Ignacio Garrido
De un tiempo a esta parte, el cine oriental está cobrando una enorme fuerza tanto por la calidad de sus productos, tanto por la imaginería visual y estética de sus imágenes, como por lo sorprendente de sus contenidos expresados con elegancia, brillantez y con renovado brío en los géneros concretos del terror y las aventuras mitológicas y fantásticas, que films como “Tigre y Dragón”, “Hero” o esta “Casa de las dagas voladoras” aprovechan de forma prodigiosa, para llevarnos a universos imaginarios fascinantemente acompañados en sus apartados musicales por excelentes autores, que consiguen explotar, a través de nuevos cauces y vertientes, tanto el romanticismo de las entremezcladas historias de amor, como la épica de su carácter legendario (siendo en este apartado el “Hero” de Tan Dun la que mejor nota se lleve hasta el momento) y los ambientes mágicos y etéreos de sus fábulas, y elementos mágicos o sobrenaturales.
A los ya familiares nombres de Takemitsu, Hisaishi o Dun, habrá que añadir a partir de ahora el de Shigeru Umebayashi para que vaya calando en nuestras memorias, pues probablemente será otro compositor muy a tener en cuenta dentro del mundo de la música de cine que proviene de oriente, y que con suerte el cine comercial americano aprovechará dentro de no mucho en algún proyecto comercial (algo de lo que puede dar fe el francés Alexandre Desplat tras su éxito con “La joven de la perla” y su sorprendente asignación para “Hostage”, trabajo soberbio por otro lado).
Si bien cuenta con poca carrera conocida y menos todavía si nos atenemos a su escasa discografía “encontrable” (la soberbia “2046”, “La adolescente", y un promo doble con trabajos para televisión y cine), lo cierto es que la calidad y fuerza que rebelan estas escasas composiciones de Umebayashi es envidiable.
Su partitura para este film sobre más mitologías, espadas y amores varios en la China feudal sigue la línea de las ya famosas “Tigre y Dragón” o “Hero” de Tan Dun, pero al mismo aventurando una mezcolanza de clasicismo y belleza formal (cello e impecable melodía en su tema central “Lovers”) con apabullantes pasajes electrónicos o rítmicos como “The Echo Game”, que llegan a sonar incluso a Thomas Newman tangencialmente; aparte de mostrar una delicadeza inusual en el empleo de las ya inevitables voces solistas, destacando el bellísimo corte “Bamboo Forest”. Con todo y pese a la variedad estilística que presenta, el disco se ve abocado al inevitable desenlace romántico y dramático con piezas intensas como “Mei and Leo” y de profunda melancolía como “Mei and Jin”, hasta culminar con el tema principal en versión comercial cantada por la excepcional Kathleen Battle, y si bien normalmente criticamos esta maniobra por parte de las casas discográficas, en esta ocasión y dada la calidad de la solista, su inclusión en un CD de una duración más que digna (49 minutos incluyendo la propia canción) se agradece y sirve de, en este caso y como excepción a la regla, agradable y digno colofón al trabajo orquestal.
Las fuentes estilísticas son claras en el trabajo de Umebayashi: desde Takemitsu y sus colaboraciones con Kurosawa, hasta - mucho más lógicamente por su cercanía temporal - el más reciente Tan Dun y su oscarizada “Tigre y Dragón”, pero su traducción personal a la historia que cuenta el film y su desafiante estilo personal en el que tienen cabida la fusión de la electrónica con lo orquestal o lo solista con lo percusivo son indicaciones claras de que estamos ante un autor que no se va a limitar a seguir esquemas ajenos impuestos y que en breve seguramente despuntará con el trabajo definitivo que le de a conocerse y a deslumbrar.
Respecto a su banda sonora de “La casa de las dagas voladoras” se puede decir que aunque siga los parámetros de anteriores partituras y films de similar temática, Umebayashi consigue desarrollar un universo sonoro paralelo al de Dun o coetáneos, destacando por la intensidad y sencillez con las que consigue cautivar al oyente, siendo por lo tanto un trabajo a destacar y a evitar que caiga en el olvido con una valoración abiertamente positiva, que nos deja a la espera de más scores de su compositor.
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