Ignacio Garrido
Quizás la única forma posible final de luchar contra el sistema sea la fidelidad a uno mismo. Si uno es corrupto no habrá de avergonzarse a la hora de claudicar ante el cheque y los muchos ceros en el mismo o su posibilidad, perpetuando de este modo la existencia y razón de ser del mismo. Si lo que realmente importa es el dinero, si ese es el único motivo por el que se mueven los intereses globales del ser humano y por lo tanto los de una industria, que lejos de engañar a nadie lleva escrito en su apodo el apéndice pecuniario que la define desde sus mismos orígenes, en plena caída libre de aspiraciones artísticas como es la del cine norteamericano actual, ¿cual es el problema en reconocerlo?, ¿por qué seguir buscando agua en el desierto?, ¿que nos empuja denodadamente a ver espejismos donde solo existen ya los test screenings, el temp-track y el empleo matemático de la fórmula de la coca cola?.
En estos términos, el aficionado a la música de cine funciona en el presente más como auténtico creyente en una rocambolesca fe ciega hacia sus dioses de barro que como el melómano del extrarradio de la música culta que se adivinaba años ha, negando ahora cual mentiroso compulsivo la posibilidad de ver la nada con la que aquellos tejen sus uniformes de combate para el blockbuster de turno (véanse sino las paupérrimas aportaciones recientes de Silvestri para "Los Vengadores", o de Newton Howard para la apertura de la siguiente trilogía de moda con "Los Juegos del Hambre"), a la postre chalecos reflectantes de todo a cien en producciones multimillonarias donde lo de menos es el fondo sonoro creado frente al controlado nivel de decibelios con los que atronar en el minuto apropiado a la masa ingente de adolescentes que copan el interés real de los creadores en la sombra. Reciclar, usar y tirar, esa parece ser la consigna en la música de cine -y la cinematografía- yankee actual. No toda, no exageremos, pero casi.
En semejante caldo de cultivo, ¿que resquicio queda para la creación musical? ¿con que margen de error se mueven los otrora grandes enfants terribles de la banda sonora comercial? Muy poco, poquísimo y en caso de no trabajar para/con amigos y/o colaboradores asiduos que respeten y luchen por la música de sus películas, prácticamente nada. En esos resquicios encontramos a Giacchino, Iglesias, Goldenthal, Shore y quizás un par de nombres ocasionales más, aparte del imperturbable Desplat (Zimmer va aparte), tocado por la varita mágica de un oficio en decadencia que parece descansar todos sus antiguos honores en su sola persona. Así pues, con mínima voz susurran entre proyectos estrella los hastiados paladines Horner, Doyle, Newton Howard o el caso que nos ocupa Danny Elfman, abocado a la reinvención amable, desnaturalizada y resultona de obras como "Real Steel" o los rarísimos affaires de libertad plena donde resarcirse con ebulliciones creativas como la magistral "Serenada Schizophrana" o su soberbia y desapercibida "Iris: Cirque du Soleil".
Debería contar a su favor casi cualquier trabajo para el gastado y acartonado Tim Burton, que no entrega una cinta digna desde "Big Fish", pero tampoco es el caso dado que éste se ha quedado tan seco de ideas o más que su compositor estrella, capaz al menos de mantener el tipo en sus colaboraciones conjuntas a base de técnica y depuración estilística con chispazos de ingenio, ahí está el memorable tema central de "Alice in Wonderland" para corroborar el talento de Elfman incluso en horas bajas. Ahora se enfrentan con "Dark Shadows" a la reinterpretación de un relato gótico en clave cómica, envoltorio a priori idóneo para ambos que el realizador aboca al fiasco humorístico sin profundidad alguna, pero que el compositor consigue redimir en su apartado sonoro evitando la parodia y abrazando directamente las fuentes clásicas del terror sinfónico sin renunciar a los toques retro y naif de la ambientación temporal de la cinta o las citas al cine del que es deudora la trama. Un acierto expositivo que se solidifica en un trabajo si no brillante, al menos digno y sólido que nos congracia, temporalmente, con el responsable de "Pesadilla antes de Navidad". Una suerte de fildelidad a sí mismo -que apuntábamos arriba- con la que logra sorprender, por su coherencia interna, en estos aciagos tiempos de afición a la banda sonora.
El arranque del disco con una extensa e imponente overtura de tono gótico y grave, se desarrolla durante más de siete minutos en "Dark Shadows - Prologue", toda una demostración de principios y de colorido que se desgranarán a lo largo de la partitura de modo más o menos extenso, pero que se rubrican aquí como un ejercicio de virtuosismo narrativo y poderío orquestal. Aportando un sencillo y retentivo leit-motiv de cinco notas de aire ominoso y trágico, el músico juega y estira a su antojo las posibilidades y variaciones del mismo, adornándolo de ritmos, percusiones, crescendos, florituras en la cuerda o explosiones en los metales, culminando uno de los inicios audiovisuales más impactantes de la temporada.
Tras semejante derroche, Elfman no se achanta, aportando un pasaje a medio camino entre el terror de unas cuerdas atonales y el suspense contenido de una lejana madera conjugada con la voz solista a modo de llamada de ultratumba en la pista "Resurrection". Su inmediata continuación con "Vicki Enters Colinwood" aporta difuminados coros y efectos sintéticos en modo ambiental y sugerente. Un efecto atmosférico que se amplifica con xilófono y reverberaciones varias en "Deadly Handsake", recordando lejanamente al Goldsmith simiesco más legendario para dar paso al breve pero sorprendente "Shadows - Reprise", que sobre una base rítmica electrónica recupera una acelerada variación del tema central.
Otros pasajes menos definidos y más reiterativos en su intención de relleno como "Is It Her?", "Barnabas Comes Home", "Roger Departs" o "Lava Lamp", con meras extensiones motívicas y emocionales del material ya expuesto, hacen resentirse al conjunto en su fuerza, retrotrayendo al aficionado a los momentos más insípidos de un trabajo homólogo en intenciones y resultados musicales como fue "Sleepy Hollow". No obstante, como tales y obligados a funcionar dentro de un lenguaje tan codificado y poco dado a la experimentación de ninguna clase, estos fragmentos operan como empalmes situacionales con los temas más destacados, logrando con su discreción que cortes como "Vicki´s Nightmare" o "Killing Dr. Hoffman" brillen en sus pequeñas aportaciones.
La evolución en la trama se acompañará de instantes tensos que recuperan la contundencia inicial con "Burn Baby Burn/In-tombed" o "The Angry Mob", y si bien es cierto la banda sonora parece haberse diluido considerablemente en su tercio central, la aproximación del clímax y resolución de la cinta propician un último despliegue de fuerzas en pistas como "House of Blood", de una agresividad orquestal destacable, o la urgencia de "Final Confrontation" y su inmediata continuación con "Widows´ Hill - Finale", amplificada su potencia con coros y frenética cuerda. Acto seguido la pirotecnia se apodera del discurso en "The End? (Uncut)" uniendo electrónica, voces y el desarrollo paroxístico del tema central en su versión más estruendosa, dando paso a los efectos de reverberación atmosférica y un guiño a la música del género en el epílogo musical que supone "More The End?" y el chispazo de efecto "We Will End You". Un cierre cómplice y adecuado al recorrido experimentado.
El lanzamiento simultáneo de dos discos por separado y aglutinando una selección de canciones con un par de pistas -acortadas- de Elfman, y la partitura ahora comentada, respectivamente, parece querer indicar el mantenimiento del status del autor de "Razas de Noche" entre la élite hollywoodiense de los intocables con derecho a disco, a la que muy pocos contemporáneos permanecen ya adscritos. Sea como fuere se agradece un trabajo de estas características en plena debacle americana de calidad musical en su seno.
2-julio-2012
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