Frederic Torres
Con una historia escrita al alimón entre el propio director, Robert Kaylor (de muy breve trayectoria, puesto que tan sólo llegó a dirigir otro largometraje diez años después del presente, la intrascendente comedia “Loco por Shelly” –“Nobody´s perfect”, 1990-), y el verdadero impulsor del proyecto, Robbie Robertson, también productor del film, coprotagonista y, además, autor de las canciones de la parte diegética de la banda sonora, el film quedaba conformado sobre la base de un triángulo amoroso propiciado por la aparición de Donna (una jovencísima Jodie Foster), cuando tras una casual visita a la feria en la que trabajan un par de inseparables amigos, Patch (Robertson) y Frankie (Gary Busey), uno como organizador y supervisor general del circo, y el otro como el irreverente y provocador payaso “Bozo”, se enamora de este último con el que no duda en huir de su casa aprovechando que el circo se muda a otra ciudad, irrumpiendo de este modo en la vida de ambos. Situada, pues, la historia en las entrañas del ambiente de los feriantes ambulantes, el film dispone de una atmósfera peculiar y un tanto bizarra, ubicada de nuevo en parajes sureños (rodada, como ”Sangre sabia”, en Georgia), en la que más que las relativamente llamativas atracciones lo que se pretende es mostrar los entresijos que caracterizan las relaciones de un grupo de personas desarraigadas con una vida en perpetuo movimiento, que además están dotados de unas peculiares características que van desde la típica galería de “freaks” (mujeres barbudas; personas mitad mujer, mitad hombre) o habilidades físicas (tragasables, strippers), contempladas en su cotidianeidad y en sus momentos más íntimos.
Así, con “Shanks” en el recuerdo y tras la citada “Sangre sabia”, que incorporaba elementos del folclore norteamericano sureño (banjo, violín, guitarra y armónica) aplicados de modo que destacaran los aspectos más locales de la peculiar personalidad de los protagonistas de la punzante película de John Huston, North debió parecerle a los responsables de “Carny” el compositor ideal para encargarse de esta decadente pero también transgresoramente positiva historia configurada en torno a un triángulo amoroso ambientado entre barracas de feria. En ella, mientras que Robertson, además de encarnar a Patch, se ocupaba de las canciones del film (que en el correspondiente registro analógico ocuparon la cara A del vinilo editado), North dotaba de la necesaria incidentalidad a la historia, de modo que desde la primera pista del disco correspondiente al score, “Carnaval Bozo”, en la que el espectador contempla la transformación de Frankie en “Bozo”, el payaso provocador, mientras desfilan los títulos de crédito y éste se maquilla frente al espejo, el compositor se compromete, mediante la presentación del tema central desarrollado con tonalidades oscuras y tétricas, casi distorsionadas, a no ofrecer concesiones proporcionando un ambiente desasosegador, contando para ello con la complicidad del viento y el piano además de la adición de un sintetizador (que se deja sentir especialmente en la parte final del fragmento con una intervención a semejanza de una Onda Martenot). Este aspecto inquietante es el que predominará en la partitura, alcanzando con “Rednecks Rumble” auténticos tintes de pesadilla a través de la combinación de los pizzicatos de la cuerda, la percusión, el viento (clarinetes y trompetas con sordina), siendo “Fear and Revelation”, con una cuerda ejecutada atonalmente que acompaña las distorsiones del clarinete, los trombones y las flautas, el que culminará con un crescendo el desenlace dramático del film.
No obstante, será el “Carny Theme” el más remarcable de la partitura y de la grabación, por cuanto en el mismo están presentes los parámetros más reconocibles del compositor: una compleja textura combinatoria de los diferentes elementos orquestales que, como ha quedado dicho, se presentan para la ocasión revestidos de características circenses, próximas en concepto y maneras a algunos trabajos del Rota colaborador de Fellini, y cuyo festivo final no duda en incorporar una bocina como contrapunto al ambiente mayormente tétrico de gran parte del film. Con “Remember to Forget”, compuesta al alimón con el orquestador y amigo que le acompañó en este largo tramo final de su carrera, Henry Brandt, el compositor recupera su lirismo habitual (con la cuerda) combinándolo con una apropiada “música de carrusel”, de tintes diegéticos, pero que en realidad toma como base el tema central. Dicho aspecto prevalecerá también (el del lirismo) en “I´m a Bad Girl”, dedicado a Donna, pese a los escarceos incidentales provistos de cierta intriga del comienzo del fragmento musical, siendo la cuerda, pero también la flauta y los teclados electrónicos, los protagonistas del mismo. En esa misma tonalidad de oxigenación de un ambiente claustrofóbico se sitúa “Lust”, que es un fragmento en el que se combina el pizzicato con el saxo protagonista y el acompañamiento de la batería y el sintetizador (pequeña concesión del compositor al signo de los tiempos), todo ello revestido de la apropiada modalidad jazzy (por aquello de los aspectos sensuales de este tipo de música).
No obstante el aspecto radical del paisaje en el que transcurre la acción, que dota al trabajo fílmico de una prosa sólo apta para paladares selectos, la partitura de North resulta plena de complejidad y rica en matices, motivo por el cual el compositor sentía un especial orgullo y satisfacción por el trabajo realizado, con la única salvedad de tener que admitir la participación de Robbie Robertson como compañero de viaje musical (con el que el compositor trabaría, de todos modos, una grata relación de trabajo, tal como documenta la foto trasera de la carpeta del vinilo original donde se les aprecia compartiendo cigarrillo durante un descanso en las grabaciones), cediéndole la mitad del espacio discográfico disponible a sus canciones de corte diegético (bautizadas como “Midway Music”), escuchadas en su mayor parte durante una celebración privada entre los componentes de la troupe feriante, así como también en los números de baile de la carpa de “strippers”, destacando una vez más la capacidad de North a la hora de asumir el riesgo de participar en una serie de proyectos de indudable dificultad musical, bien por los propios aspectos de la trama fílmica, bien por las características rabiosamente independientes de los mismos. Junto a las citadas “Shanks” y “Sangre sabia”, esta partitura conforma un tríptico que muy pocos compositores hubieran sido capaces de asumir y mucho menos de resolver. Además, de un modo tan conveniente como convincente.
27-enero-2016
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