José-Vidal Rodriguez
"Die Hard 2", continuación de la famosa saga del detective McClane, vuelve a centrar su argumento en la figura de este héroe solitario con una facilidad pasmosa para estar en el sitio equivocado. En plena víspera de navidad, la toma del aeropuerto de Dulles en Washington por un comando terrorista liderado por el Coronel Stuart, amenaza la vida de los miles de pasajeros de los aviones que intentan aterrizar en él, entre los que se encuentra la esposa del protagonista McClane. El grupo armado, tomando el control de las pistas y evitando cualquier aterrizaje comercial, pretende asegurar la huida de un importante capo de la droga colombiano (el General Esperanza), extraditado en una aeronave militar rumbo al que será su exilio en prisión, previa escala en el aeropuerto de Dulles. La situación se presenta así como un escenario ideal para que Bruce Willis y su personaje saquen a pasear su heroicidad y socarronería; ingredientes éstos cocinados con soltura por el entonces treinteañero Renny Harlin, quien sustituía en las labores de dirección a un John McTiernan inmerso en pleno rodaje de su "The Hunt for Red October". Lástima que Harlin, que maneja aquí con pulso los tempos de la trama, prostituyera posteriormente su talento en el género filmando bodrio tras bodrio ("Cutthroat Island", "The Adventures of Ford Fairlane" o la innombrable "Exorcist: The Beginning", por citar algunos de sus productos más deleznables).
Han tenido que pasar 22 años para que el sello Varese Sarabande haga justicia con una de las partituras de acción más sugestivas de las últimas décadas. Bien por su carácter de secuela o bien por la escasa representatividad del álbum original (poco más de 30 minutos de música), o simplemente debido a la recuperación por Kamen de parte del material usado en la primera entrega (algo que algunos confunden con falta de originalidad, cuando al menos en este caso no es sino un ejercicio de coherencia), el score de este "Die Hard 2" pasó casi de puntillas en su momento entre los aficionados, muchos de los cuáles obviaron un trasfondo de calidad y elaboración dignos de destacar en la filmografía del compositor de Nueva York. Si el primer "Die Hard" estableció las bases de un modelo efectivo y descriptivamente intachable, es esta secuela la que eleva la franquicia musical a sus mayores cotas de creatividad, quedando la tercera y última entrega abordada por Kamen antes de su fallecimiento (y editada hace unos meses, también en su versión íntegra, por el sello La-La Land), como un ejercicio resultón y bastante más previsible que sus predecesoras.
Lo mejor que se puede decir de este trabajo es la admirable comunión que música e imagen adquieren a lo largo de las casi dos horas de metraje. Siguiendo una impecable síntesis narrativa, Michael Kamen desarrolla la partitura siguiendo dos trazos dramáticos claramente diferenciados. Por un lado, los bloques que componen la práctica totalidad del primer CD se contraen a retratar el suspense de un secuestro aeroportuario que además involucra de manera personal y directa al protagonista. Este escenario de extrema tensión (por momentos claustrofóbico), es plasmado al pentagrama mediante una extensa y pulcra música de género que adquiere una plenitud de matices poco usual en productos fílmicos de este tipo. Hasta siete orquestadores (entre los que se cuelan insignes nombres del Hollywood reciente tales como Williams Ross y Don Davis), colaboran con Kamen en la presentación de todo un despliegue de efectos instrumentales, que en el caso de las cuerdas denotan una evidente influencia del lenguaje contemporáneo propio de Penderecki o Lutoslawski. En este sentido, especialmente interesantes son los recursos destinados a sumergir al espectador en la intriga de esta primera parte del score: las disonancias de metales y vientos presagian la amenaza terrorista ("Nude Tai Chi"), mientras que las cuerdas en col legno y los constantes pizzicatos ("Could We Have A Few Words Please", "Landing Esperanza´s Plane") potencian con expresividad la incertidumbre de una situación fuera de control. Es obvio por tanto, que el modus operandi de Kamen evita en gran medida aludir a una diferenciación temática palpable, en aras de evitar así que la música se sobreexponga a las secuencias. No en vano, el único tema reconocible es precisamente el utilizado como central en el primer filme, aquel sinuoso leitmotiv de cuatro notas que apuesta por el suspense antes que por las connotaciones épicas del rol de McClane. Fuera de él, coexisten pequeñas células motívicas de menor repercusión en el conjunto ("General Esperanza"), exceptuando una figura también de cuatro notas asociada a los hombres de Stuart que, ejecutada con asiduidad por trompetas con sordina, funciona como contrario al tema central ("Snowfall on Blueprints", "Powering Up", "Landing Esperanza´s Plane").
Si este acercamiento a la intriga resulta ciertamente meritorio aún en su comprometida escucha aislada, no cabe duda que los amantes de la buena música de acción encontrarán en la segunda parte de la partitura una auténtico manjar propio de la alta cocina. Desvelados los planes reales de los terroristas, el protagonista se lanza a una lucha cara a cara para liberar el aeropuerto y evitar la consiguiente tragedia final de los aviones en vuelo (incluido el de su mujer), que empiezan a quedarse sin combustible. Es entonces cuando Kamen se aferra sin tapujos a una arrolladora escritura dinámica con gran carga enfática, cuyo brillantísimo punto de partida lo hallamos en los dos temas finales del primer CD, perfectos ejemplos de la clásica habilidad del neoyorquino en el desarrollo de una música de acción de la que subyacen altas dosis de personalidad y sofisticación. Con independencia de algún que otro hecho anecdótico (en "Meeting Esperanza", aparece un ostinato rítmico -minuto 2:40- muy similar al usado posteriormente por Robert Folk en la música adicional de "Tremors"), lo cierto es que el autor sumerge al espectador en un vaivén musical sin concesiones, en donde destacan sobremanera unas complejas construcciones rítmicas y un discurso contrapuntístico brutal altamente exigente para los avezados miembros de la orquesta ("Fight With The Sentry / Fight At The Church Continues", "Shootout And Snowmobile Chase"), conformando un bloque musical que conecta sin fisuras con el desenfrenado final de la trama. Pero lo mejor está aún por llegar, y en un memorable desenlace de casi diez minutos Kamen se saca de la chistera dos catárticos tours-de-force, "Fight On The Wing" y "Fight On The Wing Continues", que contando sin duda entre los fragmentos más logrados de su filmografía, fueron incomprensiblemente excluidos de la edición original. En ellos, el músico ofrece una lección de manual a la hora de retratar una extraordinaria urgencia in crescendo, que encuentra sus mejores bazas en los intrincados ostinatos al metal complementados por figuras percusivas de suma creatividad.
La procedencia finlandesa de Renny Harlin bien podría haber influido en la decisión de incluir en el score el poema sinfónico "Finlandia", escrito por su compatriota Jean Sibelius en los albores del siglo XX y que, adaptado para la ocasión, sirve en su tono jubiloso de certero cierre a la trama. Así concluyen casi dos horas de suspense, extrema tensión y explosión final de adrenalina que encuentran en la magnífica partitura de Michael Kamen un motor expresivo más que consistente. Merecía la pena esperar dos décadas para disfrutar por fin de la totalidad de matices del trabajo, teniendo en cuenta además que la nueva edición mejora si cabe la espléndida calidad de sonido que ya presentaba el álbum original de 1990.
1-febrero-2013
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