Frederic Torres
La primera de las producciones Marvel del año es esta continuación de las aventuras del “Primer Vengador”, el Capitán América (de nuevo encarnado por un ajustado Chris Evans), que bajo el subtítulo de “El Soldado de Invierno” cuenta en sus filas, además del abanderado enmascarado, con la participación de la súper-secreta agencia SHIELD al mando del coronel Fury (Samuel L. Jackson), incluyendo sus principales agentes, La Viuda Negra (Scarlett Johansson) y Maria Hill (la televisiva Cobie Smulders), presentando como novedad a Sam Jones (Anthony Mackie), alias “Falcon” (el “Halcón”, en la traducción original de los cómics setenteros), el nuevo socio del Capitán. Todos ellos luchando una vez más contra la organización criminal “HYDRA”, superviviente de la original creada por los nazis durante la 2ª Guerra Mundial que ya protagonizara, al mando del “Cráneo Rojo”, la primera entrega, aunque en este caso sea el “Soldado de Invierno” el principal y misterioso antagonista (adaptando la homóloga y reciente maxiserie de Ed Brubaker y Steve Epting, además de las más clásicas y añejas sagas del “Imperio Secreto”, perteneciente a la colección del “Capitán América” de inicios de los setenta, y, sobre todo, la titulada “Nick Furia contra SHIELD”, de finales de los ochenta, con algún toque más actual proveniente de “The Ultimates 2”, serie que directamente inspira la secuencia final). Musicalmente, Henry Jackman (quien debutó en el 2011 con cierta fortuna para la productora dentro de la franquicia mutante, con la pre-cuela “X-Men: Primera Generación”) ha tomado el relevo a Alan Silvestri con el fin de actualizar el personaje y sus aventuras, un Steve Rogers cada vez más empeñado en la superación del trauma que le supuso la hibernación durante más de medio siglo desde que desapareciera durante la 2ª Guerra Mundial, aunque en la mayor parte de las ocasiones aún le venza la nostalgia (“The Smithsonian”). Y ciertamente que el aficionado va a notar ese relevo de la mano del (penúltimo) benjamín de la familia numerosa que ha engendrado el “padre” Hans Zimmer. Pero sólo en la escucha aislada de las pistas discográficas, pues la incorporación de la electrónica mediatiza una partitura concebida desde unos parámetros híbridos en los que el clasicismo está más presente de lo que pudiera parecer a primera vista, siendo así que durante el visionado del film las novedades pasarán más bien desapercibidas al espectador debido al acabado final ofrecido desde la pantalla.
Esta aparente contradicción se debe a que fragmentos tan determinantes como los dedicados a “Fury”, “Hydra” o, especialmente, al “Soldado de Invierno” (“The Winter Soldier”), habiendo sido concebidos desde la más absoluta definición electrónica, apuntando antes al (hosco) diseño sonoro que a la música propiamente dicha (siguiendo la moda imperante en Hollywood tras el éxito obtenido por Steven Price y su “Gravity”), al acompañar epatantes escenas de misterio y acción (el mismo “Fury” o el “Lemurian Star” que abre el disco), quedan integrados milimétricamente en el todo visual y sonoro de las mismas por lo que resulta muy difícil que dichas innovaciones se perciban en el film, debido a su íntegra funcionalidad (como también sucedía en las secuencias de abordaje y posterior liberación del “Capitán Phillips”, otra partitura de Jackman en el año en curso). Así ocurre en la secuencia del ataque al jefe de SHIELD, que incluye una vertiginosa persecución automovilística por las calles de Washington digna del más espectacular Bond, o en el operativo de abordaje al buque “Lemurian Star” por parte del Capitán y La Viuda que abre el film con el objetivo de rescatar unos rehenes de las manos del acrobático terrorista Batroc (otro añejo rival del Capitán procedente del mundo del cómic, aquí en una aparición meramente anecdótica concebida como pequeño homenaje a los fieles marvelitas). También en las inesperadas apariciones del “Soldado de Invierno”, tan fugaces como contundentes, en las que apenas se llega a apreciar el leiv-motiv sintetizado (una especie de alarido desgarrador y distorsionado) que las acompaña.
El orden de los temas en el disco tampoco ayuda, pues propicia que dos fragmentos sucesivos como “Fury” y “The Winter Soldier” conduzcan al oyente por una senda diferente a la de la edición fílmica, ya que mientras el aficionado tiene que “soportar” el desarrollo completo del segundo fragmento, obligado a encontrar el motivo identificativo (la pauta rítmica, mejor dicho) de entre un barullo de ruidos electrónicos que ocupan casi la mitad de los seis largos minutos que dura (además, inmediatamente posterior al citado “Fury”, también caracterizado por la verborrea electrónica), en el film la percepción es más épica al otorgarse mayor protagonismo al tema central dedicado al Capitán, desarrollado fundamentalmente por el metal y de evidentes concomitancias con el que compusiera Silvestri para la primera entrega (también utilizado en la apertura del film, cuando se conocen Rogers y Jones mientras se entrenan haciendo footing al amanecer, bloque musical carente de presencia discográfica). En este sentido, la epatante acción del film anega del todo la atención musical del espectador, especialmente durante el tramo final en el que los veinte minutos que conforman “Into the Fray” (con un crescendo final de percusión sintetizada superpuesto sobre el motivo del “Soldado de Invierno”), “Countdown” (que entre diversos tramos de esta percusión incluye algún crescendo orquestal que otro y el tema central del Capitán a fin de destacar la épica y el paroxismo a contrarreloj que identifica el título), y “Captain America”, una especie de compendio-suite de casi 10 minutos de duración (los créditos finales), dejan al descubierto para el aficionado el concepto musical de Jackman, plagado de una infinidad de excesos electrónicos (a lo David Arnold o John Powell en sus respectivos trabajos para “Bond” y “Bourne”, por no citar una vez más a su mentor), que sólo la saturación visual más abigarrada logra hacer comprensible tras el visionado del film. Y algo más digerible al aficionado en la escucha aislada.
Y es que Jackman acierta parcialmente en la elaboración de un tema épico para el protagonista, expuesto, como mandan los cánones, con el metal -trompas, trompetas, trombones- (que también resulta muy efectivo en clave lírica, como se puede comprobar en el solo de piano de “End of the Line”), y con los epatantes scherzos (unas veces simulados electrónicamente y otras no) que acompañan las vibrantes escenas de acción, pero a partir de ahí, y teniendo grandes posibilidades para desarrollar más leiv-motiv dedicados al resto de personajes, el compositor opta por definirlos a través de sus acciones antes que desarrollarlos y distinguirlos con una personalidad propia, lo que redunda en una partitura definitivamente atmosférica y alejada de las expectativas que, a priori, levanta. Así ocurre con el citado “Fury”, que lejos de definir la personalidad del personaje, acompaña la persecución ya comentada; “Alexander Pierce”, con un Robert Redford muy creíble en su papel de conspirador ultraderechista, en flagrante y divertida paradoja con su real condición de acreditado liberal progresista y demócrata, a través de una indefinida “americana”; “Hydra”, secuencia en la que el Capitán y La Viuda descubren las instalaciones en las que ha logrado sobrevivir Arnim Zola, uno de los científicos nazis fundador del tenebroso grupo terrorista; y “Natasha”, que refleja sosegadamente algunos amistosos consejos de La Viuda al Capitán a fin de ayudarle en la superación de sus viejos fantasmas. Mención aparte merece el dedicado al “Soldado de Invierno”, en el que para describir su híbrida constitución orgánico-metálica, resultado final de los tortuosos experimentos a los que Zola le ha sometido durante décadas, Jackman genera una orgía de quejidos y ruidos distorsionados electrónicamente en lo que se puede considerar una de las cimas del “chunda-chunda” que inaugurara Brad Fiedel en los lejanos tiempos del primigenio “Terminator” (más concretamente, la segunda parte de principios de los noventa). A su lado, el clásico “It´s Been a Long, Long Time”, en versión de “Harry James and His Orchestra” (uno de los viejos discos que guarda el Capitán y que acompaña la visita de Fury al apartamento de Rogers para ocultarse de Hydra), y “Trouble Man”, de Marvin Gaye (que Sam Jones le recomienda como una de esas pequeñas cosas que Rogers se ha perdido durante sus años en blanco), que cierran el disco, parecen una broma. Y es que Jackman ciertamente cumple su objetivo de sumergir al personaje en pleno siglo XXI. Pero a qué precio!! Para ese viaje no hacían falta estas alforjas!!
8-mayo-2014
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