stand by Me”, y dos versiones alternativas (para cámara) de los dos mejores temas de la banda sonora, “The Last Song” y una versión del primer corte del disco (una melodía que adquiere forma de vals según va evolucionando). Ambos imprescindibles, aunque en realidad imprescindibles son todos los cortes. Desde la elegía del número tres (“Elegy”), a la emotividad de “Rising Ballons”, todo ello sin olvidar la utilización del piano del cuarto y el quinto tema (aquí también con especial énfasis de la flauta), el carácter desenfadado del corte 14, el dinamismo y la intensidad del 18, o la contagiosa ganas de vivir del octavo corte.
Merece la pena darle una oportunidad a "The Last Song", después, será imposible dejar de pensar en ella.
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