Miguel Ángel Ordóñez
Camille: el arte inestable
Nacida en Villenueve en 1864 en el seno de una familia burguesa, pronto denota inclinación hacia el arte ante la radical negativa de su madre, apegada a las reglas de una burguesía conservadora que desprecia un papel activo de la mujer al margen de su vida familiar de buena madre y amante esposa. Encuentra consuelo en su hermano Paul, que desarrolla carrera de escritor.
Cuando su familia se traslada a París, se inscribe junto a tres amigas inglesas en la Academia Colarossi. Su encuentro con el escultor Auguste Rodin da un giro a su vida. Posa para él y mantiene una relación amorosa llena de pasión y enfrentamiento. Se convierte en su estrecha colaboradora y le ayuda en la realización de figuras de su magna obra: la puerta del infierno. Su relación es tan estrecha que las inquietudes escultóricas de Camille la llevan a realizar obras propias, algunas firmadas por Rodin. Su historia pasional y violenta, da sus últimos suspiros, cuando Rodin le comunica que no piensa dejar su matrimonio para casarse con ella. Despechada, encuentra consuelo en Claude Debussy, con idéntico resultado, puesto que el músico no esta dispuesto a abandonar otra relación.
Sola y alcanzando cierto éxito con la exposición de sus obras, vive entre la inestabilidad emocional y una cierta esquizofrenia que la llevan a sufrir ataques nerviosos donde destruye parte de sus obras. Rechazada por su madre y hermana, opuestas a su forma de vida, es recluida en un sanatorio mental a la muerte de su padre en 1.913. Allí pasaría los últimos treinta años de su vida, a pesar de los ruegos desesperados a su hermano para que la libere de una reclusión injusta, más cercana al juego de las normas sociales que a la curación de una supuesta locura. Porque Camille Claudel, no dejó de ser ante todo una mujer moderna, adelantada a su tiempo, una desgarrada alma en busca de amor y comprensión. Hoy dia, parte de sus obras pueden ser admiradas en el museo D’Orsay de París.
Yared: la pasión y la tormenta
La película del afamado director de fotografía Bruno Nuytten, se centra principalmente en la relación Camille-Rodin, en su apasionada y frustrante historia de amor.
Díficil es realizar un acercamiento concreto al score de Yared, puesto que nos encontramos ante un trabajo de color musical unidireccional, y sin embargo muy rico en matices: un amplio muestrario de patologías trágicas, de desbocados encuentros y desencuentros, de fatalidades marcadas por un destino tormentoso entre la locura y la creacción artística.
Yared se muestra cómodo en ese rol de pasión y tormenta. La partitura se mueve en el territorio de lo insano, resuelto por el compositor mediante un Concierto para violín, convirtiendo el score en un festival de cuerda. Pero, y ahí la paradoja, con una inexplicable sensación de frialdad, de distanciamiento emocional en un trabajo emocionante, violento y pasional, logrando entrar en los profundos resortes emocionales de su protagonista, mostrando un sufrimiento interior que la lleva a distorsionar la realidad que la rodea. La música de Yared reside en la mirada de Adjani.
El acercamiento musical es profundamente clásico. Articulado sobre dos temas básicos, el de “Camille” muestra una doble lectura, su primer desarrollo es sombrío, apasionado y trágico, cercano a su visión interior, mientras la segunda parte del tema es impulsiva, desinhibida solucionada mediante un scherzo que la entronca con su naturaleza exterior. Sin embargo, el tema asociado a “Rodin” muestra fuertes disonancias sonoras, con acercamiento trágico hacia una personalidad convulsa que se siente atraida por la pasión y fecundidad creativa de su discípula, pero que prefiere la estabilidad emocional de su esposa. Conocemos a Rodin a través de la visión de Camille, de ahí la unidad temática del conjunto del score. Con “Camille et Rodin”, Yared se adentra en el terreno del romanticismo trágico. A pesar de jugar con breves referencias al tema de ambos, desata su lado mas pasional en un bellísimo tema que potencia la atracción de los artistas.
El resto de la partitura se mueve en términos similares, destacando el hermoso solo de violín de “Danaide”, que sirve de referencia a su posterior trabajo para “El paciente inglés”, la pasión desatada en “Folie Neubourg” y el vals esquizofrénico y distante de “Banquet”. “Internement” pone el broche final, en un brevísimo corte donde el tema de “Camille” en modo réquiem subraya la desesperación y el olvido de su protagonista.
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