Manuel E. Díaz Noda
Resulta chocante que con trabajos a sus espaldas como “Tomates Verdes Fritos”, “Esencia de Mujer”, “Cadena Perpetua”, “Mujercitas”, “American Beauty”, “Camino a la Perdición”, “Buscando a Nemo” o “Wall.E”, el compositor Thomas Newman siga aún sin contar con un Oscar en su estantería. A él parece haberle tocado la misma maldición que a su primo Randy Newman, quien tras 20 nominaciones sólo ha obtenido dos premios de la Academia en el apartado de Mejor Canción Original teniendo que esperar veinte años entre su primera nominación (en 1982 por “Ragtime”) y su primer Oscar (en 2002 por “Monstruos S.A.”). El contador de Thomas Newman lleva de momento, diez nominaciones y cero estatuillas desde su primera candidatura en 1995. Tal vez esto se trate de algún tipo de equilibrio universal, ya que su padre, Alfred Newman, ganó nueve estatuillas de cuarenta y cinco candidaturas entre 1938 y 1971, lo que no es un mal porcentaje si tenemos en cuenta que el único compositor que se equipara con él en número de nominaciones es John Williams, quien “tan sólo” ha podido validar cinco de ellas. Aunque si esta teoría karnática es correcta, peor lo deberían llevar los herederos de Alan Menken (8 estatuillas de 19 candidaturas entre 1987 y 2011).
Lo cierto es que año tras año, Thomas Newman parece hacer méritos para poder entrar en la terna final y aspirar al Oscar. Después de que en ediciones anteriores la Academia no haya estimado lo suficiente sus trabajos para “Revolutionary Road” y “Brothers” (Hermanos), este año vuelve a colocarse como fuerte candidato gracias a los cuatro títulos en los que ha participado: “Destino Oculto”, “La Deuda”, “Criadas y Señoras” y la todavía inédita “La Dama de Hierro”. A falta de escuchar la partitura de esta última, lo cierto es que las otras composiciones dan muestra de la sorprendente versatilidad de un compositor de estilo tan característico y definido. Sin embargo, teniendo en cuenta el escaso éxito comercial de las dos primeras, las apuestas parecen vaticinar una undécima nominación a Thomas Newman por este trabajo del director Tate Taylor, que también parte con aspiraciones a ser una de las favoritas en otras categorías como las dedicadas a interpretación, guión adaptado, dirección o película.
“Criadas y Señoras” tiene su origen en una popular novela obra de Kathryn Stockett y cuenta con un reparto de campanillas encabezado por Emma Stone, Allison Janney, Sissy Spacek, Viola Davis, Bryce Dallas Howard, Mike Vogel y Cicely Tyson. Su trama gira alrededor de la discriminación por motivos de clase, género y raza en la sociedad sureña de Estados Unidos en pleno proceso de eclosión del Movimiento de Derechos Civiles durante la década de los 60. Éste es un territorio reivindicativo y nostálgico ya transitado por Thomas Newman, siempre con excelentes resultados, gracias a películas como “Tomates Verdes Fritos”, “Cadena Perpetua”,“Mujercitas”, “Donde Reside el Amor” o “La Milla Verde”.
El tono de la partitura queda ya patente desde el mismo arranque de la película, con el tema denominado “Aibilene”. Se trata de una composición sencilla, intimista y melódica, apoyada, como suele ser habitual en este compositor, en una peculiar orquestación elaborada en colaboración con J.A.C. Redford (en su tercer trabajo conjunto tras “Wall.E” y “Revolutionary Road”), aunque con predominio del piano y el viento madera. Frente al protagonismo de estos instrumentos, encontramos otros más exóticos, que aportan color y texturas menos tradicionales a la música. Estos instrumentos tan particulares no han sido elegidos con una función localista (de hecho, muchos de ellos pertenecen a culturas musicales muy alejadas del sur de Estados Unidos), sino por su sonoridad particular, menos reconocible para el espectador.
La escucha aislada de la partitura gracias a la edición discográfica se convierte en una experiencia agradable y sugestiva, emocionalmente enriquecedora. El disco se compone de un total de veinticinco cortes, la mayor parte de ellos de corta duración, oscilando entre el minuto y el minuto y medio, como suele ser habitual en las composiciones de Newman. En una historia que perfectamente podría haber dado para un desbordamiento sentimental con una partitura que inflara el sentimentalismo de lo narrado con la imagen, Newman es discreto en sus planteamientos, evita cargar las tintas emocionales de la trama con la música y más bien se limita a un leve subrayado que acompañe a las imágenes. Esto produce que durante la mayor parte de la película la música pase prácticamente desapercibida, pero no carente de funcionalidad. Estos temas breves, casi esbozos, quedan recogidos en la suite final (“Ain’t You Tired”), que enlaza el clímax de la historia con los títulos de crédito. Es aquí donde realmente somos conscientes del espléndido trabajo de Newman, quien nuevamente ha sido capaz de ir apuntando de manera discreta unas bases estructurales que eclosionarán en el momento climático de la película y la partitura.
La principal pega es que nada de esto es nuevo. Tanto la sonoridad conseguida como esta estructura ya las ha empleado el compositor en múltiples trabajos anteriores. Nos encontramos ante un trabajo de delicada belleza, que nos devuelve al Newman más intimista, pero no especialmente novedoso y que queda en inferioridad de condiciones cuando la comparamos con otras composiciones de características similares del mismo autor, especialmente la fundacional “Tomates Verdes Fritos”.
7-noviembre-2011
|