Frederic Torres
Prosiguiendo con la avalancha de adaptaciones del mundo del cómic sobre superhéroes, en creciente proporcionalidad a la menguante edad de los principales consumidores de palomitas que copan las salas cinematográficas, le toca el turno a un nuevo personaje inédito hasta el momento que proveniente de la editorial DC se atreve a rivalizar con las populares creaciones de la Marvel. Y ello porque es tal la proliferación del perfil de este tipo de películas que la veterana compañía (en el seno de la cual y bajo la inicial nomenclatura de Action Comics, albergara el nacimiento del icónico Superman en 1938) se ha decidido finalmente por extender las adaptaciones de su fondo de catálogo tal como viene haciendo desde hace ya casi un par de décadas la otra empresa dedicada a las denominadas “novelas gráficas” de la mano del visionario Stan Lee. El mercado parece lo suficientemente receptivo para ir más allá de la adaptación de los personajes más emblemáticos de la casa, Superman y Batman, lanzándose definitivamente a la aventura de abordar cinematográficamente el resto de héroes enmascarados que conforman dicho universo, mucho menos conocido de los lectores europeos que el de su rival. En este sentido, el escaso eco de las adaptaciones realizadas recientemente al margen de aquellos dos significados personajes, tales como “Catwoman” (saldada con un estrepitoso fracaso) y “Watchmen” (sin olvidar también la lamentable “Supergirl” de mitad de los 80), probablemente hayan aconsejado actuar con prudencia a la hora de plantear proyectos novedosos alejados de los dos valores seguros que suponen los famosos héroes mencionados, sobre todo tras la desastrosa recepción económica y artística de las versiones de sus personajes femeninos, así como también por las expectativas no cumplidas en las taquillas de “Watchmen”, por mucho que se alabara su fidelidad al cómic original (una auténtica y revolucionaria obra maestra del género debida a Alan Moore y Dave Gibbons), pues planteada más como una especie de “Blade Runner” del cine superheroico, también obtendría la misma discreta carrera comercial aunque sin llegar a elevarse, como aquella, al estatus de película de culto.
Ahora, en cambio, la situación parece bastante más propicia dada la amplia aceptación del subgénero en cuestión y la adaptación de este “Green Lantern” ensaya para DC el tránsito por caminos ya explorados (y explotados) por su rival, pero novedosos para la compañía si no observamos los films antes citados y “The Flash”, la serie televisiva de principios de los 90 dedicada, en su única temporada, a otro de los emblemáticos superhéroes de la editorial (y que contó con un “batmaniano” tema central a cargo del mismo Danny Elfman) que pronto veremos también adaptado a la pantalla grande, o la exitosa, tras diez temporadas en antena, “Smallville”, serie televisiva dedicada a contar, como si de un Peter Parker rural se tratara, la adolescencia del "Hombre de Acero". Pero la opción revela una apuesta que no arriesga más que lo justo y el haber contado con la participación de James Newton Howard tras sus dos anteriores trabajos (junto a Hans Zimmer) para la saga de Batman, lo ratifica, pues tras los excelentes resultados tanto artísticos como comerciales cosechados por los dos films del “Hombre Murciélago” debidos a Christopher Nolan (especialmente el último, “The Dark Knight”), se ha querido rodear a este “Green Lantern” de un equipo eficientemente probado y de resultados contrastados.
Pero como suele ocurrir en la mayor parte de estas ocasiones, el hecho de apostar sobre seguro no aporta más ganancia que (tal vez) la económica y muy poca o nula rentabilidad artística, ofreciendo antes un resultado medianamente efectivo que creativo donde la originalidad no es ya que no sea la materia que prima, sino que ni siquiera se llega a atisbar rasgo distintivo alguno característico del autor capaz de motivar al aficionado más allá de la abulia suscitada ante una partitura harto reconocible como la presente, plena de lugares comunes y de factura aburridamente industrial. Tal vez la asociación con Zimmer en los films citados haya mediatizado en demasía el uso del componente electrónico de parte de Howard, quien puede haber considerado la superposición estructural de capas de sonido empleadas en los Batman como el modelo a seguir. Cualquiera, tras escuchar este “Green Lantern”, podría fácilmente deducir el verdadero protagonismo del compositor en las entregas del “Caballero Oscuro” que, sin embargo, dados los antecedentes de uno y otro músico, semejaría inapelable atribuir a Zimmer. Nada más lejos de la realidad. Hay que esperar, por ejemplo, hasta el tema 14 del disco (“You Have to Be Chosen”) para escuchar algo parecido a un clarinete que, sin embargo, tan sólo resulta ser un puro espejismo dados los parámetros atmosféricos y los asaltos “percusivos” machaconamente epatantes que inmediatamente lo sepultan a lo largo de los extensos 7 minutos que siguen. Es la tónica de prácticamente toda la partitura, alternando sucesivamente los cortes atmosféricos con los de acción desde el mismo inicio (“Prologue/Paralax Unbound”), en el cuál, al menos, hay que reconocerle a Howard que no esconda su jugada tras ofrecer un comienzo sin más trazas que las meramente contextuales y al que inmediatamente sucede, tras un crescendo de tonalidades épicas para la presentación de Paralax (el villano de la función), una percusión sintetizada deudora del modelo “Terminator” del otrora cuestionado Brad Fiedel, al que (¡quién lo iba a decir!) a la vista de las circunstancias actuales habría que calificar de visionario.
Los fragmentos que siguen no hacen más que confirmar (decepcionantemente) esa primera impresión en una alternancia de maquinal precisión, adquiriendo tonalidades misteriosas (“Carol Scolds Hal”) o tensionales (“”Did Adam Put You Up to This?”), según el uso del sintetizador que se haga. En este sentido destacan, por decirlo así, algunos recursos sonoros al respecto, como ciertos efectos que semejan el tic-tac de un reloj con el fin de generar suspense (empleados en diversos fragmentos como, por ejemplo, “Genesis of Good and Evil”), o los que adornan el crescendo wagneriano del clímax final de la película (“Hal Battles Paralax”), a modo de rayos iridiscentes provenientes del anillo de poder del héroe, casi como si de una pura traslación de la pista musical con sus correspondientes efectos de sonido se tratara. No deja de ser lamentable destacar tan pobre bagaje de un compositor que ha legado excelentes partituras en su trayectoria profesional (sobre todo en su asociación con M. Night Shyamalan) que no vamos a descubrir ahora, y que, en esta ocasión, a la luz de la mayoría de los cortes musicales (“Abin Sur Attacked”, “Drone Dogfight”, “The Induction Process”, “We’re Going to Fly Now”, “Run” y la citada “You Have to Be Cosen”), con la excepción del canónico enfrentamiento final con el villano (“Hal Battles Paralax”), por su entramado más orquestal, se abona al más fácil, trillado y denostado sonido industrial (adobado de coros y alguna fanfarria).
Mención aparte merece la edición de la partitura, pues mientras que en Estados Unidos se puede adquirir solo a través de descarga virtual o en CD-R autorizado comercialmente, en Europa se ha lanzado el consiguiente disco digital de la mano de Sony al que, sin embargo, le faltan las dos pistas finales del americano: la rockera “The Corps”, dedicada al emblemático y galáctico grupo de "Green Lanterns", que recuerda en demasía al Greame Revell de “DareDevil”, y una pequeña nadería de 19 segundos extraída de la pista de audio del film titulada “Green Lantern Oath”, donde podemos escuchar a Ryan Reynolds para satisfacción del mitómano lector de cómics yanqui. Tras la mediocridad del “Thor” de Patrick Doyle, sólo el “X-Men” de Hugh Jackman ha estado a cierta altura de la dignidad musical, no quedando más remedio que refugiarse tras el consabido refrán que reza aquello de “mal de muchos, consuelo de tontos”. Cobijo tras el cual esperemos no tener que ocultarnos ante las próximas aventuras musicales de los siguientes héroes enmascarados que están por llegar.
1-agosto-2011
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