Miguel Ángel Ordóñez
Pocos días después de la muerte del Papa, Karol Wojtyla, el canal 5 de la Televisión Italiana estrenaba este oportuno telefilm sobre su obra y milagros. Dirigido por Giacomo Battiato y basado en la obra del periodista italiano Gianfranco Svidercoschi, amigo personal del difunto pontífice, “Karol, un hombre convertido en Papa”, narra su vida desde el estallido de la II Guerra Mundial con la invasión de Polonia, el 1 de Septiembre de 1939, mostrando su tránsito por el nazismo alemán y por la posterior represión comunista, hasta su coronación como Juan Pablo II. Diez millones de euros y la participación del actor proveniente de la escena polaca, Piotr Adamczyk, como velado homenaje a los años de interpretación teatral por parte de Wojtila, son los principales créditos de esta producción, que debido al éxito ha dado lugar al rodaje de una segunda parte centrada en sus 26 años de pontificado.
Ennio Morricone como ya hiciera hace un par de años con su contribución a la dramatización de la vida de Juan XXIII (“Il Papa buono”), se ha encargado de componer su banda sonora. Viene a colación comparar ambas partituras, puesto que si bien la disposición temática de una varía bien poco respecto de la otra (empleo de coros, lirismo y suspense) sí que se aprecia un distinto tratamiento a la hora de obtener la llave maestra por la que gira el cuerpo sonoro de ambos trabajos: lo que para Morricone supone de emoción cuando se acerca al personaje de Juan XXIII, expresa solemnidad respecto de Juan Pablo II. Quizás sea ese el punto flaco del retrato de Karol Wojtila a través del pentagrama morriconiano. La partitura acaba bipolarizada, en exceso, entre los duros acontecimientos que marcan la juventud de Juan Pablo II (el nazismo, los gulags, la KGB….) y su actitud vital ante los problemas humanos. Lo que esta partitura tiene de ensayo, de apego a la realidad, “Il Papa buono” lo tenía de novela, de libre adaptación encaminada a potenciar las virtudes del Papa de las guerras, del asesinato de Kennedy, del muro de Berlín y del conflicto con Castro. La novelización de esta permitía un acercamiento potencialmente lírico, mientras el realismo de la primera supone una apuesta por el dramatismo.
Lamentablemente, siendo un trabajo a tener en cuenta, “Karol” peca de esa división entre cortes semiatonales con aire marcial y de suspense, donde viento y percusión luchan alejados del diálogo (la primera parte de “Karol e gli invasori I”, que adquiere en su segunda mitad mayor fuerza épica con la introducción de la cuerda, “Polonia in fiamme”, “Kordek”, “KGB”, “Sospeso in atessa”), deudores del encuentro musical del maestro italiano con los films políticos de los 60 y 70; y el Morricone más lírico y nostálgico, sin la suficiente capacidad para crear emociones sostenidas, tan afines a su empleo de la cuerda, sino chispazos melancólicos que remiten de una manera u otra a trabajos anteriores.
Aún así, es en esta vertiente donde “Karol” obtiene sus mejores resultados. Ya sea en su acercamiento religioso a la figura del Papa, “Habemus Papam Giovanni Paolo II”, con empleo ceremonioso de los coros, o en la postura del mismo frente a los condicionantes que marcan su elección de fe. Así, Morricone, emplea la épica litúrgica en su defensa a los trabajadores, “Karol e gli operari” con uso de órgano; la compasión ante el destructor enemigo, “Karol e gli invasori II” con interludio de cuerdas; el réquiem a piano como postura ante el sufrimiento, “Karol e la sofferenza”, y con diálogo entre cuerda y viento con la misma melodía en “Karol e il dolore”, mostrando un grado más comprensivo ante los que padecen; o el lirismo con solo de viola y contrapunto al piano en su “Karol e l´amore” marca de la casa. El mejor corte de la edición, sin embargo, es el adagio de profunda tristeza que acompaña la visión de la Cracovia ocupada (“Cracovia”, donde se nota que Morricone recorrió sus calles como inspiración para componer la partitura).
Es indudable la capacidad melódica del maestro romano, así como cierta previsión en sus propuestas. Tampoco se puede negar que “Karol” cuenta con una profusa variedad temática que seguro hará las delicias de los fans del maestro, pero a su trabajo le sobra presunta profundidad y le falta más intuición, mayor corazón. Es posible que la figura viva, por entonces del Papa y los censores vaticanos, pesaran lo suyo en el ánimo del maestro.
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