Miguel Ángel Ordóñez
A principios de los años 50 y en su lucha por devolver la audiencia a las salas cinematográficas en detrimento de la pujante televisión, la Fox apostó con fuerza por el Cinemascope. El éxito de “La túnica sagrada” en 1953, supuso que el nuevo gran proyecto del año siguiente, la traslación de la vida amorosa de Napoleón Bonaparte, se rodara bajo esas condiciones. Anatole Litvak se hacía cargo de la dirección pero rápidamente era descartado por la productora debido a su firme deseo por rodarla en formatos convencionales. Tras los buenos resultados de “La túnica sagrada” la elección de Henry Koster estaba cantada.
Convertido en icono sexual y en actor de prestigio, gracias a su actuación en “Un tranvía llamado deseo”, la Fox contrató a finales del año 53 a Marlon Brando para encabezar el reparto del biopic “Sinué el egipcio”. Disgustado con el tratamiento argumental e histórico del guión, Brando adució, en pleno rodaje, problemas psicológicos para librarse de su compromiso. Los tabloides de la época recogieron con todo tipo de detalles la demanda que interpuso la Fox a Brando por la módica cantidad de dos millones de dólares. La solución amistosa consistió en convertir a Brando, a cambio de la condonación de la deuda, en un Napoleón Bonaparte humano debatido entre el peso de la historia y la pérdida de su gran amor: Desiree Clary (Jean Simmons).
Alex North se había formado una sólida reputación en Hollywood desde sus inicios en el año 51 con las producciones cuasi-teatrales, “Un tranvía llamado deseo” y “Muerte de un viajante”, donde desgranaba toda la psicología condensada en los convulsos protagonistas que formaban el ideario de Tennessee Williams y Arthur Miller respectivamente. Su incursión en el drama histórico con “Les miserables” en 1952, donde aunaba dramatismo y romanticismo, le convertían en la elección perfecta para “Desiree”. Su acercamiento a la figura del conquistador Bonaparte es cálida y humana, en orden a la dirección de un Koster algo dubitativo. A ello contribuye una convincente pero algo fría interpretación de un Brando que no acababa de asumir un rol impuesto en el que no confiaba.
Fiel a su estilo, North huye de los acercamientos románticos basados en la música del siglo XIX, tan aceptada y adaptada en la época, para lograr una sólida partitura de poderosas imbricaciones románticas, no exenta de punzantes pasajes reflexivos fruto de la doble personalidad del francés: la lucha entre la imagen de poderoso estratega a cargo de un Imperio y sufrido amante incapaz de librarse de su convencional, pero políticamente correcto, matrimonio. El acercamiento del genio de Chester es deudor de la música del siglo XX, tanto de su maestro mejicano Silvestre Revueltas como de sus ídolos rusos (en especial Prokofiev). Como botón de muestra el tema “Etiquette”.
Entre el sentido patriótico y localista de cortes como “The Medals”, “The Entrance” o “Arrival” y la inevitable versión del himno “La Marseillais”, escrito por Rouget de Lisle, que se asocian a su triunfo como hombre de política y guerrero (“Montage”, el final de “Farewell”), el verdadero interés de North es mostrar el lado mas humano de un personaje enamorado enfrentado a su destino como muestra, a contracorriente, el trágico y hermoso corte “Proclamation and Desertion” y el fúnebre réquiem militar final para trompeta y percusión de “Farewell”.
El arrebatador romanticismo con el que North impregna determinadas secuencias del film constituyen un auténtico lujo mas allá de las limitadas propuestas de Koster. “Unrequited and Cradle”, “Wooed” y “Denoument” se alzan como ejemplos inigualables del talento de un compositor injustamente asociado, por parte de algunos aficionados, a universos inaccesibles y complejas estructuras melódicas que siéndoles afín, sin duda le convierten en un seguidor de la vanguardia musical tanto como, por su sentido romanticismo, en un admirable conocedor del alma humana.
Alfred Newman, cabeza visible de la Fox en su apartado musical, contribuye con un vals que ejerce de “Main Title” y que obtiene una rendición mas clásica en “Desiree Waltz”. Editado de manera limitada a 2.000 ejemplares, “Desiree” se convierte por méritos propios en el único compacto, dentro de la última hornada de Varése CD Club, con coherencia para ser considerado una edición novedosa, digna de coleccionismo, mas allá de meras consideraciones económicas y de difícil justificación.
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