Frederic Torres
Por segunda ocasión en lo que va de año y de modo sucesivo, Brian Tyler vuelve a encargarse de ilustrar musicalmente un proyecto Marvel. Y es que tras la contrastada efectividad con la que resolvió “Iron Man 3”, en la que además de cumplir correctamente con el grueso del score logró crear un tema retentivo y acorde con el que identificar de una vez por todas al personaje (tras los bandazos de Djawadi y Debney), la citada productora ha depositado en él su confianza otorgándole, además de la música que acompaña el Logo (con el tema central de este “Thor”) que a partir de ahora precederá todos los productos Marvel (en cine y TV), un nuevo y significativo encargo no exento de ciertos riesgos dado que, temáticamente, no puede estar más alejado del que encarna el multimillonario ligón Tony Stark, suponiéndole al compositor un verdadero desafío dentro de la aparentemente homologación genérica. Y es que el mundo de Thor (y no solo el “oscuro” que define la presente secuela) viene caracterizado por un universo de unas características radicalmente diferentes a las de cualquier otro tipo de superhéroe marvelita, ubicándose en Asgard, capital de unos dioses nórdicos a priori completamente ajenos a los problemas para llegar a fin de mes de un Peter Parker o a las disputas conyugales de un Reed y una Susan Richards.
Tras la indefinición de la que hizo gala Patrick Doyle en la presentación del superhéroe asgardiano, compositor que no atraviesa precisamente su mejor momento creativo (escudero fiel, en cualquier caso, de su mentor Brannagh), Tyler ofrece, por el contrario, concreción. Palabra clave a la hora de afrontar los envites que la Marvel tiene por delante y para lo cual ha fichado a toda la escuadra de los nuevos compositores norteamericanos, además de Tyler, a saber, Henry Jackman (las dos partes de “Kick-Ass” y “X-Men: Primera Generación”) para el nuevo “Capitán América: Soldado de Invierno” y Tyler Bates (autor de “Watchmen”, “Sucker Punch” o el remake de “Conan, el Bárbaro”) para "Los Guardianes de la Galaxia". Y es que si bien es cierto que la corriente “atmosférica” generadora de ambientes contextualmente envolventes ha imperado en Hollywood durante los últimos años, otorgando fama y éxito a un Beltrami (“En Tierra Hostil”), a unos Ross & Reznor (que se llevaron el Oscar por “La Red Social”) e, incluso, a un Desplat (“Argo”, “La Noche Más Oscura”), para alcanzar su cénit con Zimmer y su trilogía para “El Caballero Oscuro”, conceptualmente dicha metodología no se adapta de un modo adecuado a los actuales propósitos de la principal productora de superhéroes. Y no porque ésta sea ajena a las modas imperantes, pues tanto las dos citadas partes anteriores de “Iron Man” como “Lobezno Inmortal”, otro de los proyectos marvelita del año en curso debido, precisamente, a Beltrami, se adscribían plenamente dentro de esa manera de proceder. Pero lo que en esta última aventura del mutante provisto de adamántium estaba relativamente justificado por sus andanzas en el lejano oriente, en las que primaba antes la elaboración de un paisaje sonoro que no una especificidad temática, en aquéllas se traducía en una incapacidad de definición del personaje (que en el caso de Debney, además, afectaba al supuesto leiv-motiv de la Viuda Negra, tan fallido como ineficaz), algo con lo que acabó Tyler en la tercera parte al entender una cuestión tan sencilla como que todo héroe necesita de su tema vinculante desde los tiempos en que Williams estableciera el canon del género con “Superman” (de ahí el fracaso de Zimmer con su nueva versión, émula fallida de su innovador tratamiento para “Batman”, personaje situado por Christopher Nolan en una onda cuasi filosófica).
Y en esta dirección es en la que se ha manejado el compositor a la hora de abordar el personaje del “poderoso” Thor, creando una fanfarria de rápida identificación, “The Dark World”, que viene a resultar una especie de versión sinfónica de su tema para “Iron Man 3” a la que por momentos parece que vaya a remitir sin tapujo alguno. Tema que hace acto de presencia a lo largo y ancho de la partitura, pero que vuelve a obtener una concreción discográfica en “Asgard” y en “Thor, Son of Odin”, para que el aficionado no se pierda por entre los vericuetos de los nueve mundos que conforman el mapa de los citados dioses nórdicos. El metal, la percusión y el coro es el inevitable triunvirato con que se emplea Tyler (con sus toques de mesura electrónica a fin de insuflar cierto dinamismo) a pesar del peligro de contagio con otros trabajos referenciales de recuerdo inmediato tales como “El Señor de los Anillos” de Shore e, incluso, el “Conan” de Poledouris. Ahí están, al respecto, “Battle of Vanaheim”, “Escaping the Realm”, “Invasion of Asgard” o “Betrayal”, para certificarlo. Incluyendo la apocalíptica y culminante “Battle Between Worlds” (que, para no desentonar, remite al Arnold de “Independence Day”). Son bloques plagados de crescendos (con y sin coro), rasgados de metal y mucha, mucha percusión, bien provistos de furiosos scherzos en “Uprising” o “Beginning of the End”, y convenientemente aderezados de solemnidad y grandeza cuando corresponde, caso de “Origins”, “Sword and Council”, “As the Hammer Falls” y “Legacy”.
En definitiva, un vigoroso despliegue sinfónico de tan generosa extensión que hasta puede pasar por novedoso y llegar incluso a aturdir al melómano más avezado de no ser por la dosificación que supone el motivo asociado a Loki (mediante un arpa a la que Tyler sitúa en la órbita de lo misterioso y sombrío, contraponiéndola al habitual y delicuescente sabor dulzón que le es característico), siempre presto a maquinar y conspirar entre bastidores, tal como acontece en “The Trial of Loki”, “Shadows of Loki” y “Betrayal”. Pero, sobre todo, por la inmediata aparición (en el segundo corte) de “Lokasenna”, que cuenta con una voz solista femenina (entonando algún arábigo que otro) al objeto de inducir el universo ancestral y funerario dedicado a los camaradas caídos. Es un cántico/lamento cautivador, matizadamente seductor (en la línea que ya empleara hace más de treinta años Trevor Jones para su “Excalibur”), mediante el cual Tyler pretende obtener cierta especificidad a la hora de afrontar conceptos de implicaciones abstractas como puedan ser los ya citados referidos a la muerte, especialmente adecuados en el entierro de Frigga, la mujer de Odín y madre del superhéroe en cuestión, tal como ilustra el fragmento “Into Eternity”, o la grave y reflexiva “Deliverance”, cuando no simple y llanamente exóticos, como en “Journey to Asgard”. Sin embargo, para los “elfos oscuros” (los villanos de la función), el compositor no va más allá de crear una mera asociación musical en forma de sonoridad atonal y sintetizada, así como del empleo de furiosos scherzos en la hora de la batalla, dejando entrever que es un compositor que todavía tiene que crecer y encontrar su propia voz para demostrar qué puede aportar con ella a un panorama completamente anquilosado y abotargado como el del actual Hollywood. Puede que a través de este tipo de films encuentre la plataforma idónea con la que consiga descollar y alcanzar la relevancia necesaria para afrontar todo tipo de envites. Tal vez no. Pero de momento, la Marvel, musicalmente, sabe que ha encontrado a su hombre.
4-diciembre-2013
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