Pablo Nieto
Ha pasado mucho tiempo desde que J.R.R. Tolkien nos trasladase a la Tierra Media para presentarnos su mitológica fantasía épica, describiendo cada brizna de hierba que pisaban los pies desnudos de los hobbits protagonistas de “El Señor de los Anillos”. Por suerte, casi medio siglo después George R.R. Martin dará a luz su “Canción de Hielo y Fuego”, la primera novela-río de siete libros y tres historias cortas que nos trasladan a otro universo épico y heráldico, cuyas similitudes con la obra de Tolkien son innegables, si bien Martin bebe más de fuentes medievales y conflictos como La guerra de las dos rosas, que de la mitología nórdica que inunda la obra del padre de Sauron.
Sólo la HBO podía afrontar el reto de llevar a la televisión las tramas, conspiraciones y juegos de poder de las casas que conforman el basto continente de Poniente. Los Lannister contra los Stark, los Baratheon contra los Targaryen y, en definitiva, todos contra todos, en una trama admirablemente tejida y peligrosamente adictiva, trasladada a la pequeña pantalla respetando el espíritu de la obra de Martin, con una puesta en escena inigualable y capaz de dejar en evidencia a la mayoría de las producciones cinematográficas de hoy en día. Los diez episodios con los que se desgrana la “Canción de Hielo y Fuego” de esta primera temporada no rehúye presentar con valentía y arrojo el sexo, la violencia y la corrupción de personajes vivos, que sufren, que sienten y que aman. Frente al discurso poético y benigno de Tolkien, Martin se revela como el James Ellroy de la novela de fantasía.
Con respecto al apartado musical, y a pesar de haberse anunciado a bombo y platillo el nombre de Stephen Warbeck como responsable de la música, en post-producción se decidió dar un viraje de 180 grados pasando del clasicismo de la escuela británica al monopolio de sonidos de diseño prefabricados de la factoría Remote Control contratando a Ramin Djawadi, un compositor con experiencia previa en el campo de la televisión con éxitos como “Prison Break” y fracasos como “Flashforward”, pero cuya ortodoxia de sonoridades electrónicas, atmósferas rutinarias y tempos desajustados hacían presagiar un producto a la altura de las mediocridades concebidas por su compañero de estudio Trevor Morris, para las por otro lado más que interesantes series históricas “Los Tudor”, “Lor Borgia” o “Los Pilares de la Tierra”.
La sorpresa viene cuando Djawadi opta por dar un paso al frente, dejando a un lado sus limitaciones y potenciando lo que mejor sabe hacer: crear atmósferas, algo imprescindible en esta obra, combinándolo todo con una paleta orquestal sorprendentemente variada para ser quien es, y con un brillo melódico que incluso hace sospechar de la integridad de la autoría de su trabajo. En este sentido la apertura de la serie (“Main Titles”) es modélica e ilustrativa, con un leit motiv heroico y desafiante que acompaña a ese vuelo rasante sobre un mapa cuyos reinos se despliegan como un mecanismo de relojería. Los chelos se elevan sobre un acertada base percusiva creando un efecto a medio camino entre la “jiga” y el folk del medievo, con ese tono marca de la casa en los crescendos de cuerdas. Será una pieza a la que recurrirá sin excesos y siempre de manera selectiva para secuencias donde a pesar de la dinámica dramática de la serie, reivindican el honor del clan protagonista pero a la vez gran damnificado de la guerra, los Stark. De este modo podemos escucharla en pasajes especialmente épicos como “The Kingsroad”, “Jon´s Honor”, “The Night´s Watch” o el elocuente “Game of Thrones”, cuya dimensión coral es acorde al gran crescendo con el que acaba la primera temporada.
Para el destino incierto y cruel de lo Stark también hay espacio melódico con una suerte de elegía que busca incidir en ese sentimiento de honor y unión entre padres y hermanos de esta estirpe, protectores del Reino del Norte, cuyo Señor, Lord Stark, será elegido mano del Rey por su viejo amigo Robert Baratheon, sin saber ninguno de los dos, que ambos estarán sentenciados a muerte desde ese momento. Su compostura melodramática sabrá ser desarrollada por Djawadi dejando espacios para el dolor, “Kim Them All”, o acompañando, con menos aparatosidad, el desnudo choque de chelos de “Victory Not Make Us Conquerors”, pero donde realmente podrá disfrutarse en plenitud de este motivo secundario es en “Goodbye Brother”, acompañando la despedida de Jon Nieve, hermanastro del clan, del resto de sus hermanos, y en la fanfárrica “King of the North”, donde la melodía se confunde con percusiones tribales. Un recurso que constituirá la base de la descripción de los Dothraki, pueblo nómada y guerrero por excelencia, unidos a los Targaryen, los legítimos herederos del trono, a través del interesado, ab inicio, enlace entre su líder, Khal Drogo y la princesa Daenerys Targaryen, que posteriormente se convertirá en una apasionada historia de amor y lujuria que sirve para describir el paso de niña a mujer de la khalesi, y el engendro de su “descendiente”. Si hay un corte definidor del sonido ancestral y percusivo de los Dothraki este no es otro que “Fire and Blood”, complementado por inquietantes pasajes como “A Golden Crown”, que acentuará el dramático desenlace del desafío del ambicioso hermano de Daeneris al Khal. Otros cortes como “Things I do for Love”, “To Vaes Dothrak” o el adagio en el que se convierte “When the Sun Rises in the West”, servirán para acompañar el lamento de Daeneris por su esposo. Todos ellos pasajes íntimamente vinculados al “Gladiator” de Zimmer, en especial a cortes como “To Zuccabar”, “Progeny” o “Patricide”.
El tratamiento musical de las otras casas protagonistas no tendrá tanto protagonismo, aunque no deja de ser interesante destacar el diferente enfoque de Djawadi. Así, mientras los Baratheon sí disponen de tema propio, con reminiscencias del medievo, y que escuchamos a modo de canto juglar que posteriormente se transforma en fanfarria de bienvenida en “The King´s Arrival”, para posteriormente transformarse en una íntima pieza para arpa en “You´ll Be the Queen One Day” o en una amenazante pieza para chelos en “You Win or You Die”; los Lannister no reciben un tratamiento temático específico, quizás, porque estarán omnipresente a lo largo de toda la partitura, como una amenaza constante trasladada armónicamente por medio de las atmósferas disonantes y electrónicas con las que Djawadi adereza todo el score. Esa amenaza tendrá su representación en cortes como “A Raven for King´s Landing”, “The Assassin´s Dagger” o “Black of Hair”.
En una tierra donde los veranos duran años es normal que ocurra lo mismo con los inviernos, por tanto su advenimiento no hace sino construir otra omnipresente amenaza que traspasa los umbrales del frío. Djawadi, acudirá a los vasos de cristal para crear una especie de susurro helado que podemos escuchar por primera vez en “North of the Wall”. Música opaca como el hielo, angustiosa y decididamente cacofónica, un campo en el que el compositor siempre se ha desenvuelto con soltura como lo acreditan cortes como “The Wall” o “A Winter Is Coming”. Y es que como reza el lema de la casa de los Stark: “se acerca el invierno”, y sin duda eso será algo que habrá que ver en las siguientes temporadas de esta impecable a la vez que adictiva serie. Un ejemplo más de que el verdadero entretenimiento se puede encontrar hoy en día en la pequeña pantalla, ya sea acudiendo puntualmente a la Avenida Madison para sucumbir al narcisismo de Don Draper en su “Mad Men”, o revisitando cualquier episodio de la propia HBO, desde las épicas “Hermanos de Sangre” hasta sus trascendentales “Los Soprano” o “The Wire”.
Musicalmente hablando también cabe esperar que Djawadi sepa mantener el pulso a la trama como lo ha conseguido en esta primera temporada para la que ha escrito el mejor score de su carrera, leyendo perfectamente el juego de intrigas planteado por Martin, y a pesar de sus más que conocidas limitaciones para la construcción dramática, ofrecer soluciones dignas, efectivas y en ocasiones, hasta brillantes.
3-noviembre-2011
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