Frederic Torres
Tras una década plagada de éxitos artísticos y comerciales, tanto Henry Mancini como su mentor cinematográfico Blake Edwards, afrontaron llegada la nueva, una encrucijada vital que les abocó a entender que tal vez era el momento para que sus carreras tomaran derroteros diferentes a los que hasta ese momento les habían encumbrado en sus respectivas trayectorias profesionales tan aparentemente indesligables la una de la otra. Y mientras que Edwards se decidió por abordar el western obteniendo unos apreciables resultados en “Dos Hombres contra el Oeste” (con la complicidad de Jerry Goldsmith), por su parte Mancini, en un intento de evitar lucrativas pero reductoras clasificaciones dada su vinculación a la más sofisticada y moderna comedia dramática (cimentada con Edwards, pero también con Stanley Donen) a la hora de afrontar nuevos proyectos profesionales por lo que implicaban para el negocio de la venta de discos del que fue su gran impulsor durante toda la década, pese a algún experimento conjuntamente participado también con Edwards como el que supuso el thriller “Chantaje contra una Mujer” (pues a “Días de Vino y Rosas” se la podría considerar como una comedia dramática, género que tanta fama diera a ambos desde que triunfaran con “Desayuno con Diamantes”), o los que el propio compositor había tratado de abordar por su cuenta, con gran fortuna, como “Hatari!” y el también thriller “Sola en la Oscuridad”, seguramente entendió como un desafío, asumido como una prueba de madurez, el abordar la partitura para un film de las características de “Odio en las Entrañas”, una espinosa historia sobre las actividades terroristas de un grupo de mineros (los “Molly Maguires” del título original) explotados por el capitalismo salvaje de finales del siglo XIX. Un filme escrito y producido por el blacklisted Walter Bernstein y dirigido por Martin Ritt, solvente cineasta procedente de la conocida como generación televisiva, afín (vista su trayectoria cinematográfica posterior que incluiría films como “Conrack”, “Cartas a Iris” o, sobre todo, la reinvindicativa y emblemática “Norma Rae”) a las ideas izquierdistas subyacentes en esta historia de lealtades traicionadas que contó con un poderoso reparto encabezado por Sean Connery y Richard Harris en la plenitud de sus carreras, contrapunteados por una Samantha Eggar encargada de dulcificar mediante la consabida (pero también comedida y sentida) historia de amor el combativo planteamiento del film, tal como 20 años después le impusieran a Neil Jordan en su no menos espinosa “Michael Collins” a través del supuesto romance entre el activista encarnado por Liam Neeson y Julia Roberts.
Para ello Mancini optó por una orquestación de claras raíces folclóricas y populares otorgando el protagonismo a una serie de instrumentos poco usuales como la flauta y el harpa irlandesas, un pequeño acordeón y una ocarina. Sus intenciones, tal como cita Bruce Kimmel en el cuadernillo de esta nueva presentación digital limitada a 1500 ejemplares debida al sello Kritzerland, no eran otras que integrar dramáticamente en la partitura las raíces populares de los emigrantes irlandeses mediante el uso de estos instrumentos con el fin de describir a los mineros a través de su duro trabajo cotidiano y algún breve momento de esparcimiento, pero también mediante sus acciones armadas, evitando la renuncia a los aspectos melódicos toda vez que dramáticos que las distintas situaciones demandaran. Se trataría de transmutar incidentalmente la esencia diegética de los aspectos folclóricos ofrecidos por los instrumentos con el que obtener un peso dramáticamente expresivo y diferenciador. El cambio que entrañaba semejante planteamiento del punto de vista denostaba una serie de clichés (paisajísticos) a favor de un tratamiento novedoso que aunaba nacionalismo y componendas épicas de modo indisoluble (anticipándose en más de una década al también magistral John Corigliano de la modalmente más contemporánea “Revolución”), tornándose ora costumbrista, como en la excelente secuencia de apertura del film, “Theme from The Molly Maguires (New Day in 1876)”, en la que el arpa y la flauta irlandesa exponen el motivo central a los que progresivamente se le irán adicionando el viento y la cuerda (destacando los violonchelos), en una estructura en crescendo mientras se describe el duro trabajo de los mineros; ora enormemente dramático, como en la secuencia siguiente, una de las primeras acciones de los “Molly”, en la que el acordeón se superpone a la percusión antes que el viento y la cuerda, scherzando, revistan del brío y el nervio necesarios el riesgo de sus acciones. Excepción hecha de los créditos iniciales en los que el motivo central vendrá revestido de un tratamiento específicamente épico, entre ambos aspectos basculará la partitura de manera que al bloque costumbrista cabrá adscribir fragmentos como “Room and Board” (con el acordeón y el viento de protagonistas), “Sandwiches and Tea” (en el que destaca, símbolo de la dignidad de los trabajadores, una poderosa cuerda) y, sobre todo, “Work Montage” (en la misma estela emotivamente orgullosa que el fragmento anterior), “A Hard Day´s Work” (más escorada a la línea descriptiva), así como “Trip to Town”, cuyo tratamiento festivo y jocoso apela a la camaradería reinante entre los mineros. En el lado de los fragmentos más dramáticos se alinearán todos aquellos relacionados con las acciones armadas de los “Maguires”, tales como “Strike Two/Strike Three”, “The Mollys Strike Again” o “Kehoe Lights Up/The Last Strike”, aparte del ya citado “The Mollys Strike”, e incluyendo el emotivo “A Suit for Grandpa”, caracterizado de nuevo por la gravedad emotiva y solemne de los violonchelos como afortunada metáfora de la dignidad de la clase trabajadora, y por el crescendo sustentado sobre los scherzos de la cuerda y el poderío del metal.
No descuida Mancini los aspectos más líricos del relato al ocuparse de la relación amorosa entre Harris y Eggar en “Jamie and Mary” y “There´s More”, tomando como base un sencillo y simple tema tradicional irlandés, “The Hills of Yesterday”, alcanzando unos resultados de hondo calado sentimental a partir de la aparente simplicidad melódica también anticipándose visionariamente a algunas características morriconianas en la conjunción expositiva de la cuerda, el arpa y la flauta. Y sin olvidar, claro, un par de temas de corte diegético, “Fiddle and Fife” y A Brew with the Boys”, presentados tanto en su versión original fílmica (ejecutados solo con el violín), como en la versión arreglada por Mancini para el álbum comercial original (en la que también participaban el acordeón y la flauta irlandesa); además de “Pennywhistle Jig”, cuyas obvias características diegéticas se obliteran a favor de la incidentalidad dramática gracias a la intervención de la cuerda presente en el fondo del fragmento como preludio de la entrada del motivo principal ejecutado al viento y la cuerda.
Desgraciadamente la película no obtuvo el reconocimiento comercial que hubiera debido y como en tantas ocasiones anteriores y posteriores se le achacó parte de la culpa a la música. En el afán de intentar modernizar (en la peor acepción del término) el aspecto global del film, se optó por encargar una nueva partitura a Charles Strousse, compositor proveniente de Broadway que había alcanzado cierta notoriedad en aquellos años al haber participado en el taquillazo que supuso el “Bonnie & Clyde” de Arthur Penn. La partitura que Strousse compusiera está presente también en el disco constituyendo, junto a la media docena aproximada de temas inéditos de la partitura de Mancini, el principal atractivo de la nueva presentación digital (amén de la disponibilidad –parcial, dada también su limitadísima tirada comercial- del disco, pues el anterior, editado por la extinta Bay Cities, se encontraba totalmente descatalogado), al permitir la comparación de sendos dispares puntos de vista artísticos en un ejercicio que en raras ocasiones se tiene la oportunidad de degustar. Y aunque afortunadamente se decidiera optar por la partitura de Mancini es evidente que la curiosidad por el trabajo de Strousse añade interés a un disco que con la sola exposición de la estupenda partitura de un Mancini en verdadero estado de gracia ya sería motivo más que suficiente para su inmediata adquisición. Strousse optó por un empleo similar de ciertos instrumentos también poco habituales como el acordeón, la flauta y, sobre todo, el banjo y la guitarra, pero su tonalidad es más festiva como refrendan “Work in the Mine”, “Window Shopping”, “The Last Rites” y “The Company Store (Parts I and II)”, además de incorporar, caso de los dos primeros cortes citados, una rítmica claramente contemporánea apoyada en el dinamismo del banjo (el primero) y en el contrabajo (el segundo). A estos fragmentos cabría adicionar “Truant Picinic-ers”, que con el acordeón y el clarinete de protagonistas iniciales queda estructurado a continuación en forma de vals con las cuerdas y la flauta como conductores. No obstante, Strousse ofrece algún fragmento de características mayormente dramáticas como “Arson” en el que sobre la base de un scherzo de cuerda el violín conjuga con la percusión y el metal resultando un fragmento incidental de gran intensidad al que el piano otorga la gravedad necesaria además de puntuar, con su estela, el final del mismo. En esta misma línea, pero con una perspectiva lírica, el compositor ofrece “Bleak Street/To Find a Room/To Work”, “The Long Walk” y el “End Title”, elaborados principalmente sobre la guitarra, la flauta y el acordeón.
Pero son los primeros cortes de su partitura los que mayor novedad presentan, pues tanto “Sabotage” como “Fuse” coquetean con un lenguaje atonal propiciado a partir de escalas ejecutadas al piano y el contrabajo, con ritmos sincopados, glissandos y rasgueados del metal. Una opción tal vez más aparentemente moderna que la de Mancini, que sin embargo, dejaba desprovista de intensidad emocional un relato cuyas características así lo demandaban por su especial hondura dramática, componente primordial de la conversión alquímica obtenida a partir de los elementos populares empleados como símbolo inequívoco del hálito de dignificación sobre la dureza y el sacrificio de las conquistas de las libertades colectivas, y por tanto individuales, que en el mundo obrero han sido.
22-mayo-2012
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