Ignacio Garrido
Después de casi un año de silencio creativo y para la producción-entretenimiento Bruckheimer de turno apareció el disco con la composición original de Trevor Rabin para “La búsqueda” tras tres años sin editarse oficialmente ninguna partitura suya (desde la impresionante “American Outlaws” por parte de la casa Varése). Teniendo en cuenta el tiempo de espera para sus seguidores la decepción fue considerable si tenemos en cuenta las posibilidades de un film entretenido, quizás algo simple y con ninguna profundidad cinematográfica (como todo buen espectáculo de acción de hoy día cuya búsqueda sea hacer millones en taquilla) pero de excelente factura y enorme presupuesto para su apartado musical, en el que el compositor opta, al contrario que en otros trabajos de acción mucho más estimulantes como la magnífica “Deep Blue Sea”, por el empleo continuo de la electrónica, pero sin granjearse el éxito de obras más dinámicas y trepidantes en este campo como “9 días” o “60 segundos” que directamente abrazan el trabajo con los teclados y los ritmos frenéticos que aquí hacen su aparición tan solo a medio gas.
Los elementos a criticar en este vehículo de acción y aventuras con un simpático Nicolas Cage como protagonista son ciertamente cuestionables dado que Rabin es uno de los más dotados compositores de hoy día dentro del género de acción en la fusión de elementos modernos (ritmos electrónicos, potentes percusiones, etc…) con los más tradicionales, lo que se demuestra tanto en sus recursos melódicos como en su estilo orquestal tan bien perfilado en obras como “El sexto día” o “Remember the Titans” que aúnan ambas virtudes con magníficos resultados. Aquí la creación no está a la altura todo lo que cabría esperar y aparte de resultar algo machacona y demasiado ruidosa en ciertos pasajes como “The Chase” muy cercana al estilo de su obra menos interesante hasta la fecha “El único”, otros momentos suenan demasiado a Thomas Newman en un claro temp-track, algo apreciable en el corte “Library of Congress”, debido esto a que el director del film John Turteltaub suele tener como asiduo colaborador a Newman en las partituras de sus films (recordemos la estupenda “Phenomenon”). Es de suponer que con la elección de Bruckheimer para el apartado musical decantada por Rabin, este último se debió ver entre la espada y la pared (director y productor) al tener que ofrecer tanto una línea de composición estilo no ya factoría Zimmer, sino factoría musical Bruckheimer (como ocurriría en su momento con “Piratas del Caribe”) como retazos al estilo de Thomas Newman demandados por el realizador. Semejantes taras se notan en el trabajo del ex-guitarrista de Yes (de hecho y para los que tengan la ocasión de visionar el DVD de la película, se puede apreciar en su final alternativo la música del gran Thomas Newman para “American Beauty” en las imágenes) que se badea como puede entre unos y otros consiguiendo pese a todo salvar la papeleta gracias a su talento innegable y fuerte personalidad musical.
La partitura conseguirá mantener el tipo gracias a un sencillo y efectivo tema central desarrollado ampliamente en el primer corte “National Treasure Suite” con ritmo percusivo y nerviosa electrónica que irá apareciendo puntualmente en distintas variaciones a lo largo de toda la banda sonora aportando las dosis justas de misterio, suspense o acción (destacando el excelente “Arrival at National Archives”) a medida que avanza la trama. Por supuesto lo que inclina la balanza favorablemente para la recomendación de la obra es el tema dedicado al protagonista “Ben”, una de esas melodías épicas (al estilo de su glorioso tema para “Armageddon”) en las que el compositor vuelca grandiosidad, heroísmo y fuerza consiguiendo la emoción que se echa en falta en los momentos menos interesantes del score.
Los dos fantásticos cortes finales que cierran el disco “Interrogation” y “Treasure” suben enteros por su espectacularidad y emoción a una composición que podría haber sido mejor de no estar tan predeterminada por una sonoridad tan específica tanto por parte del productor como del director (lo que reabre el eterno debate de la libertad creativa del compositor frente al temp-track), pero que consigue auparse un poco por encima de la media en este tipo de trabajos gracias a la calidad que ni siquiera los detractores de Trevor Rabin pueden negarle como el excelente músico de cine que es en obras menores como esta. Como curiosidad apuntar que se acreditan más de 150 músicos de orquesta pese a que la música está interpretada casi íntegramente por sintetizadores, elementos sampleados y teclados, debida esta ingente cantidad de miembros a bastantes sesiones de grabación con distintas orquestas de gran sección de cuerda todas ellas.
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