Frederic Torres
El cine rodado en el País Vasco y en euskera, ha dado importantes pasos en los últimos años de la mano sobre todo de la pareja formada por Aitor Arregi y Jon Garaño, directores de “Loreak”, que fue la primera película rodada en ese idioma que participó en la competición oficial del Festival de San Sebastián, y “Handia”, reciente ganadora de nada menos que diez flamantes Goyas. Ahora, Paul Urkijo Alijo, en su debut cinematográfico bendecido por Álex de la Iglesia como productor, ha apostado por una historia basada en una conocida leyenda tradicional de la tierra para urdir “Errementari” (titulada en castellano “El Diablo y el Herrero”), una apuesta más cercana al cine de género, en este caso de terror, también rodada en euskera. En todas ellas ha estado presente el compositor Pascal Gaigne, con resultados realmente sobresalientes (“Loreak” fue nominada al Goya, premio que finalmente consiguió en 2017 con “Handia”, además del Feroz), a pesar que “Errementari” no haya cosechado menciones en este sentido, dadas las fechas de su estreno. Pero lo cierto es que este primer trabajo presentado por Gaigne tras obtener el citado Goya, revela el gran momento creativo que está atravesando el compositor, que consigue mantener en alto el gran nivel que siempre ha exhibido a lo largo de su ya longeva trayectoria profesional con una obra que sobresale gracias a las sorprendentes texturas obtenidas.
Y no era una apuesta fácil, pues la aproximación del compositor a esta historia situada tras la Primera Guerra Carlista (momento histórico que casualmente comparte en importancia con el prólogo del desarrollo de la historia de “Handia”) que protagoniza el herrero Patxi (Kandido Uranga), un personaje hosco, que vive apartado en lo profundo del bosque y del que corren habladurías entre los habitantes del pueblo vecino acerca de su vinculación con el mismo diablo, la realiza a partir de diversos frentes que se superponen hasta alcanzar la atmósfera requerida, según el relato se va deslizando hacia componentes más o menos tensionales, terroríficos e incluso humorísticos. La mezcla de lo orgánico (la presencia del bosque) y lo inmaterial, está hábilmente presentada a través de diversos planos musicales entre los que destaca la presencia orquestal, en la que figura la Bratislava Symphony Orchestra, dirigida con la diligencia y pericia habitual por la batuta de David Hernando Rico, en la que sobresalen los solos del chelista Boris Boho (“Lo Han Apresado”, “Infierno”) y el del violín (dedicado especialmente al “Diablo”), a cargo de Mica Bitchiasvili (que tiene su protagonismo en “Sartael”, denominación del demonio por aquellos lares, y que interpreta un irreconocible Eneko Sagardoy), que se emplea a fondo en pasajes como “Desde Dentro” (de casi siete minutos de duración), “Jugando con el Demonio”, “La Venganza del Pueblo”, “La Venganza de Alastor”, o ese “tour de force” que es “Infierno”, un fragmento que rebasa los nueve minutos. Gaigne genera una densidad onírica desde el mismo “Prólogo”, con una sonoridad especial conseguida con la percusión (en la que se emplea la txalaparta y la celesta en tono grave) y los coros (Dzast Ahotzak & Suessatio Taldea, agrupaciones dirigidas por Jabolo Sagastume & Aitor Sáez de Cortázar, respectivamente), que tendrán su protagonismo en la inicial “Rumores en la Niebla”, en la citada “Infierno” y en la resolución, “Epílogo & Final” (de mayor duración que la indicada en la carpetilla, en la que se le atribuye una brevedad que apenas supera el medio minuto, cuando en realidad pasa de los dos).
La adición de la electrónica diseñada por Gaigne funciona como la argamasa del indispensable ensamblaje específico de las texturas requeridas, en especial para fragmentos como “Desde Dentro” (que se combina con el peculiar uso de las notas graves del piano), “Sartael”, “En Vuelo” o “Pacto con el Diablo”, sin olvidar ese elemento étnico necesario para una historia de raíz popular como esta, para lo que el compositor toma como referencia un par de canciones del folclore vasco como “Aldapeko Sagarraren” y “Bortian Ahiiski”, integrándolas en el corpus de bloques como “Rumores en la Niebla”, interpretadas con la txirula, una flauta típica de la tierra (como el txistu) por el especialista Karlos Subijana, que se escuchará de nuevo durante los “Créditos” finales (errados otra vez en la indicación acerca de la duración del tema, el doble que el indicado en la contraportada, ya que supera los tres minutos de duración). También la txalaparta, uno de los instrumentos de percusión más característicos de Euskal Herria, está presente en, por ejemplo, la excepcional “El Mundo de Uxue”, en la que se presenta el personaje interpretado por la pequeña Uma Bracaglia, una huérfana que tendrá un involuntario protagonismo en la narración, y para la que Gaigne crea un hermoso y sugerente tema urdido entre el arpa y la voz solista femenina, que se debe a Paula Ortiz Moratinos (quien también ejerce de asistente del compositor y copista). Más tarde, ya en la conclusión fílmica, será un lírico solo de chelo el protagonista de “El Regreso de Uxue”, pero en un tono más evocador y distendido.
Una partitura, pues, densa y de larga duración, cuidada y plena de hallazgos, que responde a esa vena inquieta que hace mucho tiempo que caracteriza a Gaigne, siempre a vueltas con el misterio que implica el origen y el trayecto que rodean la composición musical y su relación con las imágenes, quien además ha sabido desmarcarse de cierto encasillamiento en el que determinados medios y parte de la crítica habían querido situar al músico etiquetándolo por sus dotes y especial sensibilidad para el cine “emocional” (que también), como ejemplifica su participación en proyectos tan dispares como el presente, las comedias “Gordos” y “Embarazados”, el thriller “Plan de Fuga”, o su reciente colaboración en la serie de Televisión Española, “Traición”, todos resueltos de un modo tan irrefutable como variopinto pero siempre haciendo gala de una inspiración que muestra un carácter tan propio como acertado. Ha sido precisamente la cualidad maleable de la música de Gaigne (en un sentido de búsqueda, como muestra su extraordinaria colaboración con el director finlandés Rax Rinnekangas) una de sus señas de identidad y bueno es recordarlo a través de obras como la presente, que vuelve a poner los puntos sobre las íes acerca del carácter poco conformista de un autor que hace décadas se asentó en el seno del cine español, para fortuna y disfrute del espectador autóctono, quien además ha podido disponer de su obra gracias a la edición discográfica de una parte representativa de su trabajo a través de la producción de Solisterrae, comandada por el propio Gaigne, siempre en colaboración con ese indispensable sello que es Quartet Records. Hay buena música para rato.
11-junio-2018
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