Miguel Ángel Ordóñez
Los textos de Maurice Leblanc alrededor de su personaje Arsene Lupin, al que dedicó toda una vida, han visto varias adaptaciones cinematográficas, tanto europeas (Jacques Becker) como americanas (Jack Conway). Jean-Paul Salomé ha recogido el testigo de las anteriores para adaptar uno de los cuentos del personaje: “La condesa de Cagliostro”. Este Arsene Lupin juega con el encanto implícito de su personaje de ladrón de guante blanco, viéndose rodeado de asesinatos, mujeres misteriosas, explosiones, aventuras y hasta el tesoro oculto de los Reyes de Francia. Una superproducción europea exportable al otro lado del Atlántico que cuenta con el incómodo tufillo de una dirección muy del gusto francés, supuestamente inteligente, de verbo ágil y cierta deja vu narrativa que no permite al espectador, salvo en mínimos momentos, tomar en serio el plano diseño de personajes que actúan movidos mas por el espectáculo que por el uso de la propia razón. Todo demasiado aleatorio.
Debbie Wiseman pasa por ser, para el que esto escribe, la mejor compositora occidental del cine actual (pero lejos de la impresionante Michiru Oshima), si se me permite hacer una diferenciación por sexos. Desde la irrupción de “Tom and Viv” donde mostraba sus dotes para el romanticismo, ampliados con los sucesivos éxitos en la mejor tradición de la música británica de este siglo que suponen “Tom midnight’s garden” y “Wilde”, su obra maestra, “Haunted”, una maravillosa partitura situada a caballo entre la magia, la pasión y el elemento fantasmagórico, descubren una compositora dotada de una enorme fuerza dramática asociada a cada uno de sus ejercicios sinfónicos.
Como parte de la coproducción con Inglaterra, Wiseman se ha encargado de subrayar las emociones, mas bien escondidas, de este lujoso juego de artificios. El resultado es ejemplar como composición ad hoc dotada de una fuerza expresiva de difícil superación, un trabajo a conciencia que la permite exponer todas sus dotes de sinfonista al servicio del drama. Ahora bien, junto a sus imágenes vacías, “Arsene Lupin” como partitura peca de grandilocuencia, del mismo error de cálculo que Salomé incurre cuando pretende narrar a lo grande, pasiones que se intuyen mas que se perciben. Con ello no pretendo hacer responsable a Wiseman de tales pecados, sino mas bien juzgar el porqué una maravillosa partitura con vida propia sin las imágenes, devora las mismas al ponerse al servicio del efectismo, de la tramposa trama de pasiones desatadas que arrastran a los protagonistas, por encima del mínimo de credibilidad exigible en la conducta de sus acciones.
Por ello, “Arsene Lupin” se debe juzgar como un mero ejercicio de aventuras, sofisticado, de género, donde Wiseman entrelaza el romanticismo musical del XIX con un sabio empleo de complejas armonías mas propias del XX. En la película, mucho mas que en el disco, el tema asociado al protagonista se erige como epicentro del drama, hasta el punto de mantener en un segundo plano el dinamismo de la acción (justo al contrario que el disco). Desde la desaparición de su padre, una vez expuesto el tema del ladrón (“Arsene Lupin”), este acompaña la mayoría de los planos donde el mismo se interrelaciona con el resto de personajes, dando a entender la destreza, a pesar de la juventud, para el engaño, para superponer su propia personalidad al resto, especialmente a las damas seducidas y robadas, e incluso emerge al adoptar nuevos personajes como base del engaño (“The Mask of Prince Sernine”). Así el amor de su vida (“Clarisse et Arsene”) se ve dominado por el vals que identifica a Lupin, hasta el punto de ser responsable de su postrera muerte. La excepción la representa el personaje de la condesa Cagliostro (Kristin Scott Thomas), que como malvada de la función posee un poderoso tema muestra de su dual personalidad: cruel asesina y mujer en busca de amor (a pesar de su incapacidad para amar), con rotundo apoyo coral. Por su parte el otro personaje malvado del film, que esconde un secreto en relación con la desaparición de su padre, Beaumagnan, posee su propio tema (ya que al igual que la condesa vive del engaño y por tanto no se dejan embaucar por Arsene), dinámico y agreste en la contraposición de cuerda, metal y percusión muy al estilo del “Frankenstein” de Doyle (“Arsene et Beaumagnan”).
Sobre esos pilares, Wiseman construye una serie de cortes de acción vivaces y de sumo dramatismo, donde la percusión emerge otorgando gran poder al conjunto. Esta, estalla contundente en “The Needle of Etretat”, antes de que el tema asociado a Lupin obtenga su mas dramática exposición (como “Arsene Escapes” y “The Blue Lupin” se convierten en la mas violenta), al igual que en “The Eight Star Will Be Divine” donde acaba superponiéndose a la propia percusión que acompaña el tema de Beaumagnan. Junto a estos, la vanguardia del siglo XX se abraza a la música del XIX en el mejor corte de la edición, “Theft of the Crucifix”, donde los coros avisan del peligro que corre el héroe al exponer ligeramente su tema en el fraseo final.
“Arsene Lupin” entra en el territorio de los trabajos mas sólidos de su autora, entre sus composiciones dramáticas que mejor aúnan eficacia e independencia. Lástima que donde deba ser juzgada se convierta en un elemento mas de la trampa urdida por Salomé para hacer pasar por drama pasional de aventuras esta mas que hueca impostura a la francesa.
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