Ignacio Garrido
Gracias a los esfuerzos de Intrada, las ocasionales aportaciones de FSM y pequeñas (aunque pujantes) discográficas como la aquí representada Kritzerland, el nombre de Michael Small está alcanzando una mayoría de edad discográfica digna del respeto que su nombre merece, y al igual que Jerry Fielding o David Shire, ve acortar cada vez más las distancias respecto a los títulos inéditos destacables de su filmografía que faltaban por ver la luz en formato digital. Un logro que las casas especializadas han hecho posible para deleite de un aficionado casi siempre más pendiente de lo no disponible que de lo que ya posee.
Con "Las Dos Vidas de Audrey Rose" se completa prácticamente el listado (a falta de Poodle Springs y El Cartero Siempre Llama Dos Veces) de bandas sonoras que cualquier sibarita y seguidor de Small podría demandar como imprescindibles en su catálogo personal. Una obra elegante y elaborada que entronca de lleno con la forma de entender la música del drama fantástico en los años setenta, sustentada en unos parámetros bien codificados pero abordados desde la escritura pulcra y detallada de todos sus elementos, dando por resultado una partitura poco sorprendente, hasta convencional en su tratamiento temático, pero extremadamente solvente en su aplicación audiovisual, al tiempo que una pequeña delicatessen para su disfrute en disco.
El “Main Title” no deja lugar a dudas sobra la dicotomía conceptual de la obra, arrancando con sinuosas cuerdas de origen misterioso que dan paso a una ágil y sencilla melodía de corte pastoral sobre base ondulante de maderas y metales, un tema luminoso de cariz infantil y risueño con el que ejecutar amables variaciones como la escuchada en la cíclica conclusión final de “Life After Life/End Credits”. Los efectos desasosegantes aparecen acto seguido con reverberaciones percusivas y base rítmica que utiliza como motor un recurrente ostinato de seis notas + cinco en estructura ascendente y descendente para piano (identificable a la perfección en la sección “Alley Run” del corte cuarto), manteniendo el efecto oscilante del tema central, pero sobre el que se erige una capa sonora mucho más árida entregada a las secciones de la orquesta por separado, en especial a la cuerda y no a su hermosa conjunción melódica inicial. Notas aparentemente aleatorias para piano, pequeños motivos disonantes en el metal, violines atonales o figuras motívicas cortas y agitadas que transmiten inquietud e irresolución como un eco sin nitidez que intenta comunicar algo sin poder definirlo claramente. Ideas todas ellas que esparcidas y sabiamente desarrolladas en pistas como “Scrabble/Grocery/Doormat” o “Hoover´s First Visit” enriquecen el conjunto poco a poco, viéndose además salpicadas de ocasionales remansos líricos como la sección final de la quinta pista “Glad You´re Here”, la apacible e inquietante “Ivy in Mirror” o conatos emocionales como la inteligente deconstrucción tonal de “A Nightmare”.
El primer estallido de pura agresividad lo tenemos en “Top of Stairs/Hoover Calls Audrey”, una pista contundente y malsana donde la virulencia inicial de metales y percusión da paso a nuevos efectos acústicos, campanas y chirriantes cuerdas acompañadas de un lúgubre piano que culmina con una dulce variación del tema central, imperceptible y magníficamente imbricado en el desarrollo de la pieza, configurando una de los mejores instantes de la partitura que nos recuerda al Goldsmith más solvente en el género de terror y suspense. Lo mismo que ocurrirá en la soberbia “Janice Reading/Through Window” que casi anuncia ideas de “Poltergeist”, pero que se ve tristemente maltratada por la grabación, aplicándole un fade-out imperdonable antes de su finalización real. El coro infantil mezclado con los elementos orquestales conocidos de “Fire” supone la ruptura forzada – por necesidades fílmicas – dentro del discurso de Small, para continuar con el uso progresivamente más dramático del motivo cíclico y el nada casual empleo de cierto estatismo sonoro contenido (ya se sabe aquello de la calma antes de la tormenta) en “The Hypnotist/Last Seizure”, que da paso a la explosión sensorial de su segundo bloque con la exploración más profusa y profunda de los efectos atonales, reverberaciones y el choque de ideas musicales que el compositor es capaz de lograr (lamentablemente no del todo apreciables por la pobre calidad de sonido que esgrimen). Se cierra la banda sonora con su siguiente pista retomando el tema central con un trazo colorista, esperanzador y resolutivo, que sugiere abiertamente el recorrido circular de la trama. Se añade como complemento un curioso – pese a lo innecesario del mismo – bonus track con algo de música diegética de aires clasicistas sin mayor interés dramático.
Más sombras que luces merece Kritzerland, tanto por su mediocre masterización y trabajo de sonido, con soplido ocasional y diversos ruidos (amén de los mencionados y molestísimos fade-out) difuminados al finalizar algunas pistas, así como por la maquetación interior y edición de textos de la carpetilla, en columnas periodísticas apiñadas de incómoda lectura. El contenido resulta, eso sí, interesante y los datos que se aportan, junto con el mínimo buen gusto visual externo del conjunto, hacen que la media se sostenga, sobre todo por el hecho de recuperar una pequeña joya musical de un olvido en el que nunca debió caer. Si lo que cuenta es el contenido y no el continente, la recomendación se hace extensible, aparte de a los seguidores de Michael Small, a cualquier aficionado a la música de cine de calidad.
11-julio-2011
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