Antonio Pardo Larrosa
Un año y 33 razones para seguir escuchando la música de James Horner. El tiempo pasa demasiado deprisa, tanto que ni el propio Chronos, personificación de ese tiempo cruel y extraño que nos ha dejado huérfanos, puede volver a restaurar lo que un 22 de junio del año de nuestro señor 2015 acabo con la vida de uno de los compositores más importantes e influyentes de la música cinematográfica moderna. Un año sin su música es un año perdido… una época de oscuridad –el nuevo medioevo- que si el dios de los genios no lo remedia, creador de los titanes Goldsmith, Williams y Morricone, acabará por cubrir la faz de la tierra con el pestilente hedor de la mediocridad, cualidad que acampa a sus anchas en el país de la música cinematográfica de nuestra época. Un año sin su música es un año perdido… palabras que una y otra vez resuenan en mi cabeza recordándome -¡que cruel es nuestra naturaleza!- que ya no volverá a crear ninguna obra maestra más dejando truncada nuestra esperanza. Ahora solo nos queda traer a nuestra memoria las melodías que otrora nos hicieron mejores personas y que hoy, por mor de su infinita capacidad para emocionar, nos dejan 33 razones y alguna más para seguir disfrutando de su música.
Escuchando “The 33”, la última obra escrita por James Horner, alguien podría preguntar: ¿Son los indios Tabajaras?, y la respuesta sería, creo que no; o, ¿podrían ser los Calchakis?, primos hermanos de aquel dúo de guitarristas brasileiros autores del “Cóndor Pasa”, pues tampoco, es el Maestro que una vez más –y esta será la última- hace gala de su versatilidad para componer música tradicional latinoamericana. Esta no es la primera vez que Horner coquetea con estas texturas, pues obras como “Vibes” (1988) o “Where the River Runs Black” (1986), que beben de la tradición y el folklore de Suramérica dan buena cuenta ello demostrando que el músico “se movía como pez en el agua” en este tipo de producciones. Por tanto, si hay una característica –desde luego que hay muchas más- que define su extensa obra, esa es, sin lugar a dudas, la versatilidad, cualidad que diferencia a los genios de los mediocres –no citare nombres para no herir sensibilidades-, que como gritaba el actor estadounidense Cuba Gooding Jr. en la película “Jerry Magire” se rigen en la mayoría de las ocasiones por el lema: “¡Show me the Money!”… pero ese es otro cantar que como parlaba Groucho Marx, “suele estar muy desafinado”. Así, casi sin esfuerzo, podríamos pedirle al Maestro –vuelvo a utilizar el presente, y es que me niego a pensar de otra manera- que escribiera un Requiem, y lo haría, o una polka, y fijaos, a buen seguro que también la escribiría; o puestos a soñar, ¿por qué no una ópera como la de los clásicos?, pues no les quepa la menor duda de que también saldría victorioso de este envite, de eso estoy seguro, porque su camaleónica personalidad se desarrollaba a través de los numerosos retos que las heterogéneas historias que narraba le planteaban. Ahora el viaje –su último vuelo- continua hacia las profundidades de una mina chilena en “The 33”, la última producción en la que trabajo antes de su trágico accidente. Es muy significativo señalar el modus operandi del compositor a la hora de afrontar este proyecto, una peculiar manera de proceder que da sentido a todo lo expresado con anterioridad cuando hacía referencia al hecho o la posibilidad de componer un réquiem, una polka o una ópera. Este proceso fue tan singular para Patricia y el equipo de producción que la propia directora llegó a comentar: ”estaba sentada a su lado mientras Horner componía la partitura, todo el tiempo. No es que él iba y volvía, realmente lo hacía junto a mí. Estaba creando la música y teníamos a los músicos en la sala, y la componía ahí mismo. Él lo describía como hacer una pintura, usando los colores en el momento…” Esto no es más que una pequeña muestra de la diferencia que siempre acompaño al maestro en cada una de sus creaciones.
La historia de “Los 33” narra los terribles sucesos que ocurrieron en Chile en agosto del año 2010 cuando el derrumbe de la mina San José dejó atrapados a 33 mineros a unos 720 metros de profundidad durante la escalofriante cifra de 70 días. La conmoción del suceso tuvo tal repercusión que tuvo en vilo a más de medio planeta. Cadenas de TV del mundo entero siguieron con una extraña mezcla de angustia y esperanza –perfectamente dibujada por la música de Horner- la resolución de tan desgarrador episodio. Dirigida por Patricia Riggen y protagonizada por nuestro Antonio Banderas, “The 33” muestra, por un lado, que la emoción es una vez más el hilo conductor de la historia, y por otro, que la música escrita por Horner para este drama basado en hechos reales deja alguna que otra lágrima sobre los recuerdos, esos que ya, y muy a nuestro pesar, son parte de la historia.
Durante algunos días he estado pensando la manera de afrontar esta partitura teniendo en cuenta que va a ser la última vez que me enfrente a una nueva obra del Maestro. Podría empezar hablando de su leitmotiv principal (“Drilling”, “The Sweetest sound! / Camp Hope”), una bella melodía de las tierras de suramérica que Horner, flautas, palmas y guitarras en ristre, utiliza para contextualizar y dar mayor credibilidad a la historia, podría empezar así… o quizás podría escribir unas cuantas líneas sobre la parte más oscura de la historia, esa para la que el músico compone unas cuantas ideas, intensas y contundentes (“Buried Alive / The Collapse”) que tensan la cuerda que une la tensión con la angustia, podría ser un buen comienzo, sin duda… pero también podría tomar como único guía el delicado y emotivo tema de la esperanza (“Celebrations / Hope is Love”), una melancólica melodía que la flauta conduce hasta el desierto de la creencia, lugar donde los coros, la cuerda y la percusión esperan entre lágrimas a los 33 mineros de la Mina San José… podría comenzar de esta manera, pero lo cierto es que no tiene demasiado sentido hacerlo así cuando la emoción y la tristeza tienen 33 razones y alguna más para seguir disfrutando de su música…
6-junio-2016
Reseña extraída y adaptada del libro, “James Horner, el don de la inmortalidad”. (Antonio Piñera-Antonio Pardo Larrosa) ed. T&B. 2016. Pg. 257.
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