Frederic Torres
La que ha sido la apuesta multimillonaria de Disney para la temporada ha devenido en un enorme y tremendo fiasco económico en las taquillas. Tanto que, según apuntan algunos significados medios, incluso se lo podría considerar como de los mayores de la propia historia cinematográfica. Y es que a pesar de disponer del siempre eficaz y vistoso reclamo que supone un despliegue de efectos especiales contundente a la par que generoso e innovador con el que atraer al mayoritario público adolescente que todavía acude a las salas y de no contar en el apartado artístico con críticas especialmente negativas (caso, por ejemplo, de “Cowboys vs. Aliens”), el film, a pesar del notable y arriesgado tratamiento cimentado en un saludable desparpajo no ha conseguido activar los ansiados mecanismos multiplicadores del rendimiento económico que la desmesura de la inversión pecuniaria realizada permitiría atisbar. Es posible que la proliferación de fantasías heroicas antiguas y/o medievalistas que han ido invadiendo las pantallas en los últimos años (desde la saga de Narnia hasta “300”, pasando por el dueto “Furia/Ira de Titanes” e incluyendo la adaptación del “Thor” marvelita) haya pasado su factura, pero es difícil extraer conclusiones sobre el comportamiento de un público tan caprichoso como saturado de planteamientos caracterizados tanto por su extravagancia como por la evidente carencia de ideas (comprobable en los continuos remakes que invaden, la mayor de las veces inútilmente, esas mismas pantallas). Y aunque para consolidar el proyecto se haya recurrido una vez más al compositor estrella de la casa, Michael Giacchino, ello no ha sido óbice para ayudar a levantar los vuelos de un proyecto que quedó varado ya en su estreno norteamericano pese a la incuestionable idoneidad del músico, un punto por encima de entre los posibles candidatos tras haber lidiado con trabajos del tipo de “El Mundo de los Perdidos” o la nueva versión de “Star Trek”, en la intersección de los cuales se podría ubicar este “John Carter”, adaptación de la primera de una serie de novelas sobre este personaje debidas al también creador de Tarzán, Edgar Rice Burroughs, quien partiendo de las mismas premisas empleadas en su obra más famosa ubicara a su protagonista, una persona apriorísticamente considerada “normal” (en esta ocasión un veterano de la Guerra Civil norteamericana), en un contexto tan exótico y ajeno como el desolado Marte en el que repentinamente aparece antes de verse inmerso en los acontecimientos que le convertirán en heroico líder de los rebeldes marcianos, a semejanza del mítico rey de los monos –como también de la selva-.
Giacchino atiende los variados frentes que tan exóticas premisas argumentales le plantean recurriendo a la versatilidad en la que sabe manejarse con apreciable soltura muestra de la cual son los diferentes motivos principales que ofrece articulados a partir del central dedicado al protagonista, inspirándose para ello en el buceo de legendarias referencias clásicas dedicadas a personajes como el “Lawrence de Arabia” de Maurice Jarre o el mismo “Tarzán” de John Scott cuya adaptación fílmica realizara a mitad de los ochenta Hugh Hudson, todo ello sin dejar de mostrar su habitual respeto estilístico por un John Barry siempre presente cuyo tamiz se puede rastrear aquí y allá a lo largo y ancho de la partitura (y del que un inmejorable ejemplo es el tramo final de “The Temple of Issus”, elaborado con una combinación de coros, arpa y viento; o “John Carter of Mars”, la suite de los créditos finales, de inconfundible aliento autoral), exhibiendo, de paso, su probada habilidad orquestal (especialmente en lo tocante a la percusión), medidamente exótica y ajustada a las necesidades que los diversos avatares protagonizados por el personaje requieren. El fragmento inicial con el que se abre el disco es elocuente al respecto pues a lo largo de sus casi ocho minutos de exposición el compositor marca el tono de la partitura recorriendo todos los “palos” de la misma, desde la presentación del motivo principal envuelto en una bruma de sugerencias míticas afirmada en el exótico coro femenino que le sigue para, a continuación, pasar (literalmente) a la acción con un motivo autoralmente identificable que podría pertenecer sin mediar distingo ninguno a su inmediato trabajo anterior, la cuarta entrega de la saga “Misión Imposible”, desarrollado en todo su esplendor en los cortes “Sab than Pursues the Princess” y “The Second Biggest Apes I´ve Seen this Month”, también perfectamente intercambiables con la partitura en cuestión, reconduciendo el fragmento tras una caída rítmica dulcificada nuevamente por el coro femenino, el arpa y el sostenido de las cuerdas (cuyo objetivo es mantener la tensión) y antes que el metal vuelva a anunciar, a modo de fanfarria, el tema central, hacia un nuevo motivo vertebrador esta vez de características minimalistas y asentado sobre la base de un repetitivo scherzo de cuerdas que alcanzará su plena significación en la penúltima pista del disco, que apuntilla el film, “Ten Bitter Years”, finalizando el corte con un trémolo de la cuerda participado de la “perdida” nota repetida del piano y/o arpa a modo de prefacio de la coda retornando al tema central en un desarrollo que insiste en recordar la citada partitura selvática de Scott.
Tras esta límpida declaración de principios Giacchino se aplica a ofrecernos un nuevo y bombástico recital sinfónico en el que, lógicamente, destaca el ostensible predominio de la acción (“Get Carter” y “The Fight for Helium”, además de las dos pistas citadas en el párrafo anterior), eclipsando en parte el resto de una partitura que, pese a todo, mantiene su significado en el cómplice entramado urdido con el lirismo parcial del inicio de “Thark Side of Barsoom” y de “The Prize is Barsoom”, el remate de “The Temple of Issus”, ya plenamente protagonista en “The Blue Light Special” y “A Thern Warning” (ambas con reminiscencias del élfico “Lothlorien” de Shore, voz solista femenina incluida), también en “A Change of Heart” o “Not Quite Finished” (participando de los mismas intenciones contrapuntísticas empleadas en el tema “paterno” de Kirk para el trágico prólogo de “Star Trek”), así como elegíacamente en “The Right of Challenge”, en la que resuenan los épicos ecos sobre los que Jarre convirtiera en leyenda a su Lawrence, percusión incluida.
El exotismo encuentra también su hueco en fragmentos como “Gravity of the Situation”, un delicioso vals que se abre paso a través de los pizzicatos iniciales gracias a los respectivos solos de violín y piano, o el más explícito “Carter They Come, Carter They Fall”, en la que un esbozo de danza tribal (con la contemporánea referencia del “Avatar” de Horner en el horizonte) preludia las metálicas fanfarrias (rozsaniamente “romanas”) que le siguen. Algunos recursos como las escalas ascendentes y descendentes de la cuerda en “Zodanga Happened”, tan caras a su autor desde que las empleara tan distintiva como profusamente en “Perdidos”, así como el coro “a capella” que inicia “Thernabaut”, afirman la originalidad de un Giacchino dispuesto a convertirse en el máximo émulo de un John Williams en la estela del cual queda situado como alumno aventajado, tal como muestra la mencionada “Sab than Pursues…”, cuya estructura revela una genética idéntica al canónico fragmento “The Asteroid Field”, de la no menos referencial “El Imperio Contraataca”, en la que a la exposición inicial del preludio fundamentado en el scherzo de la cuerda le sucede la exposición en el metal del motivo principal que lo nuclea y dota de significado, armonizados ambos cual sintagma nominal y verbal tal como si de una oración gramatical se tratara.
11-junio-2012
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