Miguel Ángel Ordóñez
Hacia el final de su vida, Hugo Friedhofer, tras una breve estancia en casa de Paul Glass, se muda a un apartamento de dos habitaciones en la avenida Bronson de Hollywood, una estructura de tres pisos que recuerda las novelas de Raymond Chandler. La construcción, rodeada por un patio central, tiene una de esas habituales pequeñas piscinas con el fondo pintado de azul turquesa. Si caminas alrededor de la U que forma el edificio, llegarás al apartamento contiguo de Jeri Southern, gran pianista y cantante. No es un hecho fortuito, Jeri fue el último gran amor de Hugo e importante apoyo a pesar de ser 20 años más joven que él. Le amó y cuidó hasta el punto de verse terriblemente afectada por su muerte. A mediados de los 70, un músico que había dejado enorme huella en el Hollywood dorado vivía, profesionalmente olvidado, gracias a la caridad de algunos amigos, colegas como Earle Hagen que le contrataban como ayudante para algunos capítulos del serial "I Spy". En esas mismas fechas el cinematógrafo Michael Lonzo recomendó a Hugo al director Randall Hood para la composición de un documental de media hora narrado por Richard Harris que necesitaba una música de pared a pared. "A Walk in the Forest" es un prodigioso trabajo que reportó elogios a Friedhofer y que sirvió para que un año después, en 1975, Randall le propusiera un nuevo encargo, un psicodrama de terror llamado "The Companion" para el que dio pocas instrucciones, dejándole un amplio margen de libertad creativa. Hugo, acostumbrado a trabajar bajo presión (en "A Walk in the Forest" estuvo varios días a base de vitamina B-12 y benzedrina), comenzó la composición en la primavera de 1976 con instrucciones de acabar antes del 30 de junio. Pronto tuvo que ralentizar su ritmo de trabajo debido a una torcedura de tobillo a la salida de un teatro, lo que complicó las cosas. Tras la muerte de Randall, diagnosticado de cáncer durante el rodaje del filme, y recién cumplidos los 75 años, Hugo termina el encargo sumido en una profunda depresión. Junto a Jeri y el director de orquesta Carl Brandt, se traslada a Londres a primeros de septiembre para grabar con miembros de la National Philarmonic y un presupuesto ajustado. La orquesta de cámara resultante estará compuesta por cuerdas, maderas, un modesto número de metales, xilófono, vibráfono, glockenspiel, arpa, piano y una pequeña sección de percusiones.
Tras dos años en un cajón, la película es finalmente vendida a Cinema Shares International en 1978 y distribuida con un nuevo título "Die Sister, Die!". La última obra cinematográfica de Hugo Friedhofer, quien poco después comenzaba a sufrir serios problemas económicos, es un neurótico ejercicio de estilo, en ocasiones postserial y politonal (al superponer varias secciones musicales completamente armonizadas en diferentes tonalidades) poco dado a la consonancia, en un filme cuyo ritmo discurre con paso de caracol. Sin embargo y bajo la advertencia de aridez y sólida disonancia, la obra posee una delicadeza armónica magistral: la carta de un gourmet de alta cocina no siempre apta para todo tipo de comensales. La elegancia e inteligencia de cortes como "Esther´s Arrival", con su sabor a americana vernacular, el abrumador "First Nell, Then Father" o "The Word Is Murder", que esconde una magistral melodía conducida por las cuerdas al unísono que recoge compases más tarde la madera, representan uno de los puntos culminantes de la carrera del de San Francisco. Y es que a Friedhofer, a pesar de formar parte del rígido sistema de estudios que dominó los intereses artísticos de la disciplina durante casi cuatro décadas, lo que le atrajo siempre fue más bien la postura de no seguir tolerando en la obra de arte la obligación de continuar en una misma dirección una vez emprendida ésta, de someterse a los clichés. No había un principio, y por lo tanto, tampoco un final claramente predeterminado, sino un proceso artístico global y autorreferencial que siempre encierra un momento de indeterminación y sorpresa. Es evidente que la música de "The Companion" obliga, lo que no suele ser habitual, a una escucha reflexiva que se mantiene siempre dentro de un círculo abierto, al contrario de esa corriente tradicional en los aficionados que entienden la disciplina como algo cerrado, de posibilidades estudiadas y escogidas. Bajo estas premisas, resulta apropiado emparentar la obra con otras de su género como el "Images" williamsiano o el "Straw Dogs" de Fielding, en tanto todas ellas vinculan el subrayado a la generación de una atmósfera intelectual y austera que emerge de hilo conductor sumergiendo al espectador en un mundo de complejas sonoridades muy al estilo de "Historie du Soldat" de Stravinsky.
Friedhofer utiliza la cuerda en "Die Sister, Die!" como instrumento para dirigir la mirada hacia las extrañezas de la música (baste echarle el ojo al corte "Rooftop Struggle"), para explorar las texturas, el interior de una obra extraordinariamente fecunda, arrancando de ellas un sonido opulento, con mucho relieve y enorme variedad tímbrica. Esa voluptuosidad sonora genera en "The Companion" una atmósfera lúgubre, luctuosa y espacial, como si los arcos abrieran la puerta de una dimensión sonora profunda y oscura. El contrapunto y los ritmos regulares otorgan a la fúnebre ceremonia musical un aspecto arcaico, casi barroco, antes que Friedhofer experimente con sus armonías vanguardistas. Música tensa que nos lleva de la serenidad del lamento ritual al grito de la angustia existencial. Hugo no renuncia, a pesar de todo, a encontrar una misteriosa belleza melódica que proviene de algo así como la digestión sonora de todos sus ingredientes musicales, de sus malabarismos rítmicos, de sus acentos arrítmicos, de sus brutales contrastes armónicos, lo que permite vislumbrar un lirismo ciertamente desconocido si uno no se limita a escuchar la obra sólo un par de veces. La misma crece y se percibe distinta en cada audición, posee la simiente de las grandes partituras, esas que nunca caducan y que saben diferente a cada dentellada. Testamento fílmico a la altura de uno de los más grandes.
9-septiembre-2014
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