Miguel Ángel Ordóñez
Año 1943. Con la caída de Mussollini, Roma firma el armisticio. Los italianos ponen así punto y final a su alianza con los nazis. En Cefalonia (Grecia) todo es júbilo ante el fin de la guerra. Las tropas alemanas desembarcan en la isla y exigen a la guarnición italiana la deposición de las armas. La sospechosa actitud germana conlleva el no de los militares italianos. Un oscuro episodio de la II Guerra Mundial que acabó con el fusilamiento de la guarnición y que hace pocos años revisitó el inglés John Madden en su film “La mandolina del Capitán Corelli”, sirve de base a una rigurosa reproducción de los hechos por parte de Ricardo Milani en esta serie televisiva que ha obtenido gran éxito en Italia.
A la prolífica filmografía del maestro romano Ennio Morricone centrada en los dramas bélicos, hay que añadir este nuevo título. No deja de sorprender la energía creativa de este compositor que con los 77 años que cuenta en la actualidad sigue al pie del cañón con numerosos proyectos para el año 2005. Y lo mas interesantes, resueltos con indudable talento, a pesar del escaso margen temporal de composición que cuenta.
Es evidente que en los tiempos que corren, las películas centradas en episodios bélicos contienen un desarrollo alejado de los panfletos patrióticos que dominaban este género antes de la Guerra de Vietnam y que reflejaban la visión de los vencedores y el homenaje a sus caídos. El sentimiento antimilitarista de la sociedad actual ha conllevado a un cambio radical del género, que es presentado como una lucha de hombres desvalidos sin mando a merced de los movimientos ajedrecísticos del Estado Mayor de los Ejércitos o de visionarios sin escrúpulos. “Cefalonia” transita a caballo entre ambas visiones. Con claro sentido patriótico centrado en la injusticia de esas muertes, no deja de proponer la futilidad de todas las guerras. En esa visión se mueve el score de Morricone, que responde mas a la idea de homenaje que de descripción de hechos. Su trabajo es espiritual, una aproximación con sentido tono trágico donde predominan los himnos dramáticos, humanos, una música que se centra en los nombre y apellidos de los anónimos muertos en las batallas de toda Historia. En realidad, pocas diferencias con su anterior trabajo “Il cuore nel pozzo”, donde también profundizaba en las raíces emocionales de la pérdida aunque circunscrito al campo de los civiles. La principal diferencia estriba en la variedad temática que soportaba aquella a diferencia de la concentración musical de ésta.
Las estructuras en espiral que constituyen la base central de los trabajos del compositor cumplen a la perfección su función con la melodía que abre y cierra el score. “Dammi la mano” es un himno religioso para órgano, trompeta, oboe, cuerda y coros que se muestra trágico y melancólico en su arranque, milistarista en el cierre. Sobre este tema central giran algunos cortes que se centran en aspectos mas dramáticos (“Quella sera”) o en puramente bélicos, creando una falsa marcha (“Piccola Marcia”) y otra centrada en la tragedia (“Marcia del giuramento”), alrededor de una melodía omnipresente.
Por otro lado la melancolía se apodera de cortes de gran belleza, como el crescendo para orquesta y coros de “Sulla Sponda” y el homenaje a los caídos con la desgarrada trompeta y la poderosa coral (que recuerda por momentos pasajes de “La misión”) de “Nell´isola, soli”. No pueden faltar los momentos experimentales y suspensivos que Morricone introduce en la enérgica “Via dall´inferno” y en la terrible y oscura “Composizione sulla resistencia”, el corte mas largo de la edición.
“Cefalonia” es otra obra a tener en cuenta dentro de un año en el que Morricone parece dispuesto a reverdecer viejos laureles. Junto a la espléndida “Il cuore nel pozzo” y las más que interesantes “Sorstalansag” y “Karol”, “Cefalonia” es un peldaño más que convierte al maestro romano, por ahora, en el compositor del 2005.
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