José-Vidal Rodriguez
Dentro del estatismo y complacencia que sacuden el panorama músico-cinematográfico actual, el nombre de Zacarías Martinez de la Riva viene uniéndose desde hace tiempo a ese elenco de compositores europeos con mucho que decir y mucho que hacer en pos de una necesaria renovación. Tras su correcta intervención en el género de animación con "Tadeo Jones", el catalán demuestra ahora su polivalencia en un encargo de muy diferente concepción como es ”Autómata”, segunda cinta en la que trabaja junto al director Gabe Ibañez. Una partitura con la que el compositor da un verdadero salto de gigante no tanto por la repercusión (reducida) a nivel internacional del filme, sino por la incontestable personalidad que desprende su discurso en unos tiempos poco dados a singularidades.
La película, coproducción hispano-búlgara de ciencia ficción rodada con más voluntad que medios, nos presenta un sombrío futuro en el que el planeta Tierra ha llegado a su límite y la humanidad se ha visto obligada a sobrevivir en refugios en un mundo al borde del colapso. Su supervivencia reside en dos normas estrictas que deben cumplir en todo momento: preservar la humanidad por encima de todo y mantener su convivencia con las máquinas, ahora con la misma capacidad intelectual que las personas. Precisamente, la preservación de la raza humana se verá en peligro por esa nueva inteligencia artificial con la que los robots se han acercado más que nunca a la psique humana.
Tratando de ampliar el calado dramático y acercándose al propósito reflexivo del guión, la banda sonora de ”Autómata” se sustenta sobre unos sencillos pero acertadísimos mimbres instrumentales. El barcelonés moldea emociones a través de una paleta en la que orquesta y electrónica cohabitan con elegancia junto a los grandes protagonistas musicales del relato, los coros (encarnados de modo notable por la Johannebergs Vokalensemble). Mientras samplers y cuerdas se centran a priori en reflejar la tensión innata a este sci-fi thriller y retratar a su vez la humanidad frente a la inteligencia simulada (con papel relevante de los solos de chelo), De la Riva concede a la voz humana una importante labor de subrayado desde el punto de vista espiritual, metafísico y por instantes hasta litúrgico (palabras mayores, desde luego). Precisamente, es esta profundidad musical la que constituye el principal acierto del compositor, de modo que si la película se ha definido por algunos como un ”Blade Runner low-cost”, lo cierto es que su banda sonora busca intenciones similares (desde formas opuestas, eso sí) a las proyectadas por el dúo Scott-Vangelis 32 años atrás. El resultado solo puede definirse como plenamente satisfactorio, a saber: en el plano visual la música acompaña de modo perfecto las intenciones trascendentales con las Gabe Ibañez pretende -y sólo a medias consigue- sacudir la consciencia del espectador, pero incluso más atractivo resulta aún el discurso en su escucha desligada de las imágenes, al seguir conservando un grado de expresividad digno de elogio.
Los primeros apuntes disonantes del trabajo (“The Earth”), que reaparecerán ocasionalmente a modo de reflejo de un mundo apocalíptico sumido en el desamparo (“Into the Desert”), darán paso a un marcado lirismo que bien podríamos entender como otra de las apuestas personales de De la Riva. El autor no oculta sus cartas y recurre sin rubor a la melodía para arropar con soltura tanto el carácter melancólico del protagonista como la imagen onírica de unos robots con más sensibilidad que muchos políticos actuales. No parece por tanto casual que la idea central del score sea precisamente el precioso apunte contenido en “We Want to Live”, elegía de raíces williamsianas que apela desde la expresividad a esa vocación humanista y cuasi esperanzadora del relato. Merece la pena destacar su imponente desarrollo íntegro en el corte de cierre “Autómata Requiem”, brillante epílogo liberador que depara sin duda uno de los instantes musicales más emotivos del año y justifica por sí mismo la adquisición del CD.
Pero lejos de quedar condicionado por las bondades de esta idea central, De la Riva busca la amplitud temática y sigue explotando aquella vertiente melódica durante buena parte del trabajo, lo que explica la notable intensidad alcanzada por ideas -a priori- secundarias en las que los solos de cello cobran especial importancia, caso del “Robot on Fire”, “Apology” (con un fragmento rítmico que nos trae a la memoria el brillante Desplat de ”The Ghost Writer”), “Birth of a New Robot”, la parcialmente electrónica “A Night Out Dancing” o “Desperation”. El clasicismo subyacente en estos bloques y su profunda significación bucólica (en la línea del mejor Korzeniowski), dan origen a momentos de una belleza más que exportable fuera del filme, algo que hoy por hoy se encuentra al alcance de pocos autores. En contraposición a estos apuntes de exquisitez sonora, elegantes y elaborados como ellos solos, lo cierto es que en meras anécdotas quedan aquellos bloques de calado ambiental que salpican la última parte del relato (“I´m Burn Out”, “Locker”), concebidos con colores electrónicos meramente funcionales.
Sea como fuere, en su obejtivo por huir de los trillados tópicos de la sci-fi reciente, De la Riva alcanza con ”Autómata” la madurez artística y el aplomo necesarios de todo un veterano aún en la cuarentena, regalándonos sin género de dudas su mejor obra hasta la fecha. Bello, ensoñador y personal discurso en el que la música logra alcanzar la cualidad de narrador en la sombra, esa que nunca debió perder en el cine de nuestros días. No se la pierdan.
20-noviembre-2014
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