Frederic Torres
Cuando Michael Giacchino presentó la música de “Los Increíbles” corría el año 2004 y el compositor venía del mundo de los videojuegos, donde había obtenido sus mayores logros, entre ellos su versión de “Parque Jurásico: El Mundo Perdido” (en el que no empleaba ni una sola nota de la partitura de John Williams para la película) y, sobre todo, “Medalla de honor”, cuyo primer juego produjo Steven Spielberg en 1999, inspirado en el éxito obtenido por “Salvar al soldado Ryan”, el film bélico estrenado el año anterior que visualizaba en toda su crudeza el desembarco aliado en las playas de Normandía durante la Segunda Guerra Mundial, y que le proporcionó otro Oscar a la mejor dirección. Desde entonces han pasado catorce años, y si en aquel momento la sombra de Williams planeaba de un modo harto evidente sobre la música compuesta por Giacchino para el videojuego bélico, la de John Barry fue la que inspiró el largometraje de dibujos animados que dirigió Brad Bird. En ambos casos, directores y productores solicitaron al compositor que empleara esos determinados referentes, y el músico así lo hizo. Pero de un modo tan brillante que la película de Bird supuso su tarjeta de presentación en la primera división de la industria hollywoodiense. Desde entonces, Giacchino ha ido cimentando una personalidad propia en su asociación con el productor y director J.J. Abrams, y con la compañía de animación Pixar (fagocitada por Disney), consiguiendo alguna nominación al Oscar (la espléndida partitura para “Ratatouille”) e, incluso, obteniéndolo en 2009, por la excelente “Up”, a los 41 años de edad.
Hoy en día, cumplida la cincuentena, Giacchino es uno de los nombres referenciales de la música de cine estadounidense, por no decir el mayor, y hay quien lo contempla, salvando todas las distancias formales y vitales que se quiera, como el más firme candidato a suceder a John Williams, octogenario avanzado, en el podio de la especialidad, aunque con su propio estilo y maneras, como es obvio y debe ser. El hecho de verse involucrado todos los años en un mínimo de dos o tres (incluso cuatro) títulos de los más taquilleros (lo que hoy en día se entiende por el barbarismo de “blockbuster”) da buena cuenta de cuál es su situación dentro de la industria y la confianza que la misma está depositando en su trabajo. Es lógico, pues, que las expectativas ante esta esperadísima segunda parte de las aventuras de la familia superheroica de Pixar/Disney, se situaran en lo más alto, tanto a nivel cinematográfico como musical, pues para ambos artistas la primera parte les supuso la apertura de muchas puertas. Y lo cierto, cabe decirlo ya, es que cumplen sobradamente con las mismas. Es cierto que ya no gozan de la capacidad de sorpresa con la que irrumpieron a mitad de la década pasada, y que, por tanto, la frescura que caracterizaba al primer film queda relativizada tanto en un sentido como en otro, pero no es menos cierto que esta segunda parte ofrece no solo “más de lo mismo”, como se suele decir, sino que plantea nuevas iniciativas que ciertamente son de agradecer. Y ello porque el protagonismo se desplaza, en esta ocasión, hacia la parte femenina de los personajes, tanto en lo que respecta a Elastigirl, la madre de la familia “Increíble”, como en el de Evelyn, la reivindicativa y experta informática hermana de Winston Deavor, el joven empresario fundador de Devtech, empeñado en legalizar a los superhéroes y en luchar contra Robapantallas (estupendo el bloque musical que refleja la alianza entre ambas en “Searching for a Screenslaver”).
Giacchino sigue empleando referentes sesenteros con trompetas de sonido “wah-wah” y agudos estridentes, juegos percusivos con los bongos y la batería (la proteica “Considerer Yourselves Undermined!”, en la que la familia vuelve a luchar contra el Socavador), empleando dosificadamente, pero con enorme acierto, el órgano Hammond, así como la flauta y el vibráfono (“A Tony Perspective”), remitiendo no solo a Barry, sino también a Henry Mancini y sus sofisticados thrillers para Stanley Donen (“Charada” y “Arabesco”), como la misma apertura fílmica (“Episode 2”) deja entrever, con una interesante fusión (de apenas un minuto) entre los estilos de ambos, sin dejar de lado a otros autores como Lalo Schifrin, uno de los nombres de mayor relevancia de la década (rastreable en “Rocky vs. Jack-Jack”, la divertida secuencia en la que el bebé de la familia revela sus poderes, pero también en el empleo del piano que se escucha en “Helen of Ploy”). Pero es en momentos como el del nuevo acomodo de la familia en la mansión que les facilitan los Deavor (secuencia que recoge el tema “Diggin´ the New Digs” y que está provisto del mismo glamur y estilo que el empleado en “Goldfinger”, para la llegada de James Bond a Río), así como otros, como el del atentado a la embajadora, provisto de un crescendo arrebatador (“Ambassador Ambush”), o el protagonizado por la percusión (durante la segunda parte de “Searching for a Screenslaver”), en el primer enfrentamiento entre Helen y el Robapantallas, con la inestimable ayuda de Evelyn (que de nuevo convoca la partitura de “Goldfinger” y la clásica secuencia del asalto a Fort Knox), los que remiten a Barry, verdadero inspirador de la esencia del score (incluyendo sus variantes misteriosas, reveladas en pasajes como “Hydrofoiled Again”, que también ofrece en las cuerdas evidentes influencias herrmanianas). Todo ello sin perder la energía y las maneras vitamínicas del propio Giacchino, quien se emplea a fondo en determinadas momentos como el del sabotaje al tren magnético (“Train of Tout”), la de la explosiva irrupción de Jack (“Jack Splat”), o durante la secuencia final (“Elastigirl´s Got a Plane to Catch” y, sobre todo, “Looks Like I Picked the Wrong Week to Quiet Oxygen”), además de los casi diez minutos de los créditos iniciales y finales que se suceden, aglutinados, unos a otros como es costumbre llevar a cabo en la actualidad (“Incredibles 2”), todo un “tour de force” que se convierte en una magnífica suite de los temas conocidos, así como de los que se aportan para esta nueva entrega (en concreto, el del Robapantallas y el de Jack).
El compositor sigue demostrando, pues, que es un nombre fundamental de la narración musical con una expresividad a prueba de bomba, que se crece ante los envites que suponen la continuidad musical de films exitosos (escúchese sino la extraordinaria partitura que concluye la última trilogía simiesca, “La Guerra del Planeta de los Simios”, o sus dos magníficos trabajos para la saga de “Jurassic World”, en la que debe lidiar con el poderoso recuerdo de los temas de Williams), sin perder además un ápice de humor, pues para la edición discográfica sigue con sus bromas a la hora de titular bloques musicales como “Helen of Ploy” y “A Bridge to Parr”, que remiten a diversos films clásicos conocidos del aficionado. Para redondear el soberbio trabajo llevado a cabo, Giacchino proporciona las canciones dedicadas a cada uno de los protagonistas superheroicos al estilo sesentero en el que Neal Hefti compusiera la archiconocida apertura de la televisiva serie, “Batman”. En esta línea están las tres principales: “Here Comes Elastigirl-Elastigirl´s Theme”, “Chill or Be Chilled-Frozone´s Theme” y “Pow! Pow! Pow!-Mr. Incredible´s Theme”, que también pueden disfrutarse en originalísimas versiones “a capella” (extraordinaria “The Glory Days”, con el tema central de protagonista), como una especie de bonus extra. Un auténtico festival cinematográfico y musical, solo empañado por cierta sensación de no haberse llegado más lejos en la novedosa propuesta de la asunción del protagonismo femenino, pues en realidad, y al fin y al cabo, Elastigirl acaba cediendo su rol al cabeza de familia, Mr. Increíble, y Violeta haciéndose cargo voluntariamente del bebé Jack en los momentos decisivos para que los personajes masculinos del grupo puedan emplearse sin cargas familiares en toda su plenitud. Y es que la conservadora Disney sabe adaptarse a los nuevos tiempos. Sí, pero sin pasarse de la raya.
2-septiembre-2018
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