Frederic Torres
John Ottman suele ser el compositor habitual de Bryan Singer, con quien viene colaborando desde hace casi veinte años, cuando coincidieron por primera vez en “Sospechosos Habituales”, el film que lanzó al director en su carrera cinematográfica. Y aunque significativamente estuvo ausente del primer “X-Men”, el film de Singer sobre los mutantes de la Marvel que inauguró en 2000 (dos años antes que el “Spider-Man” de Raimi) la nueva era de esplendor basada en los súpers de aquella editorial, que contó con una comedida partitura del desaparecido Michael Kamen, sí estuvo presente en la secuela, también a cargo de Singer, en la que utilizó como base el proteico tema central de aquél (lo mejor de la misma), tal como ha hecho en la presente ocasión. Un eficaz modo de cohesionar todos los films de la franquicia, en el más clásico estilo de los Williams, Thorne, Courage y el propio Ottman (quienes sucedieron al primero) con “Superman”, o de Elfman y Young con la primera trilogía de “Spider-Man”, a contracorriente de lo que la mayor parte de compositores está perpetrando actualmente con este tipo de personajes al ignorar, por lo general, el material compuesto con anterioridad a su participación (casos de Djawadi, Debney y Tyler en “Iron Man”, de Horner y Zimmer en “The Amazing Spider-Man”, o de Doyle y, otra vez, Tyler con “Thor”). Esa relación con su director fetiche comprende, como se ha indicado, el fracasado reboot (con ínfulas de continuación) que aquél perpetrara a mitad de la pasada década, “Superman Returns”, en el que Ottman trabajó sobre la base del conocido tema principal de la saga original, pero también el díptico sobre “Los 4 Fantásticos” (la cabecera mediante la cual Stan Lee revolucionara el mundo de los cómics allá por el lejano 1962), con un tema central pegadizo (menos acertado en la secuela protagonizada por “Silver Surfer”), así como el film de animación “Astro Boy”, también relacionado con la materia heroica, bien resuelto y funcional, por lo que se puede considerar que el compositor no es ningún recién llegado al género, tan de moda en Hollywood desde hace ya casi década y media.
Desde esta perspectiva, y considerando la vuelta de Singer a un nuevo proyecto de la franquicia mutante basado en una de las más populares sagas del grupo, “Días del Futuro Pasado”, era de prever, como así ha sido, que se contara con Ottman (cuya labor en el film como montador, el otro oficio del compositor, resulta encomiable), por lo que no debe extrañar su presencia en la que ha sido hasta el momento la película más taquillera de la Fox durante su primer fin de semana de estreno internacional (va camino también de ser la de mayor recaudación en los EEUU), al punto de batir, incluso, las escalofriantes cifras que hace unos años lograra el “Avatar” de James Cameron, en ilustrativo ejemplo de la desatada fiebre superheroica que arrasa las pantallas de todo el mundo. Así las cosas, no deja de sorprender un tanto que se haya optado por recurrir de nuevo al añejo tema de Ottman para tan ambicioso proyecto (“The Future-Main Titles”), pero esta impresión inicial, tras la audición del disco (o la visión del film), resulta engañosa, pues el verdadero leiv-motiv no es el tema en cuestión, sino “Hope (Xavier´s Theme)”, totalmente original y de tintes mucho más líricos a efectos de conseguir ampliar la trascendencia argumental y el consiguiente dramatismo con que se vertebra el apocalíptico argumento fílmico, sustentado sobre la premisa de que todo está conectado más allá del espacio y el tiempo, en la misma línea que la reciente “El Atlas de las Nubes” (o “Café de Flore”, a pesar de la distinta concepción formal y argumental de todas ellas), cuya marcha principal, debida al trío formado por Klimek-Heill-Tywker, estaba construida a partir de la melodía principal presentada al piano, sobre la que se iban incorporando paulatinamente diferentes elementos (cuerda, viento y percusión) hasta alcanzar un crescendo de notables proporciones, a pesar que en el presente caso, al contrario del sencillo y hermoso tema del trío australiano-alemán, el tema de Ottman resulte demasiado atmosférico como consecuencia de las ínfulas minimalistas que destila, aún sin perder la impronta de su carácter elegíaco, como se puede observar en “I Found Them” (cuando Lobezno localiza la “antigua” escuela para mutantes del profesor Xavier), “He Lost Everything” y “How Was She” (que acompañan el dolor del Profesor cuando Raven elige seguir a Magneto, quien significativamente la llama no por su nombre, sino con el más impersonal de “Mística”), o “All Those Voices” y “Contacting Raven” (en la que Xavier sufre al recuperar sus poderes telepáticos cuando activa a Cerebro, el impresionante superordenador que los amplifica, al objeto de localizar, precisamente, a Raven).
Ello, sin descuidar, claro, los impactantes momentos de acción como “Time´s Up (Original Version)”, concebido para ilustrar la espectacular secuencia inicial que desencadena la acción, y que es el leiv-motiv de “Los Centinelas”, segunda pista musical del disco, constituida en un frenesí protagonizado por la cuerda y el metal, por un coro (que en su cántico recuerda el conocido “Ave Satani” que Jerry Goldsmith compusiera para "La Profecía"), y, sobre todo, del sintetizador, imprescindible herramienta de los tiempos que corren. Tal es así que en “Paris Pandemonium”, un fragmento de casi ocho minutos de duración, el uso de la electrificación deviene clave (como también ocurre en “Saigon-Logan Arrives”), lindando con los abusos del Jackman de “El Soldado de Invierno” o los del Zimmer de “El Poder de Electro”, aunque afortunadamente Ottman acabe por alinearse con el ocurrente y proteico John Powell, continuador de aquellos Quincy Jones y Lalo Schifrin sesenteros, autores de las extraordinarias texturas jazzy de marchamo contemporáneo que imprimieron a sus trabajos más emblemáticos (“En el Calor de la Noche” y “Bullit”, respectivamente). Es el caso de “Pentagon Plan-Sneaky Mystique” y, sobre todo, “Springing Erik”, la brillante secuencia de la liberación de Magneto, en la que Ottman se emplea en este estilo tan grato al thriller contemporáneo, amén de contextualizar la acción en su correspondiente línea espacio-temporal.
Pero los créditos (iniciales y finales, además de algún esporádico instante de “Do What You Were Made For”) no son el único momento en que Ottman cita musicalmente otros films mutantes preexistentes, pues para el señalado clímax que ilustra “Time´s Up (Film Version)” (reelaboración definitiva del tema citado en el párrafo anterior), y en “I Have Faith in You-Goodbyes”, el compositor echa mano del material compuesto por Henry Jackman (concretamente del tema dedicado a “Magneto”, de nuevo encarnado por un mayestático Michael Fassbender) para “X-Men: Primera Generación”, el reboot (o precuela, que también podría considerarse como tal) de la franquicia, dado que los vaivenes en el tiempo que caracterizan el film llevan a nuestros protagonistas a coincidir con sus propias y jóvenes versiones (como ya adelanta, en spoiler interesado, el mismo cartel anunciador del film). Esos mismos vaivenes conducen a un epílogo que abre múltiples posibilidades de continuidad, además de justificar la inclusión de alguna estupenda canción como el clásico de Roberta Flack, “The First Time Ever I Saw Your Face”, presente en el “despertar” de Logan como magnífica contextualización diegética de una situación entre cómica, misteriosa y expectante para el personaje (y el espectador). En definitiva, a pesar de pecar de atmosférico, un trabajo solvente que recupera a un Ottman un tanto desaparecido y en perfecta comunión con su padrino, cómplice (montaje y música, nada menos) de una de las muestras más original y válida del último cine de este género, que, en contra de las celebradas muestras sombrías (investidas de reflexivos aportes filosóficos) debidas a Nolan y su trilogía sobre “El Caballero Oscuro”, como el inicio del film podría hacer suponer, se convierte en un relato de corte más clásico, en donde el ojo humano puede percibir aquello que acontece en la pantalla (tanto en 2D como en 3D) y que, sobre todo, emana, convertida en metáfora de una sociedad civil que está reaccionando ante la inmensidad de una crisis planetaria que parece no tener fin, una energía positiva que hunde su raíz nada menos que en la solidaridad intergeneracional. Sea esta humana o mutante. Y eso es mucho decir.
2-julio-2014
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