Pablo Nieto
El regreso del maestro del cine de terror George A Romero, no podría girar alrededor de otra temática que no fuera el Universo Zombie. “Land of the Dead”, es una nueva vuelta de tuerca al ya excesivamente explotado argumento de la aniquilación de la sociedad moderna, de la crítica a su progresiva deshumanización a través de terroríficas metáforas con zombies que arrasan con todo ser viviente.
Los compositores alemanes, Reinhold Heil y Johnny Klimek, son los encargados de poner música a esta pesadilla cinematográfica, aportando una visión no menos pesadillesca musicalmente hablando. “Land of the Dead” es un score extremadamente duro, violento y opresivo. Es la asfixia de los sintetizadores llevada a sus últimas consecuencias. Un trabajo no entendible fuera de su concepción cinematográfica. Reflexión que nos lleva a plantear el debate sobre la idoneidad de la edición de este tipo de bandas sonoras. Nunca mejor dicho lo de sonoras, pues la función de la música en poco o nada se diferencia de los efectos de sonido.
Encima con el agravante de la innecesariamente larga (74 minutos) edición de Varése. ¡Cómo se nota que hay royalties que pagar a los músicos de la orquesta! Es la ventaja de la música electrónica, pero también su condena. En especial si tomamos este trabajo como modelo. Justificable a nivel de eficiencia, pero olvidable a nivel de aficionado a la música de cine (aunque habrá gente para todo).
Sinceramente, uno se esperaba mucho más de la pareja Heil & Klimek, sobre todo tras sus extraordinarias aproximaciones a la música electrónica de “La Princesa y el Guerrero” y sobretodo “Retratos de una Obsesión”. Trabajos donde la disonancia, daba paso a largos y reflexivos pasajes pseudo-minimalistas con la melodía y sonoridades claras como grandes protagonistas. Scores con una función bastante “insana” en cuanto a su contrapunto con las imágenes.
Para “Land of the Dead” potencian las percusiones, omnipresentes durante todo el score, dotando a la música de un ritmo frenético en ocasiones. Junto a este elemento dinámico, nos encontramos el verdadero cuerpo de la banda sonora, que es el de la música opresiva, la manipulación de sonidos orgánicos, la ambientación etérea, todo ello por supuesto aderezado de brutales crescendos, continuos golpes de efecto y atronador guitarreo eléctrico.
36 cortes, de los que es difícil destacar alguno, sobre todo por esa linealidad temática y armónica buscada. Aún así, quedémonos con la musical y sobretodo percusiva de “City Battle”, “Back to the City” o “Stealing Dead Reckoning”. Por supuesto, es indispensable resaltar el que es el mejor corte del disco, aquel del que se puede sacar alguna conclusión melódica como es “To Canada”. Casi siete minutos que sirven de epílogo al film. Aquí también volverán a aparecer las percusiones y las sonoridades agresivas, aunque junto a ellas un precioso pasaje intimista que nos remite directamente a “Retratos de una Obsesión”. Acertado contrapunto, con el que olvidamos en parte los setenta minutos anteriores (cosa difícil por otro lado).
La verdad es que puede resultar un tanto incomprensible criticar o cuestionar los valores de un score que es precisamente lo que necesita el film. Pero esto es como todo, y la efectividad no es un valor incardinable dentro del espíritu crítico de una valoración independiente de la música de cine. Es un factor objetivo, muy a tener en cuenta pero no el único, ni en todo caso el más decisivo. Es cuestión de alertar al oyente despistado de lo que se puede encontrar, así como de agradecer el esfuerzo por editar todo tipo de bandas sonoras. Aunque sinceramente, con la cantidad de estupendos trabajos que se quedan sin editar cada año, resulta bastante chocante ver este disco en el mercado.
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