Frederic Torres
Hay que celebrar la aparición de este disco, editado por el infatigable James Fitzpatrick y su sello Tadlow, por lo que supone de recuperación de una música hasta ahora inédita de su autor, el cada vez más añorado Jerry Goldsmith. Y cabe saludarlo por un doble motivo, porque si la labor del productor ya es de por sí encomiable en cuanto a la regrabación completa y en las mejores condiciones de grandes títulos y partituras de la historia del cine, aún lo es más cuando a esa práctica se une la condición de presentación de la partitura en cuestión, como es el caso. Así, Fitzpatrick y Leigh Phillips son les perpetradores de un proyecto que una vez más conduce a buen puerto Nic Raine, al mando de “The City of Prague Philharmonic Orchestra”, y que ha puesto su objetivo en “Thriller”, una de aquellas series de intriga y misterio de principios de los sesenta que tanto proliferaron en la televisión norteamericana (“The Outer Limits”, “The Twilight Zone”, “The Alfred Hitchcok Hour”) y de cuyos episodios (autónomos entre sí) se encargó Goldsmith, que por aquel entonces andaba conjugando sus primeros trabajos cinematográficos con los televisivos (“Dr. Kildare”, “Cain´s Hundred”). Así, la peculiaridad de la serie en cuestión era contar con la presencia de Boris Karloff (toda una institución “terrorífica”) para introducir cada episodio, de entre los que se ha seleccionado para su grabación media docena de distinta y variada condición para que el audiófilo pueda hacerse una idea cabal del estupendo trabajo realizado por Goldsmith en aquella serie.
Obviamente, solo a través de la consulta del arco argumental de las narraciones en alguna página especializada como “epguides.com”, se puede acceder a la información suficiente para colegir la adecuación de las partituras a las imágenes de las historias protagonistas, puesto que dicha serie, que contó con dos temporadas entre 1960 y 1962, no fue estrenada por estos lares, por lo que no existe recuerdo posible ni manera de obtener el visionado del añejo programa. Así las cosas, y cotejados los episodios que integran la grabación, cabe indicar que todos ellos corresponden a la primera temporada, siendo curioso que el que abre el disco, “The Grim Reaper”, fuera precisamente el último de esa temporada. La estructura del álbum es peculiar, en cuanto a que se establece en torno a tres fragmentos; un primero que se caracteriza por prologar la trama, normalmente de un par de minutos de duración, al que sigue una extensa suite del cuerpo central del episodio (entre los seis minutos y los casi diez de duración), y un tercer y último, breve (casi ninguno llega la minuto), en el que se produce la resolución, más o menos inesperada, de los acontecimientos acaecidos en las diferentes historias. A ello cabe añadir una especie de bonus en forma de suite, que en el disco se referencia como “End Titles”, que viene a ser un compendio de la música de todos los episodios y que sirve de colofón a la grabación discográfica.
Se trata por lo general de episodios en los que el misterio, la intriga e, incluso, lo sobrenatural, son los conceptos predominantes, por lo que música de Goldsmith es a grandes rasgos de características inquietantes, ocasionalmente circunscrita a esa tonalidad turbia que propicia el “thriller”, pero siempre matizada con la sabiduría que caracterizaba al compositor bien con una orquestación peculiar, como ocurre con la celesta en “Mr. George”, para destacar la inocencia de la pequeña protagonista a la que ayuda el benigno fantasma que da título al episodio, el clave de “The Poisoner”, que otorga distinción al crítico teatral que es rechazado por su rico tio, o la trompeta y el armonio en “Yours Trully, Jack the Ripper”, en la que Goldsmith trata de contraponer la época victoriana en que el famoso Jack el Destripador se dio a conocer, con la época actual, en la que parece ser que el obseso asesino sigue actuando, como si fuera un ser inmortal (las notas graves del piano, el clima asfixiante propiciado por el vals distorsionado empleado como motivo principal). A pesar de ello, el protagonista musical de la serie y de la grabación es la cuerda, y más específicamente, el violín y el chelo. Sabido es que Goldsmith confesaba su admiración por Berlioz y su “Sinfonía Fantástica”, que le impelió a dedicarse a la música tras una audición de juventud. Esa referencia se torna literal a lo largo de la audición de este gratísimo disco. Como también “El vals de Mefisto”, de Liszt, que también es la otra de las referencias que Goldsmith maneja en la serie, anticipando otras intervenciones similares en futuras partituras como “Satán, mon Amour”; el episodio de George Miller para el film colectivo “En los Límites de la Realidad (The Twilight Zone)”, en la que una criatura monstruosa provocaba el pánico del protagonista (John Lightgow), durante el viaje en un vuelo comercial que atraviesa una tormenta; o en la misma “Gremlins”, en la que el compositor prácticamente rescata ese mismo motivo para el bando malévolo de aquella raza de sorprendentes y enigmáticos “animalitos”. Es el caso de “The Grim Reaper”, que tiene como protagonista a una compradora de un cuadro maldito pintado por el artista que nomina el episodio, cuyos solos de violín y chelo denotan aquellas influencias (bien secundados por un órgano Hammond).
Pero además de apoyarse en esas peculiaridades instrumentales, Goldsmith utiliza el contraste paisajístico para dotar de personalidad a su trabajo, como es el caso de “Hay-Fork and Bill-Hook”, en la que la flauta marca el tono pastoril (la acción se desarrolla en Galés) a modo de contrapunto con la terrible historia del asesinato de un anciano relacionado con la brujería. Lo mismo se puede decir de las maneras herrmanianas de “Well of Doom”, protagonizada por un enorme monstruo que secuestra a los juerguistas de la despedida de soltero más insólita que se haya podido llevar a cabo. El clarinete en su registro más grave, el fagot y ese insólito dueto constituido por el arpa y los timbales (que también apela al gran Alex North), dan fe de la solvencia del trabajo llevado a término por el compositor, con un mimo y un detallismo propios de la generación a la que perteneció, que se empleó en la televisión como si fuera un campo de pruebas para posteriores logros mayores (caso también de John Williams, con una amplia trayectoria catódica). La suite final, que reúne los temas principales de los diferentes episodios seleccionados, resulta ser un magnífico broche final para un proyecto que aborda unos trabajos genéricos e incipientes de uno de los nombres más ilustres de la música de cine contemporánea, y precisamente por ello, esta grabación de supuesto perfil “menor” se convierte, por obra y gracia de Fitzpatrick, en una de las mayores y más gratificantes sorpresas de la temporada. ¡Que no decaiga!
4-julio-2017
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