David Serna
Conociéndole, hasta el propio Antón García Abril estará de acuerdo (como han manifestado algunas voces) en que la edición discográfica de un título como “Fin de semana al desnudo” resulta innecesaria e incluso una insensatez. ¿Qué aliciente puede tener, a priori, la difusión musical de uno de esos subproductos vulgares y retrógrados del desarrollismo franquista, donde el complejo de inferioridad respecto a Europa cobraba vida en el bochornoso mito del “macho ibérico”? En principio, un interés moderadamente escaso, por no decir ceñido a lo estrictamente arqueológico. Pero la cosa cambia (y bastante) al conocer su música y comprobar que el autor que la firma es, en efecto, uno de los compositores más queridos y, al mismo tiempo, más desconocidos dentro del panorama cinematográfico y televisivo español. A fecha de hoy, ¿qué es lo que sigue dejando a Antón García Abril en un segundo plano al deliberar sobre música de cine española? Sin duda, su inexistente discografía, la nula difusión de decenas de bandas sonoras que pasarán al olvido empezando por el raro empeño (triste y enormemente injusto) del mismo García Abril de no darse a conocer, de cerrar herméticamente las puertas de su vasta filmografía para limitarse a divulgar su (magnífica y valiosísima, por otro lado) labor al servicio de casi todas las formas musicales: obras para orquesta, ballets, cantatas y conciertos por los que el músico turolense pretende (y seguro que será) recordado. Visitar su página web (www.bolamar.com) es demoledor y concluyente: entre su catálogo de obras y discografía no hay ni rastro de sus películas y series de televisión, como si el autor de obras tan maravillosas como “Fortunata y Jacinta”, “La lozana andaluza” o “Monsignor Quixote” renegara completamente de un pasado “alimenticio” y desprovisto de interés.
Catar un disco como “Fin de semana al desnudo” puede suplir, en este sentido, más carencias de las que parece, presentando una realidad muy diferente a la que dibujan los prejuicios y el desconocimiento de este tipo de música: por un lado, alienta a descubrir la faceta más oculta de un autor todoterreno que siempre ha ofrecido lo mejor de sí mismo con “el tipo de música que requería la película”, como ha manifestado (casi sonrojado) en tantas ocasiones; por otro, saca a relucir una partitura versátil y enormemente rica en orquestación y melodías, siempre plegada a una puesta en escena tosca y ordinaria pero equipada de una dignidad plena, con un nivel de calidad que ya quisieran para sí los hermanos De Angelis en las comedias italianas de la época (más íntegras, por otro lado, que los delirios machistas y chabacanos perpetrados por Mariano Ozores). A la postre, este “Fin de semana al desnudo”, junto al reciente “Texas, Addio” editado también por Quartet Records, puede romper una larga tregua a la hora de redescubrir (o “descubrir” a secas, que nadie se avergüence) a uno de los pocos músicos españoles que, en pleno apogeo del “landismo” y los vehículos cómicos de Gracita Morales y José Luis López Vázquez, resolvía los tópicos y los lugares comunes manejando una enorme paleta de registros y convirtiendo la melodía y la orquestación en sus mejores aliados para combatir las obviedades del régimen, importando de Italia y de los festivales de la canción pegadizos temas para los títulos de crédito y creando una corriente propia, netamente castiza y de enorme influencia estética, con los “dabadabas” de “Sor Citröen”, tan perjudicados por el paso del tiempo como ninguneados a la hora de apreciar la calidad compositiva que esconden (aunque sean los mismos que llevaran en Estados Unidos, por ejemplo, a Burt Bacharach a ganar un Oscar; recuérdese el “South American Getaway” de la popular “Butch Cassidy and the Sundance Kid”).
Y es que, mientras Burt Bacharach, Henry Mancini o Quincy Jones triunfaban en el cine estadounidense y disfrutaban con lo que hacían, gozando de ventas multitudinarias, Antón García Abril representaba al homólogo español escondido en comedias que no eran precisamente de Blake Edwards y que soñaba, como Pinocho, con ser un músico “de verdad”. Por supuesto que lo consiguió, pero lo que quizá él no sabe (más bien no quiere recordar) es que entonces, agazapado entre la maleza de la dictadura, ya lo era: basta con escuchar el tema 2 de “Fin de semana al desnudo”, una agradable melodía bossa nova de tono romántico, para constatar una escritura honesta e inspirada, que aúna la calidez mediterránea característica de su autor con los ritmos jazzísticos a los que se aferraban los músicos de entonces para sentirse vivos, para poder respirar fuera de los tópicos y las imposiciones localistas; un sweet listening que reaparece con saxofón y batería en el corte 7, más jazzístico y sugerente si cabe. Donde García Abril no puede esquivar el “españolismo” es, desde luego, en las diferentes versiones del tema principal (cortes 1, 4, 6 y 9), una sencilla melodía cómica para clavicordio y orquesta que contrarresta su naturaleza algo machacona y redundante con tres motivos melódicos a modo de remanso, uno de ellos de carácter más romántico pero que, dado el tono de farsa circundante, no dispone de espacio para un desarrollo más esbelto. El compositor alterna esas cuatro melodías con un excelente manejo de la instrumentación y la orquesta, haciéndolas viajar de un instrumento a otro y jugando con ellas tal y como hacía el propio Mancini. Igualmente, resalta lo castizo mediante el empleo de castañuelas y exagera lo cómico incrustando metales socarrones y otros apuntes percusivos, todo encaminado a clarificar la informalidad y el tono jocoso de la película, con una obviedad no por manifiesta menos elaborada.
Esa falta de complejidad queda patente en la revoltosa instrumentación del tema 4, una pieza incidental más folclórica en el empleo de castañuelas y guitarra, con un piano sincopado que subraya la comicidad al estilo de las persecuciones de Mack Sennett y un fragmento de pasodoble torero donde García Abril se suelta en el empleo de la trompeta o la guitarra eléctrica. Cuando se trata de subrayar las partes más intrigantes (cortes 3, 5 y 8), recurre a una instrumentación más atrevida y sugerente (aunque no lo parezca, la historia gira en torno al asesinato de una señora millonaria por parte de su amante), pero en todo momento es consciente de que no se puede permitir “ser serio”, como sucede con el halo enigmático que van tejiendo las cuerdas, las maderas y un ostinato del clavicordio en el corte 8 (el más cinematográfico de todos), sucesivamente truncado por un enfático motivo de siete notas para metal y timbales que viene a recordar (por si hay algún despistado en la sala) que la envolvente atmósfera es mero “postureo”. La lástima de este tipo de músicas, al margen de no hurgar en su verdadero mérito, es confundir su deliberada falta de seriedad con una visión corrompida por la pésima calidad de las imágenes que ilustra, como si sus evidentes limitaciones conceptuales le restaran ya demasiados puntos para seguir prestándole atención.
Ojalá esta humilde pero grata edición de Quartet Records venga a paliar esos prejuicios y recelos generalizados y suponga el comienzo de una “hermosa amistad” a la hora de devolver al aficionado a un compositor que siempre ha estado ahí aunque no lo supiera; un defensor de la melodía que ha volado bastante más alto fuera del perímetro de Pedro Lazaga o Mariano Ozores pero que siempre ha estado a la altura de las circunstancias, en la salud y en la enfermedad. Se nota que el largo (y cansino) reprise del último corte es una mera excusa para lograr que el minutado exceda la escueta media hora de la partitura, pero se agradece igual que su magnífico sonido, nada rancio y muy nítido teniendo en cuenta el poco cuidado que tradicionalmente se ha tenido en nuestro país a la hora de manipular la música y la banda de audio en general. Si Quartet sigue en esta línea y lo próximo en editarse son “El perro”, “Los pájaros de Baden Baden” o una reedición de la inencontrable “Monsignor Quixote”, por no hablar de cualquiera de sus series para Televisión Española, García Abril podría vivir una merecida segunda juventud; un revival inesperado y lleno de sorpresas que ya es una realidad con el reconocimiento del Festival de Cine de Alicante (que entregará al compositor el galardón “Música para la imagen” el próximo 23 de mayo) y con su presencia en el festival de Fimucité en Tenerife, donde recogerá el “Fimucité Award” en honor a su más de medio siglo de trayectoria y habrá un concierto (el 11 de julio) que incluirá algunas de sus mejores creaciones para cine y televisión.
2-marzo-2014
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