Pablo Nieto
Extrapolando las reglas del juego de este carismático comic de Marvel a la situación actual de la banda sonora, el Doctor X sería ese compositor alemán entrado ya en la cincuentena que maneja los hilos de la industria desde su base central de operaciones, Remote Control, y que se encarga de seleccionar primero, pero a posteriori adiestrar, conforme a sus cánones de estilo y know how del medio a jóvenes talentos a los que tarde o temprano les termina llegando su oportunidad. Compositores que son afortunados de formar parte de este grupo de élite y conscientes que las oportunidades no hay que tenerlas, sino saber aprovecharlas.
Al grupo de autores ya consagrados que actualmente copan más de la mitad de producciones cinematográficas que se hacen en Estados Unidos, y la mayor parte de blockbusters, se une Henry Jackman, un autor formado a la sombra de los teclados de Zimmer, las atmósferas electrónicas de Harry Gregson-Williams y las vertiginosas orquestaciones de John Powell. Precisamente a estos dos últimos sustituye Jackman en la franquicia "X-Men", ya que el primero fue responsable del inaceptable spin off de la saga “Wolverine”, y el segundo de la notable “The Last Stand”. "First Class" es una precuela que nos muestran los orígenes de ese conflicto eterno entre Magneto y el Doctor X, amigos y a posterior enemigos irreconciliables, a cuyos bandos se irán alistando todo tipo de mutantes. Un film que justifica el precio de la entrada, algo que ya es mucho en los tiempos que corren, y donde se nota la mano en la producción de Bryan Singer, quien regresa a una saga que nunca debió abandonar y que a buen seguro tendrá una más que necesaria continuidad.
Continuidad que desconocemos si será también para el novato Jackman, quien a pesar de su interesante aportación con este score, juega con el handicap de la falta de estabilidad musical de la saga, carente de un hilo conductor único y de propuestas irregulares. Algo achacable a la propuesta lineal e insípida de Michael Kamen en el primer film, y la decisión de John Ottman para su secuela de partir de cero, obviando el trabajo de su predecesor pero escribiendo el que ha sido su mejor score hasta la fecha, construido alrededor de un notable leitmotiv. Por supuesto, Powell hizo también la guerra por su cuenta en el cierre de la trilogía, y por ello no extraña el borrón y cuenta de nueva de Jackman, cuya partitura gira entorno a un combinación familiar entre orquesta, electrónica y guitarras eléctricas. Un propuesta sobre la que se eleva el nuevo himno para la saga. Sencillo, retentivo y con todas las virtudes y defectos de la escuela Remote Control, y que ya desde el primer corte “First Class” se nos presenta en toda su magnitud, con desarrollos más sinfónicos en “Cerebro” y “Sub Lift”, y más rockeros en “X-Training”, donde se adapta como un guante a la dinámica secuencia-montaje en la que los nuevos mutantes comienzan a ser adiestrados.
Sin embargo, al igual que ocurre en el film, aunque el personaje del Doctor X/Charles Xavier y la creación de los X-Men pudiera ser el gran aliciente de la cinta, al final la dramática historia de Magneto, su concepción de la justicia a través de la venganza, y el carisma que Michael Fassbinder le imprime al personaje, terminará por convertirse en el verdadero motor de la película, algo que el compositor no desaprovechará para dotar al personaje de un tema propio al que recurrirá de manera constante durante todo el score. Una pieza, construida al igual que el tema de su Nemesis, desde los acordes de una guitarra eléctrica, con la diferencia de su tono misterioso y eco difuminado, frente al dinamismo y positivismo que destilan las notas de los X-Men. A partir de esta sencilla, pero efectiva idea crecerá la parte sinfónica de la pieza, con gran énfasis en el uso de metales, como así puede observarse en “Frankenstein Monster” y “Magneto”, y cuya carta de presentación la encontramos en “Pain and Anger”, describiendo la espeluznante secuencia en el campo de concetración nazi, y su posterior desarrollado en “Not that Sort of Bank”.
Más rutinaria es la puesta en escena de las secuencias de acción, con cortes como “Cold War” o “Let Battle Comence”, así como la coral “Coup d´État”, piezas reconstruidas para la edición discográfica, pero que en el film son utilizadas casi a modo de mickey mousing sin aparente conexión entre escena y escena. El responsable de semejante despropósito -del cual exoneramos al compositor-, olvida que los silencios musicales son necesarios y que para desarrollar una idea musical a veces hace falta más de diez segundos para cada corte. Por desgracia, a día de hoy en ciertas salas de montaje la música de cine sigue siendo considerada como un parche o un fx, antes que como el hilo conductor que realmente debería ser. Más suerte, sin embargo, tendrá Jackman describiendo ese amor imposible entre Mystica y Charles Xavier, convenciendo en los cortes “Would you date me?” y “To Beast or not to beast”. En ambos casos, las cuerdas trazan con sutileza los rasgos de la sensible personalidad de esta joven mutante que se rechaza así misma por su imagen, hasta que encuentra a Magneto, secuencia para la que el compositor escribe el sugerente “Rage and Serinity”.
En definitiva, un trabajo que dejando a un lado la loa excesiva que ha recibido por parte de los sectores más populistas, sí que debe dignificarse como uno de los esfuerzos musicales más respetables del año, algo que no implica acudir a exageraciones para aplaudir el esfuerzo del compositor. Y es que ya se sabe, lo menos malo no es mejor si hay falta de nivel en los demás. Lamentablemente la música de cine sigue en la UVI, y Jackman sólo consigue aliviar brevemente el dolor.
3-julio-2011
|